El diciembre estaba llegando a la ciudad y el frío calaba hasta los huesos. El abrigo que la cubría no estaba hecho para ese clima inclemente, trató de apretarlo aún más alrededor de su cuerpo para entrar un poco en calor.
Casi lloró de alivio al entrar en el bar, ahí la calefacción estaba perfecta y pensó en si podría quedarse ahí mientras el invierno pasara. Ana estaba sentada en la barra, con un montón de papeles alrededor y una copa de vino descansando a su lado.
—Oh, cariño, justo estaba pensando en ti. —exclamó la mujer mayor y Leanna se acercó despacio, insegura sobre porque su jefa deseaba verla.
Habían quedado en que pasaría por el local para que tomara el pago de la noche anterior, pero parecía que algo más había pasado, a juzgar por la cara de satisfacción de Ana.
Ese sentimiento se afianzó al ver a la mujer saltar de la silla donde estaba sentada e ir hacia la estantería de bebidas y verter una copa de vino para ella también.
Leanna arqueó una ceja en señal de pregunta, pero no dijo nada y aceptó la copa, pensando en que el alcohol ayudaría a entrar en calor cuanto antes.
—Gracias. —musitó, sentándose a su lado, pero procurando no quedar cerca de los documentos.
Ana estaba muy desconfiada con sus cuentas, así que no quería que pensara que trataba de chismear.
—Aquí tengo tu cheque de anoche. —Su jefa extendió el pedazo de papel en su dirección y Leanna trató de no parecer desesperada al tomarlo.
Sintió ganas de llorar al echarle un vistazo a la cantidad, era la misma de cada semana, pero esa vez le pareció demasiado poco. Si quitaba lo que iba a mandarle a su familia, le quedaría apenas para pagar el alquiler.
Si Ana advirtió el cambio en su semblante, tuvo la delicadeza de no comentarlo.
—Ahora, otra cosa. —espetó la mujer, llamando la atención de Leanna. Subió la mirada hacia ella y se encogió un poco al ver la sonrisa que adornaba su cara—. En realidad, dos. —corrigió, casi saltando en su lugar.
—¿Pasó algo? —Trató de no filtrar el temor que sentía en sus palabras, pero falló miserablemente. Agradeció que Ana estuviera demasiado ensimismada en lo que sea que tenía para decirle para darse cuenta de eso.
—Oh, claro que sí. Te dije que anoche estuviste increíble. Así que pensé, ¿qué te parece añadir una actuación más a la semana?
La pregunta hizo que el corazón de Leanna se detuviera por un instante para después volver a latir desbocado.
—¿Una noche más? —inquirió con cautela, temerosa de haber entendido mal.
Cantar en el bar no era su sueño, pero una noche más a la semana significaba más dinero y no podía hacerle ascos a eso.
—Los sábados. —confirmó.
—¿Los sábados? Pero... —Ana ahogó su protesta con un ademán de la mano, quitándole importancia.
Los sábados eran los días en los cuales el bar trabajaba mejor, pero Ana no le había dado siquiera la opción de cantar ese día porque era una novata. Que le ofreciera eso en esos momentos parecía un sueño y temía despertar.
—¿Qué te parece? —preguntó por compromiso, pero sabía que ninguna de las chicas podría rechazar la oferta.
—Yo... Claro que sí, es increíble. —Se arregló para decir, aun buscando el fallo en todo eso.
—Genial. —Ana aplaudió con fuerza y después empezó a rebuscar entre sus papeles—. Voy a agregarte a la lista. —dijo, más para sí misma que para Leanna y la joven se dispuso a levantarse porque estaba llegando tarde para el autobús que la llevaría hasta el banco—. Espera, espera.
—¿Necesitas algo más?
—Oh, he dejado lo mejor para el final. Dejaste a alguien muy encantado anoche.
—¿Sí? —La duda tiñó su voz.
—Te ha dejado esto. —Volvió a extenderle un papel y Leanna tuvo que sentarse para no caer de bruces en el suelo.
Se trataba de otro cheque, solo que la cifra escrita en este superaba con creces todo lo que había ganado en todo el tiempo que había trabajado en el bar.
—¿Que...? ¿Para mí? —Tartamudeó, aun sosteniendo el cheque entre sus dedos temblorosos.
—Claro que sí. Debo decir que es la primera vez desde que llevó este lugar que algo así sucede, pero es una sorpresa agradable.
—Pero... ¿qué se supone que...? Yo...
—No lo sé. La verdad es que lo vi por primera vez anoche. Dijo que le gustó mucho tu interpretación y que quería mostrar su apreciación.
—Yo...
—Tranquila, cariño. Es algo normal. Claro que la cantidad es mayor de lo que vemos aquí, pero no hay nada de malo en esto.
Leanna suspiró, sus pensamientos entrando en una guerra abierta. Ese dinero significaba la solución a todos sus problemas financieros, pero no podía sacudirse la idea de que recibir ese dinero estaba mal.
Permaneció con la mirada clavada en el papel como si ahí aparecería la respuesta a sus dudas.
—¿Quién es? —preguntó a cabo de unos minutos y ahogó un suspiro al ver a Ana negar con la cabeza.
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Editado: 04.04.2022