A Segunda Vista

12. Dios tiene sus porqués

Narrado por Valentina

 

Hola, ¿Dios?

¿Estás ahí?

¿Qué clase de desafíos son estos? ¿Tú pones desafíos a las personas? Me enseñaron que no castigas, que tu nombre es sinónimo de amor puro, me negué a creer en tu existencia por un tiempo, pero al ver que las cosas cambian constantemente llegué a la conclusión de que la única permanencia es ese motor que pone todo en movimiento. Es decir que lo único real eres tú.

Tuve circunstancias adversas a las que quise ponerme firme y demostrar que podría llevarlas con sensatez. Sin embargo, algunos errores me demostraron que pese a creer que estaba tocando fondo, lamentablemente existe un punto más profundo donde caer. Tuve errores que me llevaron a querer salir con urgencia de ello y huir en otras direcciones, respondiendo en consecuencia a mis actos pasados y eso es lo primero que puedo tomar como aprendizaje: no importa qué tan lejos te vayas, antes tienes que solucionar las cosas porque las decisiones que no tomas de manera anticipada luego te repercuten con efectos aún más severos.

¿Qué otra cosa puedo aprender de esto? Mmm, si es que lo que buscas es hacerme aprender y recapacitar. Que no es tarde. Aún no es tarde. Que eso que dejaste sin resolver y aplazaste luego estalla en tus manos, pero si luego del estallido aún tienes el corazón y el cerebro alertas para recomponer algo de lo que sucede o para empezar de nuevo, o bien para pensar en otra historia que sea la que luego vayas a contar, entonces ahí es donde queda la oportunidad escondida. Una oportunidad cuya luz está un poco opacada por las sombras de las circunstancia que se hacen llamar problemas.

Si lo pienso ahora, ¿cuál es mi conclusión? Ejem, ¿sigues ahí? Ah, entonces, siempre estás. Bueno, aquí va: que los problemas como tal no existen. Que el orden de las circunstancias tienen que ver con nuestras acciones inspiradas en la dirección correcta porque el movimiento pendular del destino va trazando hacia dónde es el camino.

 

—¿Cómo es eso de que se van a Buenos Aires?

Luc es el primero en aparecer.

—Nos vamos—le dice Sebastián mientras yo aún sostengo a la nena y él hace los bolsos.

—¿Qué pasa con Lorna, Maria, el abogado?

—Nos vamos—vuelve a decirle—. Y tú también, pero en otra dirección.

—¿Cómo?

—Luc—le hablo ahora yo—. Necesito… Que te encargues de que todo el caos que se puede armar cuando salga de Uruguay con la niña puedas velar por mantenerlo bajo control. Eres la única persona que conoce a todos los que han intervenido en esto, eres quien puede mantener bajo control todo.

—¿Pero por qué…?

—Ha muerto mi padre.

—Caray, Valentina. No me digas eso. 

—Sí…—rompo otra vez en llanto, pero la idea de que mi nena va a seguir en mis brazos me resulta de gran valor al corazón. Es un empujoncito útil a mi autoestima que viene tan golpeada en los últimos días.

—Cielos, lo siento tanto—Luc hace por abrazarme, pero no puede ser muy sentido ya que sostengo aún a la niña.

—¿Me ayudas con mis cosas?—le pido a Luc y luego me vuelvo a Sebastián quien está haciendo algunas cosas en su celular—. Creo que tenemos que pasar a buscar el bolso de la nena por el apartamento, Sebastián.

—No, es que… Cielos, lo olvidé.

—¿Puedes pasar por Pascal? Hablaré para que te autoricen—le pide Sebastián a Luc—. Luego buscamos las cosas de la nena nuevas en una pañalera o esos locales donde venden todo para bebés.

—Bien—murmuro, a sabiendas de que alguna vez ya hicimos eso—. Te lo pagaré, Sebastián. También pagaré mi vuelo.

—Listo el vuelo—asegura él tras haberlo comprado en el móvil—. Sale uno en tres horas, llegamos con lo justo a preembarcar. Avisa a tu familia que irás.

—No sé si quieran saberlo…

—Ahora la niñera Luc debe hacerse cargo—asevera mientras busca en el móvil el contacto del colegio al que va Pascal—. Márcales, por favor.

—Sí, sí…

Sebastián se queda hablando al colegio quienes le piden que haga el pedido de manera online, pero Luc aprovecha para apartarse conmigo y con la beba hablando por lo bajo:

—¿Estás segura de esto?

—Mi familia no quiere verme—murmuro apenada—. Pero tengo muchos pendientes con ellos. Además, es una oportunidad para estar al menos un día más, cerca de mi beba.

—Pero respecto a él. ¿Te hará bien?

—Ay, creo que sí—suspiro.

—¿Aún lo amas?—la pregunta me queda suspendida en la consciencia hasta que Sebastián termina de hablar y se regresa a mí.

—¡Listo! ¡Debemos irnos!

—Quién iba a pensar que pasamos de ser enemigos natos a tu niñero y asistente—le dice Luc, apartándose de mí.

—En serio que te agradezco esto, Luc—le dice Sebastián y verles intentando llevarse bien me hace pensar nuevamente en qué tipo de enseñanzas puede dejarme la situación.

Dios, ¿sigues ahí? ¿Estoy en lo cierto si asevero que pese a todo lo que ha sucedido, sigo profundamente enamorada de Sebastián?

 




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