A la mañana del día siguiente…
Eric se fue a la biblioteca para buscar información sobre La Ciudad Escondida. Encontrando tan solo unas simples coordenadas, las cuales, eran la ubicación exacta de la Ciudad. De hecho, introdujo los datos en el ordenador y salió en la pantalla un desierto que estaba cerca de un pueblo del condado de California. Con mucha curiosidad, preguntó al bibliotecario acerca de La Ciudad Escondida, pero éste le dijo que tenían prohibido hablar sobre esa ciudad, así que se fue al despacho de la directora para intentar sacar más información.
– Directora – Eric entró bruscamente en el despacho.
– ¿No sabes llamar? – Refunfuñó la directora.
– Perdóname – se disculpó Eric–. ¿Sabes algo de la Ciudad Escondida?
– ¿Quién te ha contado eso? – La directora se puso en alerta.
– Creo que es ahí donde está el doctor Abraham – Eric estaba convencido.
– ¿Y cómo lo sabes? – La directora se puso en modo interrogatorio.
– ¿Es lógica, no? Si quieres huir de nosotros te tienes que ir a un sitio ilocalizable – respondió Eric sin mencionar nada de la conversación que tuvo ayer con el hombre desconocido.
– ¿Y para qué quieres saber información sobre esa ciudad? – Pausó la directora al darse cuenta de lo que pretendía Eric –. ¡Ni hablar! No vas a ir ahí tú solo.
– ¿Por qué no? Ese doctor es un impresentable y encima ha hecho daño a mis amigos – dijo Eric enfadado –. ¡Quiero venganza!
– ¡Qué no! – Respondió la directora –. No podemos ir a esa ciudad, habrá que esperar a otra oportunidad.
– No hay otra oportunidad. Estará en esa ciudad una semana por lo menos, el tiempo justo para que tenga la confianza de salir otra vez – pausó –. Asígneme un equipo.
– Ni hablar. ¿No sabes nada de la Ciudad Escondida verdad?
– Solo he encontrado unas coordenadas, que buscándolas me sale una localización en el desierto.
– Lógico – le dijo la directora –. La Ciudad Escondida se construyó como refugio para aquellas personas que no se sentían cómodas con el mundo en general. Todo iba de perlas hasta que en una de las incontables guerras entre vampiros y lobos, destruyeron todo a su paso. Pero años más tarde, un hombre reconstruyó la ciudad, aunque no lo hizo para la gente normal, si no para asesinos, ladrones, mercenarios, etc. Decía que la culpa de las guerras eran nuestras, de Los Cazadores Legendarios. Así que protegió la ciudad para que nadie de nuestra raza pudiera entrar.
– ¡Pero si las coordenadas salen en los libros! La gente sabe en dónde están.
– La ciudad está rodeada de un manto de magia especial que la hace invisible para los humanos, además, si un cazador entra ahí, directamente muere. El manto mágico detecta las runas y convierte el cuerpo en cenizas – sentenció la directora.
– ¿Pero habrá alguna forma de entrar no? – Preguntó Eric con curiosidad.
– Hay un hechizo que te quita las runas durante una semana. Pero hay un índice alto de que mueras al tomarlo – dijo la directora mirándola fijamente.
– Déjeme intentarlo, quiero ir y matar a ese cerdo.
– ¿Estás loco? ¿Quieres morir ahí dentro? – La directora estaba seria.
– Deme un equipo y seguro que le encontramos – se defendió Eric.
– ¡No voy a poner a mis hombres en peligro! – Gritó la directora desesperadamente.
– Pues déjeme ir a mí solo – respondió Eric –. Por favor – suplicó.
– Si no hay más remedio… Eso sí, no cuentes con nosotros ¿vale? Si pides ayuda, no iremos, estarás completamente solo – dijo la directora levantándose de la silla.
– Vale – asintió Eric.
La directora se fue a un armario y cogió un frasco que tenía un color azulado.
– Toma – le dio el frasco a Eric –. Recuerda, el efecto dura una semana, así que tienes ese tiempo para entrar y salir de la ciudad.
Eric asintió.
– Suerte, Eric – dijo la directora cogiendo algo de un cajón –. Toma, mantente en contacto conmigo. Es un intercomunicador.
– Vale – Eric cogió el reloj y al instante se marchó del despacho.
Al final, Eric optó por el avión para ir desde New York hasta Los Ángeles y por un autobús para ir al pueblo más cercano de la ciudad.
Tardó poco en llegar hasta allí, una hora de carretera más o menos. Así que nada más pisar tierra firme, empezó a andar unos 5 kilómetros hasta llegar a las coordenadas que tenía apuntadas.
– Un maldito desierto – dijo Eric asfixiado por el calor que hacía –. Ya podía estar en las montañas – Eric se paró delante de un cactus.
Sacó de la mochila una botella de agua y se la consumió entera.
– Bueno, debe de estar aquí – Eric miró al desierto infinito.
Sacó de la mochila el frasco que le había dado la directora y le vino a la mente las palabras que le dijo, "hay una probabilidad de morir si la bebes". Aun con la advertencia de la directora, se llevó el frasco a la boca y se lo tragó todo. De repente, sintió un escozor en ambos brazos, así que rápidamente se remangó, viendo que las runas que tenía habían desaparecido.
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Editado: 03.04.2024