9 verdades

Quisiera detener el tiempo

Alexander Valkov:
 


Si pudiera detener el tiempo y hacer de un instante eterno, sería exactamente este. Alai durmiendo entre mis brazos, mis labios doliendo de tanto besarla, mí piel quemando de tantas caricias dadas y tantas otras por dar, su aroma impregnado en mí, sumergido completamente en la calidez de su cuerpo. Completamente embriagado de su ser. Con solo sentirla tan cerca, tan mía, los problemas desaparecen. Es como estar en otro planeta o en una dimensión en la que solo existimos ella y yo. No necesito nada, o tal vez si... Volver a hacerla mia como si no existiera un mañana, inundar eternamente está fría y oscura habitación con los suspiros que escapan de mis labios con cada una de mis caricias, con su sonrisa que brilla más que el sol aunque fuera el cielo se caiga a pedazos, con el brillo angelical de su mirada, con esto que siento por ella que ni siquiera puedo poner en palabras porque decir que la amo se queda corto...
Y no quiero dormir. No quiero dejar de verla siquiera un instante. Quiero inmortalizar cada segundo. Quiero que está sensación de plenitud dure para siempre, pero sé que va a esfumarse apenas el sol se asome por el horizonte.

Y de solo pensar en que vuelva a salir de mí vida me llena de dolor, porque siento que la amo más de lo que la amaba, si eso es posible. La necesito como nunca imaginé que podría necesitar a alguien, pero aquí estoy, entregándome a la locura por la sola idea de poder perder a una mujer.

–Te amo Alai...– Susurro suave a su oído. Está profundamente dormida, es imposible que me escuche, pero necesito decírselo una vez más antes de que lo sepa todo y odia a quien tan siquiera se atreva a mencionar mí nombre. –Y te juro que si pudiera volver el tiempo haría las cosas diferente, pero al mismo tiempo no me arrepiento de nada porque todo lo que ocurrió nos trajo hasta este momento.–

Mí teléfono suena y Alai se remueve en la cama apartándose de mí, o más bien del sonido que la perturba, pero no despierta. Es un mensaje que derrumba todas mis esperanzas.  Lucía me anuncia que le dijo a Romano que el hijo que espera no es de él y que lo dejo libre para que vuelva con Alai. Y la plenitud da paso a la asfixiante frustración. Me meto bajo la ducha en un inútil intento de despertar de está idílica pesadilla y apoyo la cabeza sobre la pared mientras la lluvia helada rompe sobre mí cuerpo. El agua se lleva consigo los rastros físicos de Alai que aún quedaban sobre mí, pero la siento debajo de mí piel. Y pronto escucho sus pasos acercándose... Mí cuerpo se queda inerte cuando siento que abre la puerta y camina en mí dirección. Me deleitó con la visión de si misma que me regala, y pierdo completamente el control. No existen las palabras, solo la arrastro conmigo bajo el agua, mientras nuestros cuerpos y el deseo los que nos guían en este nuevo encuentro. No hay besos suaves, ninguno de los dos disfruta particularmente de ese tipo de delicadezas. Mis caricias son desesperadas, hambrientas, tan bruscas que comenzaban a dejar dolorosas marcar rojizas en su piel mientras incontables gemidos escapan de sus labios. La lastimo. La lastimo y no puedo evitar hacerlo porqué yo amo de esta horrible, obsesiva y asquerosa forma. Es parte de mí naturaleza hacerle daño a todos los que amo. Y vuelve a mí mente el rostro de Roma, que hace solo unas horas me dejaba libre de culpas para amarla, como solo yo podía hacerlo. Hipócrita. Soy un maldito hipócrita. Cómo puedo seguir besándola, como puedo decirle que la amo cuando destruyó una y otra vez su vida, cuando quiero contruir una nueva historia con ella sobre bases de mentiras, traiciones y mucho dolor. Entonces me detengo en seco y me aparto de ella. No puedo seguir con esto. Cierro el flujo de agua y me alejó dejándola confundida.

–¿Que ocurre Alex?– pregunta mientras camina detrás de mí.

–No me pasa nada... Solo quiero estar solo.– Respondo en tono frío y distante mientras seco mí cuerpo con una toalla. Alai no me reclama, ya no pregunta, pero su mirada transparente habla por ella cuando se encuentra con la mía. Sus ojos se ven invadidos por una sombra de tristeza y decepción que me rompe una vez más si eso es posible. Y me maldigo por ser tan idiota. Una parte de mí dice que quizás lo mejor es que se arrepienta de todo y me odie, porque si me odia no sufrirá tanto por mí cuando lo sepa todo, y otra, la egoísta, quiere retenerla a mí lado a pesar de todo. Comienza a vestirse dándome la espalda y estúpidamente pregunto –¿Que haces?– conociendo la respuesta ya que es más que obvia.

–Me voy antes de que me eches... Conozco como sigue está historia.– Suelta melancólica. –Tus miedos se apoderan de ti y te comportas como un cretino. Me dirás cosas como que lo que pasó entre nosotros fue un error o algo sin importancia, y que no quieres tener nada conmigo ni con nadie. Porque eres libre y no crees en las relaciones, o en estar atado a alguien.–

–Alai no es eso.– Intento explicarle pero no me deja.

–No es necesario que mientas Alex. No me importa, de verdad... Lo que hicimos fue de mutuo acuerdo. Yo también quería que pasara, no te estoy reclamando nada...– toma las últimas prendas que trajo con ella, pero no puedo dejarla ir. –Nos vemos luego supongo... Aunque si no quieres volver a verme, tampoco me importa.–

–Por favor Alai, quédate conmigo. Yo te amo, eres todo lo que necesito ahora y siempre.– Se vuelve en mí dirección y me mira extrañada por mí confesión. –Nunca me cansaría de ti, es más si fuera por mí me encerraría en esta habitación con vos para siempre, porque la sola idea de tenerte lejos un instante me tortura.–

–No te entiendo Alex.– suelta negando con la cabeza. –Cuando creo que se que es lo que quieres me sales con esto...– Se acerca a mí y la tomo por la cintura acortando la distancia entre nosotros apoderandome una vez más de sus labios. Y cuando me separó de ella, apoyo mí frente sobre la suya y susurro...

–Necesito saber algo y la duda me está matando.–




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