Entramos lentamente. Leo y yo logramos sentir que había algo con vida dentro. Sentir puede sonar algo exagerado, pero logramos escuchar algo. No pudimos determinar de qué habitación provenía ese sonido por el eco, así que revisamos todas las aulas y baños, pero no encontramos nada.
Solo nos faltaba revisar Dirección. Abrimos de forma muy despacio la puerta hasta llegar a su límite. Cuando la revisamos, nos encontramos con algo mucho más lindo y adorable de lo que esperábamos, era la mascota del colegio, Michifus, un gato negro con manchas blancas que solía pasear por los pasillos del colegio y obtener mimos por parte de los alumnos que se cruzaba. Según nos contaron, cuando el colegio abrió sus puertas por primera vez, este adorable gatito fue el primero en entrar y nunca más salió de la institución. La directora Estela y José le tenían mucho afecto a este y siempre lo tenían bien cuidado, alimentándolo y mimándolo a diario. Hasta tenía su propio sillón en Dirección.
Parecía que, aunque sus dueños abandonaran la institución, él no quería dejar su hogar. Aunque José y Estela sabían que no volverían a verlo, le dejaron 4 bolsas de comida, todas abiertas.
Arriba del escritorio encontré una carta en la que decía:
"Queridos alumnos:
Dejamos en sus manos la responsabilidad de cuidar a Michi en este período en que ustedes habitarán este espacio. Nosotros no pudimos sacarlo del colegio, ya que él estaba muy encariñado con este. Así que esperamos que cuiden bien de él.
Para facilitarles este trabajo, les dejamos muchas bolsas de comida apropiada para el pequeño y, dentro de la biblioteca con llave la cual dejo atada a esta carta, se encuentran todo tipo de medicamentos necesarios para él.
También dejamos 5 guías de veterinarios para saber cómo lidiar con alguna enfermedad que Michi o sus mascotas sufran.
¡Les deseo la mayor de las suertes!
ATTE Estela"
En fin, le dimos alimento y bebida a el pequeño de forma apropiada en su tachito y le di la "orden y responsabilidad" a David de cuidar y jugar con él. El objetivo de esto era de que se despejara y que salga del shock en el que se encontraba.
Mientras tanto, con Dini, atamos a nuestros perritos al poste de la bandera que se encontraba en el patio del colegio y les dimos agua para que se hidrataran.
Después de esto, con Leo, juntamos todos los recipientes que encontramos y los llenamos de agua. Afortunadamente, el colegio no había tirado todas las botellas que se encontraban en el contenedor de reciclaje de plástico. Hicimos esto porque el agua no se había cortado hasta ese momento y sabíamos que en algún momento se cortaría, por lo que juntamos la mayor cantidad de agua posible.
Luego cargamos al máximo nuestras linternas, celulares, etc. Preparamos horarios en los cuales marcábamos el uso de la energía para no gastarla totalmente, pero esto no fue un problema cuando, en 2 camionetas diferentes, llegaron Lisandro Giani, Luciano Lamberti y Carlos Galeano, que traían consigo unos grandes módulos de paneles solares, un panel de control y planos de como instalarlos que robaron parte de las casas de su barrio de “Chetoslovaquia” y de la facultad de Ingenieria de Lomas de Zamora, específicamente de la sala de estudios de recursos renovables.
Los saludamos rápidamente y, Lisandro y Carlos, empezaron a instalar estos en el techo del edificio para así recolectar energía para la noche. Luego llegó Camila Vega, quien trajo comida y herramientas a batería y todo tipo de herramientas que se utilizan a mano. Eso le vino cómodo a Giani y Galeano, que se encontraban instalando los paneles hasta ese momento a puro destornillados y martillo.
Poco a poco fueron llegando mis compañeros: Maximiliano Carbiondi, Coanque, Marques Frey, Hernán Cruz, Dibiris, Sánchez, Menn, Papaniseo, Antelo, Borracer, Martina, Pato, Lewin, el chino Fernandez, Lugo, Gabarain, etc.
Todos estos nuevos huéspedes llevaban comida, bebidas, herramientas y un cuchillo, cosa que se suponían básicas, o por lo menos lo eran para ese momento. Algunos llevaban armas de sus familiares, como Carbiondi que llevaba un rifle de aire comprimido o Hernán que llevaba un revólver, pero no más que cosas en específico.
Ya casi al anochecer, logramos ver tres figuras caminando a mitad de la calle iluminadas por el último rayo del sol.
Eran Aymara Mamani, Melina Farao y Marzala. Todos traían un carrito lleno de municiones y alimentos.
Aymara portaba una catana (o por lo menos, eso creo hasta la fecha que era, jamás le pregunté) que su amiga japonesa le había dado como obsequio antes de partir a su país natal. Melina llevaba en su poder un rifle que le pertenecía a su abuelo y un revólver. Marzala solo llevaba un cuchillo solo para defensa personal de cuerpo a cuerpo. En fin, las dejamos pasar y empezamos a organizar las habitaciones (todos llevaban una bolsa de dormir y una almohada. Algunos también, como nosotros, trajeron frazadas, ya que sabían que el invierno se aproximaba).
Todos se fueron acomodando poco a poco. Primero, bajamos la mayoría de las mesas de las aulas al SUM y el resto las utilizamos como mesitas de luz. Luego ubicamos a las mascotas de todos en la sala de informática, donde se ubicaron cómodamente sin ningún problema. Sorprendentemente no se pelearon. Parecía que los perros estaban conscientes de la situación en que nos encontrábamos.
Editado: 05.06.2021