A Segunda Vista

3. ¿Es amor?

—Felicidades, es nena.

Parpadeo, aún tratando de ubicarme en tiempo y espacio. Quien acaba de darme la noticia es Luc. Nada más que Luc. No hay otra persona en el lugar y eso me acaba de dejar aún más mareada y golpeada luego de todo por lo que he pasado momentos antes.

—¿Ne…na? Wao, qué…bien—murmuro e intento hacer un espacio en mi poca lucidez para llamarme al presente—. ¿Dónde…está? Quiero…verla.

Luc no hace un gesto de buenas nuevas sino que intercambia una mirada con otra persona presente en la sala. Es María quien acaba de entrar con dos cafés en manos.

—¡Valentina! Despertaste, qué alegría más grande saber que estás bien.

—Iré a avisar a un médico, ahora regreso—dice Luc.

María se sienta a mi lado y le entrega a Luc el café cuando se cruzan. Él sale y la miro a ella tratando de enfocarme en lo que tengo alrededor.

—Ya no te podremos seguir bulleando por la panzota—acota ella.

—Quiero…ver a mi…bebé.

—Oh, tú…bebé…—murmura y es cuando me hace ruido a mí también la palabra posesiva con la que me he referido al niño. O niña—. ¿No hablaron de eso ya con el abogado de Sebastián?

Frunzo el entrecejo.

¿Qué tiene que ver ella en los acuerdos a los que he llegado con Sebastián? Entonces cuadro las piezas cuando ella me explica:

—Cariño, olvidé contarte que yo llevo las finanzas de Sebastián y tuve que ponerme al tanto de los acuerdos. La confidencialidad llega a los equipos contables y legales de cada quien.

Claro, mis equipos fantasmas que no tengo claramente.

—¿No puedo…ver a la bebé…María?

—Eso es decisión del padre. De Sebastián.

—Ella está con él.

—Exacto. Y tu tienes una buena suma de dinero por los acuerdos a los que llegaron, todos contentos.

Frunzo el entrecejo y arrastro mi mano a la mesita, pero no encuentro mi móvil. Ella se encarga de pasármelo tras buscarlo en un bolso que tengo en el lugar.

—Aquí tienes.

—Gracias—murmuro y entro a mi cuenta bancaria, encontrando un número de siete cifras que me hace sentir pésimo.

Mis ojos se llenan de lágrimas y angustia.

—¿Qué rayos es esto, Maria?

—Un giro de dinero.

—¿De Sebastián?

—Sí, como acordaron.

—¡No he vendido a mi bebé, por todos los cielos!

—No, llegaron al acuerdo de un giro de dinero adelantado por prestaciones de servicios con su firma.

—Servicios que nunca existirán. ¿Eso…estaba en el acuerdo?

—Así es.

—Entonces informalmente sí le he vendido a mi hija.

—No puedes decir que no lo sabías, Valentina, desde el primer instante sabías que Sebastián te protegería de por vida. Pero no estaría tras de ti todos los días, es un solo giro de dinero por una prestación fantasma de servicios y ya. Tienes lo que buscabas, ahora puedes seguir tu vida.

Le da un sorbo a su café y quedo horrorizada.

¿Cómo se atreve a hablarme así? Bueno, Maria desde que llegó a la empresa siempre fue de entrar en confianza demasiado rápido para mi gusto.

De pronto la puerta se abre y entra una médica junto a Luc. Él se queda con Maria y la doc me revisa y hace algunas preguntas para luego informarme que estaré bien y en breve me darán de alta. Se dirige a Luc para avisarle que ya me pueden llevar a casa, pero nadie habla de mi bebé.

—¿Cómo está la niña?—le pregunto a la doctora con lágrimas derramándose por mis mejillas—. Yo…la entregué en adopción, ya lo sé, pero quiero estar tranquila de que está bien.

—Oh, sí, está perfecta. En observación porque nació prematura, el papá se encuentra con ella ahora.

—¿Podré verla?

—Creo que será conveniente que eso se solucione con administrativos de la clínica y el equipo legal del padre. Usted comprometió la responsabilidad parental de manera previa al nacimiento.

—Solo quiero conocerla—le pido con la desesperación calando hondo en mi voz.

—Yo me encargaré de interceder—se compromete Luc—, pero entiende que Sebastián es quien decide.

—Por favor, hablen con él—le suplico—. Quiero conocer a mi…a la…bebé…

En efecto, Luc intercede con un representante legal de la clínica y con el abogado de Sebastián ya que este termina aceptando y, en silla de ruedas con apenas una bata puesta, me llevan hasta la sala de prematuros. No está en incubadora mi bebé sino en brazos de Sebastián quien sostiene a mi hija con Pascal a su lado, pero tras él hay otra mujer.

—Se…bastián...—murmuro en cuanto entramos a la sala y los tres se vuelven a verme mientras Luc arrastra mi silla.

La mujer es la ex de Sebastián, ¿qué hace ella aquí? No debería estar tocando a mi hija, no deberían estar aquí ahora mismo.

Todos juntos me impactan como lo que yo no tengo y ellos sí parecen serlo ahora mismo…

…una familia.

 




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