Zarabel

CAPÍTULO 09. Sí, eso es

ZARA

Existen sentimientos de los que ansías desprenderte. La mayoría odiamos el miedo, el rechazo, la humillación y cualquier otro que culmine en llanto. Sin embargo, muchos anhelan sentir el amor. Tal vez se deba a un instinto básico, como la primitiva necesidad reproductiva en pos de la supervivencia del ser humano.

Aun así, hay quien lo rechaza como si fuese la misma causa de su propia extinción. Alguien que es consciente del sacrificio de enamorarse, se aleja. Exponerse a otro da miedo, porque tiene el poder sobre ti en sus manos, y es quien decide si va a destrozarte o no.

Yo era como el segundo grupo, rehuyendo de todo lo que tenga que ver con el amor, preguntándome incesantemente si es posible deshacerse de los sentimientos que no se quieren.

—Ahora sí dinos el por qué te quedaste con Henry y los otros.

Suspiré y alejé la cuchara que iba dirigida a mi boca. Tan bueno que me estaba sabiendo mi flan.

Rodeadas de mesas con manteles de frutas y gente que hablaba a viva voz, Celeste logró hacerse escuchar. El pequeño televisor que colgaba en una esquina no hizo más ameno el ambiente, ya que un partido de futbol se reproducía en la pantalla. No fue extraño estar entre esa multitud, sin embargo, pues la fondita de «Doña Pelos» era reconocida por tener las gorditas, sopes y quesadillas más grandes y deliciosos de la zona.

—Abel estaba ahí —dije con marcada intensión. Pese a mi descontento, el tipo supo ganarse su confianza.

—Aun así —murmuró Cel, jugueteando con el último pedacito de su quesadilla de pollo—. No me fío de quien sea amigo del perro ese.

—Les aseguro que Henry y Javier no son así —hablé, paseando la mirada de Val a Celeste—. No fueron groseros en ningún momento y hasta me llevaron a mi casa.

Los ojos enfurecidos de Celeste parecieron bajar su intensidad.

—¿En serio?

Meneé la cabeza muy seria.

—Aun así, te recomendamos que seas cuidadosa al salir con ellos —dijo Valeria con la cabeza gacha—. Siempre es bueno prevenirse.

Ver el semblante decaído de Val me provocó una opresión en el pecho.

—No se preocupen. No es como que salgamos todos los días.

Ambas trataron de sonreír lo mejor posible y su atención fue robada cuando el narrador del juego gritó «GOOOOOOOOOOL». Aproveché el momento de distracción para ver mi celular. Diez minutos atrás le había mandado un mensaje a Esther para saber cómo se encontraba y ella respondió casi de inmediato.

Zariiissss

ESTOY AGOTADA

Acabo de terminar de lavar y no me quiero levantar de la cama

Pero ya me pusieron más quehacer

QUIERO REGRESARME YAAAAA

Aguanté el impulso de pedirle que volviera de inmediato, el mismo que aparecía cada vez que nos distanciábamos por tanto tiempo. En su lugar, respondí:

Pero no querías llevarla a la lavandería 77

Es que no me confíooooOoOo

Ojalá tuviésemos una lavadora

Aunque de seguro ni cabría

Enseguida, mandó un sticker de un perrito llorando.

Cuando nos cambiemos de departamento,

ahorramos y nos compramos una.

No respondió y no la culpaba. Era otra de nuestras promesas vacías, surgida desde el año pasado. Iba a apagar mi teléfono y centrarme en el juego que tenía tan absortas a mis amigas, hasta que me llegó una fotografía inesperada. Un latido más fuerte de lo habitual retumbó en mi pecho.

Era una foto de Esther recostada en su cama, manteniendo una sonrisa cansada. Se veía tan adorable que otros latidos descontrolados se abrieron paso en mi interior.

Acabo de terminar todo mi quehacer y estoy muertaaaaaaa.

Debajo, el sticker de un oso con ojeras enormes. Era tan parecido a ella que solté una carcajada.

—Mírala nada más, sonriéndole al celular frente a nuestras caras. —Con un tono dramático, Celeste se apoyó sobre Val y puso el dorso de la mano en su frente.

—Se nota a leguas que nos oculta algo —coincidió la otra.

—Mejor dicho: a alguien.

Ambas, con miradas perspicaces, asintieron.

—¿No estaban viendo el partido?

—Es medio tiempo —Valeria señaló los comerciales.

Qué oportuno.

—¿Quién era? ¿Un ligue? —Celeste se recompuso y adoptó una pose cómoda para escucharme mejor.

—No es… —Me callé. Recordé la confusión por la que me vi envuelta desde el viernes anterior. Quizás era un buen momento para hacerle frente—. Eh, bueno… Ustedes ya se han enamorado alguna vez, ¿no?

Sus ojos brillaron y asintieron con ganas.

—Y, amm, bueno… ¿Cómo lo saben? Cuando les gusta alguien.




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