Los ladridos y aullidos de los perros empezaron a sonar muy fuerte. Aullidos de ruego, pidiendo salir al patio para hacer sus necesidades.
7:30 de la mañana y, aún parecía de noche.
Habitualmente, a esa hora ya el cielo estaba claro, con el brilloso y enceguecedor sol.
Miré a mi alrededor. Michi se encontraba acostado sobre mí, intentando encontrar una fuente de calor y refugiarse del terrible frío que acechaba pleno otoño.
Me levanté lentamente, sin hacer ruido. Corrí a mi amigo felino al sillón que aún se encontraba caliente la zona donde estaba recostado.
Miré por la ventana y logré ver la calle vacía. Eso era raro. Por costumbre, antes del desastre, era una de las calles más movidas desde las 5 de la mañana.
Destrabé la puerta de mi nueva habitación y oficina y salí muy tranquilo.
Al abrir la puerta, parecía que estaba en la puerta de un freezer industrial. Si bien, las ventanas estaban tapadas, las puertas que unían el patio y la estructura mayor de la escuela, donde nos hospedamos, estaban abiertas.
Mire la manija de afuera. Parecía magullada, rayada, como si alguien hubiera querido forzarla y entrar por la noche. No le di mucha importancia
Al salir, logré ver a Mercuri, quien se suponía que era la guardia de la parte de abajo esa noche, palmado en el suelo, durmiendo.
-¡¡¡Dale pelotudo, levantate!!! - Le grite en el oído. Pero no hubo reacción.
Le empecé a pegar unas palmadas en la cara cuando empezó a reaccionar.
-Porque te quedaste dormido? Pasaba algo y vos ni te enterabas pelotudo- dije bruscamente, pero no tuve respuesta.
Noté que su ojo estaba rojo, tenía unos moretones en el rostro y sangrando la parte derecha de la sien.
-Qué te pasó? Explicame que no entiendo nada. - le dije ya con poca paciencia.
El me miró fijamente y me dijo:
-La puerta… la fábrica… - y se desmayó.
¿QUE FABRICA? ¿QUE MIERDA PASÓ? MERCURI LPM LEVANTATE Y EXPLICAME. ¡¡¡NO ENTIENDO NADA!!!
Logré oler un aroma a quemado
Me acerqué a la puerta y logré ver que, por encima de la fábrica donde estaba el horno de madera, nacía una gran cantidad de humo, un humo que nos demostraba nuestra perdición.
No estaba seguro si era de la fábrica, pero no iba a arriesgarme.
Nosotros teníamos la idea de utilizar ese almacén como refugio del frío en invierno, queriendo utilizar su horno como estufa ambiental gigante. Si no teníamos eso, estábamos perdidos.
Además, no estábamos seguros si el humo atraía o no a los caminantes.. Si se llegaba a acercar la horda gigante de la que habíamos escapado en el centro de Monte Grande, nuestras rejas caerían por todo el peso y nos dejarían como plato servido para los caminantes. No podíamos permitir ese riesgo.
Subí corriendo y me encontré a Menn y Sánchez de guardia.
-CHICOS, RÁPIDO, VAYAN A LA FÁBRICA QUE SE ESTA PRENDIENDO FUEGO. INTENTEN PARARLO O MANTENER BAJAS LAS LLAMAS Y PROTEGER EL HORNO. ¡SIN EL, NUESTRO INVIERNO VA A SER EN TIERRA DEL FUEGO! -grité con toda la fuerza que me quedaba en mis pulmones
Sánchez y Menn corrieron hacia las fábricas, mientras que yo me aproximé a la preceptoría para activar el timbre y despertar a todos para que nos ayuden.
Justo antes de oprimir el botón, recordé que Mercuri aún seguía abajo. No podía dejarlo ahí.
Llamé a Camila, quien se despertó con malhumor, como de costumbre, pero reaccionó rápidamente. Me ayudó a levantar a Mercuri y llévalo al sillón de mi nueva y cómoda habitación. El seguía inconsciente. Respirando, pero inconsciente. Ella, aún dormida, me preguntó qué había pasado. Le dije literalmente lo que había visto pero no sirvió de nada.
Mire por la ventana y ví el color blanco del humo. Eso era extraño.
Ya en ese punto no sabía qué me helaba la piel: los magullones en mi puerta, Mercuri inconsciente, el humo blanco o el frío que hacía.
Le pedí a Cami que levantara a todos y que les pidiera que preparen baldes de agua.
Ella subió y yo busqué un matafuego en la oficina, pero no encontré nada.
Con mi cuchillo en mi cinturón, fui al SUM y, con la ayuda de la fina lámina metálica del arma blanca, quité el vidrio cuidadosamente de la caja del matafuego y tomé el pesado cilindro rojo, cuando se escuchó un gran golpe, que hizo temblar el suelo.
¿ESO FUÉ UNA EXPLOSIÓN? -pensé
Tomé el matafuego, mi cuchillo y corrí hasta la cerca que separaba nuestro patio y las fábricas. Abrí la reja y corrí por el césped lleno de rocío hacia el almacén del fondo, donde parecía provenir el humo y se encontraba el horno industrial. Al acercarme, noté fácilmente que el humo no provenía de la fábrica, sino de una bajada llena de pasto seco, el cual ardía como madera en el desierto.
Entré sigilosamente en la fábrica donde se habían dirigido Sánchez y Menn y, logré ver como el gigantesco horno había aplastado tres cuartos del cuerpo de mis 2 compañeros.
Editado: 05.06.2021