Adolescencia entre muertos

Capitulo 22: El origen del directorio y los fantasmas

 

 

Fragmento de nota – Meses antes del desastre:

“Estoy al límite. No doy más. En cualquier momento, agarro y los aniquilo a todos. Se creen que porque no respondo o miro a otro lado soy un cobarde. No mi amor… Solo que sé que si salgo de mi disfraz y saco a la verdadera víbora que soy, no voy a dudar cambiar mi rumbo por ninguna rata que se me interponga…”

 

 

Tomé la silla de la habitación y la apoyé de tal manera contra la puerta que la trabara y nadie pudiese abrirla. Comencé a dar vueltas en la habitación, caminando de punta a punta mirando al suelo, pensando en que hacer. La habitación apenas tenía una pequeña ventana de vidrio traslucido donde entraban unas pocas pizcas de luz solar, pero durante todo el tiempo la lampara de mi habitación estaba encendida. Caminaba y caminaba sin parar, pensado que hacer.

No podía salir por ningún camino a la vista. Parecía que quedarse era la única opción, pero no confiaba en Yan y el directorio, menos después de todo lo que me hicieron y escuchar su conversación…

Un fuerte dolor de cabeza me invadió, mis piernas comenzaron a temblar de una manera incontrolable, mi respiración se agitó al punto que me costaba respirar, sentí un mareo, sentí como me apretaba el pecho y mi garganta se puso seca.

Un ataque de ansiedad…

No tenía uno de esos desde aquel oscuro invierno…

No tenía uno desde los días posteriores al hecho con Felipe…

Me recosté en la cama, miré al techo, cerré los ojos y comencé a respirar profundo.

“Todo va a estar bien, todo va a estar bien” me decía a mí mismo en voz baja, mientras masajeaba mis manos para que no comenzaran a temblar también. Decidí sacarme las zapatillas y vi como tenía los pies hinchados. Me recosté y me acomodó bien en la cama, apoyando la oreja izquierda contra la almohada de la cama donde me acosté, apoyé el brazo que tenía vendado de manera cómoda, cerré los ojos y comencé a respirar hondo hasta llenar mis pulmones de aire y soltarlo.

Percibí un cosquilleo en mis pies, abrí los ojos y una fuerte energía invadió mi cuerpo. No sabía si acaso era adrenalina o qué, pero tenía ganas de correr, ganas de salir y correr. Entonces, escuché como alguien golpeaba la puerta. Me levanté rápidamente, tomé la silla y dije “¡PASE!”.

Apenas siquiera se abrió la puerta, partí la silla de madera en la cabeza de quien estaba abriendo la puerta, quien a mi parecer parecía uno de los que estaban hablando con Yan acerca de que hacer conmigo, pero que llevaba una gorra puesta. Esta persona cayó desmayada en el piso, por lo que la tomé y la puse dentro de la habitación, acostada en la cama de enfrente a la mía.

“¿QUÉ ESTOY HACIENDO?”

No lo sabía, un ataque de energía por escapar me había invadido y no podía parar. Tomé una de las patas de la silla que se había roto cuando golpee al muchacho que ahora descansaba tumbado en mi cama vecina. Me puse la gorra del chico que había quedado en el suelo alfombrado cuando cayó y tomé también su campera, que no era muy abrigada que digamos. Abrí la puerta y salí de la habitación, encontrándome nuevamente con el extraño pasillo de puertas. Llegué rápida pero silenciosamente a la puerta del final del pasillo y apoyé la oreja en la puerta de madera…

Nada…

Silencio…

Asegurado que no seguía Yan ni tampoco había alguien, abrí la puerta y la cerré rápidamente, entrando a la iglesia, encontrándome a metros del hoyo. Agaché la vista al suelo y comencé a caminar, cada vez acelerando mas el paso. Pasé el hoyo sin problema, y llegué a al fin tocar el aire fresco. El cielo estaba oscuro y apenas salían unos pocos y escasos rayos de sol. Aparentaba recién ser de mañana, ya que en el campamento apenas escuche a 2 o 3 personas rondar. Me direcciones hacia le largo e infernal pasillo tapándome la cara lo más posible e iba tan veloz al punto que parecía que estaba corriendo. En cuestión de segundos, pasé todo el pasillo y llegué al pequeño espacio. La pesada puerta corrediza estaba abierta, por lo que pasé al salón azul sin problema alguno, el cual llevaba directamente a la puerta de salida. Esta estaba abierta y pude ver como alguien estaba sentado en medio de la calle, a espaldas de la perta, sentado en una silla plástica (Seguro la silla que había dejado allí la primera vez que me intenté fugar).

No lo dude dos veces. Fui directamente hacia él y, antes que siquiera pudiese reaccionar, lo golpee tan fuerte en la nuca con la pata de madera que llevaba en la mano que cayó inconsciente en el duro asfalto. Mi energía, en vez de agotarse, cada vez era mayor, por lo que tomé la silla, la puse al lado de la reja y ya con esa altura, comencé a trepar. Di la vuelta del lado donde estaba cachado de la reja y comencé a bajar. Una vez abajo, fuera del pequeño “patio” cercado de la fortaleza de la “Comunidad”, comencé a correr y correr sin parar. Mir piernas no podían parar, ¡LITERALMENTE!

¡Era libre!

¡¡¡LIBRE!!!

Entonces, la escuché…

Una voz…

Esa voz…

Salí de mis pensamientos, me di media vuelta y el panorama había cambiado totalmente…

El cielo estaba totalmente oscuro, era plena noche, pero eso no impedía que hubiese luz… La iglesia y el edificio de la sociedad de fomento (El lugar donde estaba la cocina, el salón azul, etc.) estaba en llamas.
Una pequeña frase me vino a la cabeza… “La única iglesia iluminada es la que arde en llamas”. Poco tenía que ver, pero me pareció irónico sabiendo que los “iluminados” del directorio se reunían ahí. Ahora si habría luz verdadera...

Las rejas que daban un pequeño parque en la puerta de la sociedad de fomento estaban caídas y todos los del campamento estaban corriendo de acá para allá por la calle, gritando asustados. Sin embargo, había sudo una sola la voz que me había llamado la atención. Observé bien el panorama y ví que es lo que tanto me llamaba la atención…



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En el texto hay: zombies, argentina, monte grande

Editado: 05.06.2021

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