Pov Becca
Había llegado la hora de contarle a Debbie toda la verdad, pero a Steve y Harkat no les gustaba mucho la idea.
-¿Y si se lo dice a la policía? -gritó Steve.
-Es peligroso -advirtió Harkat-. Los humanos son impredecibles en... el mejor de los casos. No puedes saber cómo va a reaccionar, ni lo que...hará.
-No me importa -dije obstinadamente-. Los vampanezes ya no jugarán más con nosotros. Saben que conocemos su existencia. Fueron a matar a Debbie y a sus hijos, y como no los encontraron, asesinaron a la gente que vivía en los apartamentos contiguos. Las apuestas han subido. Ahora vamos en serio. Hay que explicarle a Debbie lo grave que es esto.
-¿Y si nos delata a la policía? -preguntó Steve en voz baja.
-Es un riesgo que tendremos que correr -repuse, tomando aire.
-Un riesgo que tú tendrás que correr, Rebecca-dijo Steve mordazmente.
-Pensaba que estábamos juntos en esto -suspiré-. Si me he equivocado, vete. No te detendré.
Steve se removió inquieto en su silla, y los dedos enguantados de su mano derecha recorrieron la cruz sobre la palma descubierta de su mano izquierda. Hacía eso a menudo, del mismo modo en que Mr. Crepsley se
acariciaba la cicatriz cuando se ponía pensativo.
-No hace falta ponerse así -dijo Steve hoscamente-. Estaré contigo hasta el final, como prometí, cuidando las a ambas (se refería también a Cate). Pero estás tomando una decisión que nos afecta a todos, y no es justo. Deberíamos someterlo a votación.
Meneé la cabeza.
-De votación, nada. No puedo sacrificar a Debbie y a sus hijos, como tú no pudiste dejar que Garfito me matara en el callejón. Sé que estoy
anteponiendo la seguridad de Debbie y los niños a nuestra misión, pero no puedo evitarlo.
-¿Tan fuerte es tu culpabilidad de lo que les pasó a tus demás amigos? -preguntó Steve.
-Sí.
-Entonces, no discutiré más. Dile la verdad.
-Gracias.
Miré a Harkat, buscando su aprobación.
La Personita bajó la mirada.
-Esto no está bien. No puedo detenerte, así que no voy a intentarlo, pero... no lo apruebo. El grupo debería estar siempre antes que... el individuo.
Se subió la máscara (que necesitaba para filtrar el aire, que le resultaba tóxico) para cubrirse la boca, nos volvió la espalda y se sumió en un hosco silencio.
***
Debbie apareció poco antes de las siete. Se había duchado y cambiado de ropa (la policía le había traído algunos objetos personales de su apartamento), pero seguía teniendo un aspecto terrible.
-Hay un agente de policía en el vestíbulo -dijo al entrar-. Me
preguntaron si quería un guardia personal y les dije que sí. Cree que he
venido aquí a darte clase. Le he dicho tu nombre. Si no te parece bien... ¡te fastidias!
-Yo también me alegro de verte -sonreí irónica. Ella me ignoró y entró en el apartamento, y se detuvo en
seco cuando reparó en Steve y Harkat (que estaban algo más allá).
-No dijiste que íbamos a tener compañía -dijo envaradamente.
-Ellos tienen que estar aquí -respondí-. Son parte de lo que tengo
que contarte.
-¿Quiénes son? -preguntó.
-Este es Steve Leopard.
Steve hizo una breve reverencia.
-Y ese es Harkat Mulds.
Por un momento creí que Harkat no iba a mirarla. Entonces, se dio la
vuelta lentamente.
-¡Oh, Dios mío! -dijo Debbie con voz ahogada, impresionada por
sus grises y antinaturales facciones llenas de cicatrices-
-Supongo que no ves a muchos como... yo en la escuela -sonrió
Harkat nerviosamente.
-¿Es... -Debbie se humedeció los labios-...es de aquel centro del que me hablaste? ¿Donde vivíais Evra, Ben y tú?
-No hay ningún centro. Era mentira.
Me miró fríamente.
-¿En qué más me has mentido?
-En todo, más o menos -sonreí con aire culpable-. Pero las mentiras terminan aquí. Esta noche te contaré la verdad. Cuando acabé, pensarás que estoy loca, o desearás que no te lo hubiera contado nunca, pero tienes que escucharme: tu vida y la de tus hijos depende de ello.
-¿Es larga la historia? -preguntó.
-Una de las más largas que hayas oído jamás -respondió Steve con
una carcajada.
-Entonces, será mejor que tome asiento -dijo ella. Escogió una
silla, se quitó el abrigo, lo puso sobre su regazo y asintió abruptamente para indicarme que podía comenzar.
Empecé por el Cirque du Freak y Madam Octa, y seguí a partir de ahí. Le narré rápidamente mis años como asistente de Mr. Crepsley y mi época en la Montaña de los Vampiros. El nacimiento de Cate y que le padre era Steve. Le hablé de Harkat y del Señor de los Vampanezes. Luego le expliqué para qué habíamos venido aquí, lo de los formularios falsificados que se habían enviado a Mahler, cómo me había encontrado con Steve y qué papel jugaba él en esto. Terminé con
los sucesos del fin de semana.
Cuando acabé, se produjo un largo silencio.
-Es una locura -dijo Debbie finalmente-. No puedes estar hablando en serio.
-Lo está -dijo Steve, riendo entre dientes.
-Vampiros... fantasmas... vampanezes... Es absurdo.
-Es la verdad -dije suavemente-. Puedo demostrarlo.
Levanté los dedos para enseñarle las cicatrices en las yemas.
-Las cicatrices no demuestran nada -sonrió con desdén.
Fui hacia la ventana.
-Ve hasta la puerta y mírame -dije.
Debbie no respondió. Pude ver la duda en sus ojos.
-Vamos -dije-. No te haré daño.
Sujetando el abrigo delante de ella, fue hacia la puerta y se quedó de pie frente a mí.
-Mantén los ojos abiertos -dije-. Ni siquiera pestañees, si puedes evitarlo.
-¿Qué vas a hacer? -preguntó.
-Ya lo verás... o, más bien, no.
Mientras ella me miraba atentamente, tensé los músculos de las piernas y seguidamente eché a correr, deteniéndome justo delante de
ella. Me había movido tan rápido como pude, más rápido de lo que el ojo humano podía percibir. A Debbie debió parecerle que, simplemente, había desaparecido y reaparecido ante ella. Sus ojos se abrieron como
platos y se apretó contra la puerta. Dándome la vuelta, me lancé hacia el
punto de partida, nuevamente más rápido de lo que ella podía captar, y me detuve junto a la ventana.