Zafiro: La Implosión De Una Vida Vieja

VEINTIUNO

Hay una estrella de seis picos dibujada sobre el césped del prado con polvo de gis blanco, una vela encendida en cada punta y un atril en el centro de la estrella. Encima del atril está el Vademécum y por detrás de esté está el Sr. Pacheco con una toga guinda.

Atrás de él esta Tiffany con sus padres cubriéndole las espaldas al igual que Shailene (junto con sus padres, también) mientras que Ariana está sola debido al deceso de su familia completa. Siento algo de lastima por ella pero inmediatamente mi lastima se evapora cuando recuerdo que si su familia estuviera viva probablemente mi hermana no. Creo que eso hubiera sido mejor, que la madre de Ariana hubiera asesinado a Annabella para evitar todo este dilema que se me presentará a continuación.

¿Qué estoy diciendo? ¡Por supuesto que no! Estoy feliz de tener una hermana sin importar cuantas personas o Inmundos haya asesinada y aunque no sé cómo ni sé qué es lo que haré voy a salvarla. Y a Brenda también. Tengo que hacerlo, sé que puedo hacerlo sólo que no tengo idea de cómo empezar.

— ¿Sabes cuándo debes salir?—me pregunta Janeth, poniéndose a un costado de mí, trae puesta una túnica azul oscuro. Miro por encima de su hombro a la media luna.

—Si—respondo, yo traigo puesta una túnica blanca—, cuando ya hayas obtenido el Vademécum hago acto de presencia.

—Aún tienes tiempo de arrepentirte, ¿sabes?—dice, ¿por qué todo esto se oye como si nos fuéramos a casar? Sólo me voy a convertir en su esclava por el resto de mi vida y… resoplo, no nos vamos a casar pero estoy haciendo básicamente lo mismo.

El Sr. Pacheco grita algo en un idioma que no entiendo.

— ¿Qué está diciendo?—pienso, en voz alta.

—Es latín—dice Janeth, luego con una imitación mala hace la voz de su padre—. ¡Damos por empezado La Ceremonia de Heredación! Es mi hora de salida.

Se pone la capucha de la túnica y camina hasta estar delante del atril, su padre dice unas oraciones (creo que es latín porque no le entiendo nada) para que posteriormente ella las repita. Luego de mencionarlas, Janeth pone su mano a unos cuantos centímetros del Vademécum y lo siguiente que ocurre es inverosímil.

De la portada del libro salen las cuatro serpientes verdosas y le muerden toda la mano gravemente, como si se la estuvieran comiendo ya que se regocijan con el sabor de su sangre. Estoy a punto de salir a ayudarla cuando las serpientes vuelven a introducirse a la imagen del libro para quedarse ahí.

Respiro, aliviada de no haber intervenido.

El Sr. Pacheco rodea el atril con los brazos extendidos al cielo y los baja cuando abraza a su hija.

—Estoy orgulloso—dice el Sr. Pacheco, logro escucharlos claramente aunque esté muy lejos de ellos y escondida por detrás de unos arbustos—. Ahora haz que me enorgullezca más.

—Claro, papá—dice Janeth, ambos se sueltan y el Sr. Pacheco se reúne con los demás, se coloca atrás de Ariana quien se haya entre Tiffany y Shailene. Sino fuera porque sé que realmente esto es una iniciación de brujos diría que toda esta charlatanería es un tipo de admisión a una fraternidad de alguna Universidad o de gente loca que va por la calle sermoneando con el fin del mundo y todo eso.

Janeth se pone en el lugar donde antes estaba su padre, aplaude tres veces y las llamas de las velas se elevan dos metros de altura.

Doy un salto hacia atrás gracias a la impresión.

Las personas que están por detrás de ella empiezan aplaudir al unísono y entonces sé que es mi momento de entrada. Doy un gran bocado de aire y aguanto la respiración por dos segundos, me pongo la capucha de mi túnica blanca y antes de salir de los arbustos compruebo que todavía siga trayendo el arma con la que tengo que asesinar a mi hermana.

Ahí está, siento el mango y el frío del metal contra mi piel. Sigue estando entre mis pantalones.

Vuelvo a dar otro bocado de aire y empiezo a caminar, me obligo a dar todas las pisadas hasta estar frente al atril y Janeth. Veo al Vademécum y por un momento quiero arrojarlo lejos. Todo esto es por culpa de ese estúpido libro. Empiezo a odiarlo tanto.

Janeth pone sus manos a los costados del Vademécum e inmediatamente el fuego de las velas vuelve a su normalidad.

Impresionante.

—Dame tus manos y di tu nombre completo—dice, en tono serio e indiferente.

Pongo el dorso de mis manos encima de sus palmas y digo mi nombre completo, después ella apresa mis muñecas con sus dedos.

—No corras—musita, y al siguiente instante habla en latín.




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