Zafiro: La Implosión De Una Vida Vieja

VEINTITRES

Conduzco hasta la carretera 73 con Tiffany en el asiento del copiloto. Ella habla sobre que estoy haciendo lo correcto pero no le presto ni la más mínima atención a sus palabras. Sigo recordando la cara de decepción en el rostro de Janeth, antes de que me fuera mire por el espejo retrovisor y vi su expresión destrozada. Eso me hace una mala persona, una terrible persona.

Traicionar a mi amiga. Dispararle a mi hermana. ¿Así? ¿O más claro de que me iré al infierno?

—Será mejor que ya te ocultes—le digo a Tiffany. Aparco el Nissan a un lado de la carretera, antes de llegar a la curva donde tuve mi accidente en auto hace unas semanas atrás.

Y pensar que todo inicio con eso.

Quizá si hubiera sido más precavida ese día y le hubiera puesto más atención al camino en lugar de mi celular, no estuviera envuelta en esté lío y yo estaría tranquila con mi vida normal y ordinaria.

Aunque, si yo estuviera en esa vida pensaría que Janeth se aburrió de mi amistad y por eso me cambio por Tiffany y las demás; que soy hija única; que vampiros y hombres lobos son sólo falsedad que pasan en películas; y probablemente lo único que me preocuparía sería graduarme de la preparatoria y conseguir entrar en una buena Universidad.

Resoplo, luego entiendo.

Lo ordinario puede ser seguro pero es mejor arriesgarse por lo real a seguir creyendo puras falsedades.

—Te lo advierto—me amenaza Tiffany—, si no le disparas ella muere.

—Lo tengo grabado en mi mente—le gruño, luego Tiffany desaparece entre una llamarada de humo gris débil.

Salgo del Nissan y compruebo que el arma siga en mis pantalones, ahí está. Sigue estando ahí. Es una lástima, podía haber dicho que se me perdió el arma y no tuve con qué matarla.

Camino hasta centrarme en medio de la carretera, miro a mi alrededor y espero una señal de que Annabella ya haya llegado. Dijo que daría una. Espero impacientemente pero no se oye ruido alguno. Quizá no vaya a venir. Por favor, lo imploro con anhelo. Que no venga.

De repente oigo el crujir de algunas ramas, no sé de donde provienen así que espero alguna otra señal. Un segundo después Annabella sale con dificultades de una maleza suspirando de alivio cuando me ve.

—Estaba preocupada por ti, ya tenía pensado ir y matar a unos cuantos brujos—me dice, dándome un abrazo. Yo la envuelvo en mis brazos, sabiendo que está será la última vez. Siento la calidez que emite su cuerpo y el cariño con el que me sostiene.

Joder, no puedo con esto. La quiero. Me vale un bledo, me rompieron el corazón hace mucho tiempo y haga lo que haga ya perdí a mi amiga. No puedo perderla a ella también.

La empujo con brusquedad y veo con claridad como su expresión se convierte en asombro puro.

—Lo siento—musito y saco el arma entre mis pantalones, apuntando hacia la cabeza de mi hermana.

— ¡¿Qué haces?!—exclama mi hermana, frunciendo el ceño y quedándose inmóvil a la vez.

—Lo siento—vuelvo a repetir.

Empieza a temblarme la mano, lo noto porque la pistola comienza a moverse de abajo hacia arriba y viceversa. Lágrimas se amontonan en las comisuras de mis ojos. Ahogo los sollozos en lo más profundo de mi garganta. Y por lo que más quiero empiezo a suplicar dentro de mi mente.

No puedo hacerlo, esto es muy difícil.

—Sólo jala el gatillo—oigo que la voz de Tiffany habla por detrás de mí. La cara de Annabella se pone furiosa y sus ojos rojos se vuelven más brillantes y llenos de odio cuando observa por encima de mi hombro.

Yo no lo hago, sigo viendo la cara de mi hermana y sigo sosteniendo el arma hacia ella con el dedo índice a medio milímetro del gatillo.

Hay pasos, Tiffany se acerca hacia mí. El ruido de las pisadas se oye cada vez más cercas y son rápidas ya que en cuestión de segundos la voz de Tiffany me llega directamente al oído izquierdo mientras que su aliento roza delicadamente mi piel.

—Dispara—me ordena, como si fuera el más sagrado del ultimátum.

—No puedo. ¿Por qué te molestan tanto otros Inmundos?—pregunto, sacudiendo la cabeza pero manteniendo titubeantemente el arma levantada.

—Hazlo. Ya—masculla—. No queremos ningún tipo de competencia para encontrar el zafiro.

Ignoró lo que dice y actuó. Por primera vez en mi vida hacer algo sin pensar si funciona. Le doy un codazo a Tiffany en la cara, ella cae al suelo y para antes de que se levante o desaparezca apunto la pistola hacia ella y jalo el gatillo.




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