A pesar de todo ©

Capítulo 16: Déjate llevar

El frío comenzó a hacerse más pesado y aunque llevaba puesta la chaqueta de Kyan y también envuelta en sus brazos, él no tenía con qué protegerse. Nos subimos  a la camioneta y yo estaba presa en una especie de sueño, cerraba los ojos y recordaba lo recién pasado y parecía que era irreal pero no, al abrirlos, Kyan estaba a mi lado, sonriéndome y agradeciéndome el que le haya dado una oportunidad. Y la verdad era que ambos nos estábamos dando una oportunidad, ambos nos estábamos abriendo al amor.

Él; dejando a un lado las exigencias de los demás. Y yo; dejando a un lado mi aberración por sentir más.

— ¿Te gustaría ir a cenar? —preguntó, sonriéndome de una forma que erizaba mi piel. Ladeé la cabeza, no tenía nada de hambre… pero no quería separarme de él—, o podemos hacer algo más. Si quieres o puedes, claro. —Sonreí, hasta ese día pude notar que Kyan tenía cierta inseguridad con respecto a mí, pero no entendía por qué, sabía que me gustaba, aun así vivía para agradarme.

—Debo llegar a casa temprano… —recordé. Asintió con la cabeza.

—Voy muy deprisa, ¿cierto? —Negué con la cabeza. Había costado tanto que se abriera a mí… que ambos lo hiciéramos, que no iba a hacernos retroceder lo poco que habíamos avanzado. Debía controlar mi parte aprensiva.

—Yo no lo creo, ¿tú sí? —Ladeó la cabeza y un segundo después negó—, excelente. Y con lo otro… yo no tengo mucha hambre… pero si quieres podemos ir a algún lado. ¿Qué se te antoja? —Sonrió de lado y se encogió de hombros.

—En estos momentos… contigo en mi auto se me antoja devorarte los labios —respondió con desgarbo. Abrí mis ojos como platos, giré mi cabeza hacia la ventana queriendo ocultar mis mejillas sonrojadas. ¿Por qué decía todas esas cosas? Lo escuché reír—, no te escondas, me encanta verte sonrojada… lo siento si te incomodó lo que te dije, pero es la verdad.

—Yo… —balbuceé. ¡Claro, por supuesto que deseaba lo mismo! Solo que no hallaba cómo decirlo.

— ¿Sí?, ¿tú también lo quieres? —preguntó curioso. Aclaré mi garganta.

—Ese es canibalismo —respondí. Soltó una carcajada. Se miraba tan relajado, hablábamos como naturalidad, con cierta confianza que con el paso de los minutos aumentaba. Era como si nunca hubiéramos peleado.

Pasamos por el centro comprando una orden de tacos, luego decidimos regresar a casa. No le había pedido permiso a mi madre para llegar tarde y además no me agradaba dejarla sola cuando papá se encontraba de viaje, pues tendía a entristecerse.

Minutos después se parqueó frente a mi casa, eran pasadas las seis de la tarde, seguramente mi madre ya estaba haciendo la cena. Desabroché mi cinturón de seguridad y escuché como los seguros del auto se desactivaban, volví a verlo extrañada, antes hacía todo lo contrario… eso y que ahora ya no tenía intención de escapar.

—Listo, ya estás en tu casa, sana y salva… —Sonrió. Giré sobre el asiento para verlo de frente, él hizo igual.

—Muchas gracias, este día fue… maravilloso —musité. Se acercó un poco a mí.

—No te has arrepentido, ¿verdad? —Fruncí el ceño y negué con la cabeza. Iba a preguntarle a qué se debía la suya o si él ya estaba arrepentido—. No me mal intérpretes, es solo que… comprendería que lo hicieras, tú mereces a alguien con menos complicaciones que las mías.

—No puedo prometerte que nunca lo haré, pues quizá hasta tú con el tiempo desees irte… —Iba a espetar pero no lo deje—… pero ahora, en este mismo momento yo… —Cerré los ojos y suspiré silenciosamente—… ya no voy a resistirme… ya no quiero hacerlo.

—Me encanta saber eso… pero prométeme algo —murmuró, estábamos a un suspiro de romper las distancias—, por favor solo déjate llevar, iremos a tu paso pero no te frenes nunca, menos conmigo.

—Te lo prometo…

Rompió los escasos centímetros que nos separaban y selló nuestras bocas, primero atrapó uno de mis labios entre sus dientes, lo haló y mordió a su antojo, luego pasó con el otro e hizo igual, me besaba con delicadeza pero al mismo tiempo pedía todo de mí, nuestros alientos se mezclaron y se hicieron uno, su lengua delineó como un pincel el borde superior de mis labios lo cual provocó que soltara un suspiro, entonces me invadió. Y sentía como mi cuerpo era preso de corrientes eléctricas que despertaban cada milímetro de mi piel, que vivificaban cada célula que componía mi cuerpo. Kyan me hacía volar, me transportaba a realidades subalternas, donde nada más importaba, nada fuera de nosotros y ese cálido beso. Sus labios eran suaves y adictivos, nunca me cansaría de probarlos.




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