Zafiro: La Implosión De Una Vida Vieja

DIECINUEVE

Elizabeth engulle fácilmente la carne y las patatas que hay en su plato mientras que yo difícilmente logro comer unos cuantos bocados con dificultad. Sólo faltan unos cuantos minutos para que me vaya. No quiero irme. De hecho, quiero subir a mi habitación y esconderme debajo de la cama para siempre y que todos los demás arreglen sus asuntos como puedan.

Pero no puedo. Porque no importa cuánto me aleje de los problemas, ellos estarán ahí cuando vuelva.

— ¿Qué harán esta noche?—me pregunta mi madre, sacándome de mis pensamientos.

— ¿Eh?—digo, sin intenciones, como si estuviera programada a decir eso automáticamente.

—Está noche. Tú y tus amigas—aclara, comiendo su última cucharada de patatas.

—Oh… eh… no lo sé—me encojo de hombros—. Tal vez vayamos a algún lado o nos quedemos en casa para ver la televisión. Creo que hoy habrá maratón de películas de acción.

Elizabeth asiente y se levanta de la mesa, lleva su plato sucio al fregadero.

— ¿Por qué no has comido nada?—pregunta mi madre, acercándose y acariciando mi cabello por detrás mientras bebe un poco de agua.

—No tengo mucha hambre—digo, alejando el plato y tratando de sonreír lo mejor que puedo—. Quizá más a rato me de hambre. Compraremos pizza.

— ¿Quieres dinero?—pregunta, cada vez que yo mencionó alguna conjugación de la palabra comprar en cualquier tipo de oración que digo mi madre cree que es una indirecta para pedirle dinero.

Levanto las comisuras de mis labios, en otras ocasiones le diría que sí pero hoy quiero decirle que no. Sin embargo no puedo decirle que no, eso le levantaría sospechas así que término “confesando” que sí.

—La donación que quieras aportar será bien recibida—digo, riendo para que se oiga más sincero.

—De acuerdo—dice, termina de beber agua y luego pone el vaso encima de la mesa y se marcha rumbo a la estancia. El terror vuelve a entrar en mi cuerpo, se desplaza por todas partes y no puedo detenerlo.

Me llevo las manos al rostro y trato de mantener la calma. ¿Cómo voy hacerle esto a mi hermana? ¡A mi propia hermana! ¡Traicionarla! Aunque… ¿qué no es eso lo que iba hacerle a Janeth? ¿Hacerme su Siervo para robarle el Vademécum?

Sacudo mi cabeza frenéticamente. ¿Qué es lo correcto que debo hacer?

Salvar a Brenda, eso es lo único que debes hacer, dice una voz dentro de mi cabeza. Tiene razón esa voz, tengo que salvarla. No sé lo que Tiffany sería capaz de hacerle sino hago lo que me pide.

Aún puedo escuchar el gruñido de la voz de Tiffany dándome las indicaciones de lo que debo hacer.

Harás el Aquelarre y ni se te ocurra darle una hojeada al Vademécum, no quiero que ni te le acerques luego del ritual. Y cuando estés apunto de marcharte me avisarás e iré contigo. Actuarás como si nada y cuando estés frente a tú hermana le vas a

— ¿Cuánto necesitas?—me pregunta Elizabeth, entrando nuevamente al comedor. Abre su billetera y me mira por el rabillo de sus ojos.

—No lo sé—digo, tratando de oírme lo mejor que puedo—. ¿Cuánto estas dispuestas a darme?

—Ten—dice, sonriendo y dándome dos billetes de cien.

—Gracias—digo, tomando el dinero y poniéndome de pie.

Me pongo frente a ella y la abrazo sorpresivamente, la estrujo con más fuerza de lo normal. Elizabeth tarda un momento pero me regresa el abrazo al cabo de unos instantes, no sé cuándo fue la última vez que la abrace. Probablemente está sorprendida pero no alcanzo a ver su expresión ya que tengo mi cara hundida en su hombro.

Quizá esta sea la última vez que este alrededor de sus brazos. Tengo miedo de lo que pueda suceder está noche. De que mañana alguien venga y le diga a Elizabeth que he muerto en un horrible accidente inventado.

 

▬▪▬

 

Salgo de la ducha y me tomo mi tiempo para cambiarme. Janeth no me dijo como tenía que ir vestida así que me pongo unos vaqueros, una blusa blanca, el suéter amarillo que Annabella uso hace dos días y unos Converse que hacen juego con la blusa.




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