Deo
Estoy supremamente ansioso por unirme para siempre con Marla, me muevo en mi sitio hasta que la marcha nupcial empieza y ella entra con un vestido blanco que se eleva sobre su abultado vientre. Se ve majestuosa y angelical al mismo tiempo. Mi corazón se calienta por el amor tan grande que siento por ellas. Es simplemente perfecta.
La ceremonia se lleva a cabo y me he casado con la mujer que amo. Mi corazón quiere explotar de la felicidad que siento en estos momentos. Contrario a lo que mis padres querían, Marla y yo decidimos tener una boda sencilla con pocos invitados, nuestras familias y amigos más cercanos celebran con nosotros la unión de nuestro amor.
—Felicidades, cariño. —mi madre me abraza—. Les deseo una vida muy feliz juntos.
—Gracias, madre. —No quepo en mi cuerpo de la felicidad.
—Felicidades, hermano. Les deseo muchos éxitos. —ver a mi hermano mayor de recuperado casi en un noventa por ciento es maravilloso.
—Gracias, hermano. —Nos damos un abrazo fraternal.
—Y dime, ¿dónde celebrarán la luna de miel? —pregunta con bastante interés.
—Creo que iremos a Santorini, el embarazo de Marla está avanzando y no queremos ponernos en riesgo —No quiero que nada malo le pase a nuestra bebé.
—Que les vaya muy bien. —Se aleja de mí y yo retomo mi conversación con los demás invitados. Hubiera querido invitar a Athena y Xenia, pero quise evitarles un mal rato a causa de mi hermano, aún me cuesta entender como pudo ser capaz de rechazar a su pequeña hija. Por suerte, nos tiene a nosotros para amarla. No culpamos a Athena por no ponerle el apellido Vlachos, para nosotros es más importante que ella nos vea como familia, cosa que hace. Soy su tío favorito y la amo mucho.
Se acerca la hora del baile y busco a mi esposa con la mirada, pero no logro verla a simple vista.
—Mamá, ¿has visto a Marla? —Me preocupa que algo malo le haya pasado.
—No, cariño. Debe estar cerca. —ella retoma su conversación mientras yo camino por los alrededores buscando a mi esposa.
La encuentro cerca del baño hablando con mi hermano, ambos parecen ofuscados y no entiendo la razón.
—¿Está todo bien? —Les pregunto cuando estoy lo suficientemente cerca de ellos.
—Sí, solo hablábamos. La felicitaba por la boda —Es Darius el que responde.
—Sí, tu hermano ha sido muy amable. —Lo secunda ella.
—Bien, vamos. Es hora de nuestro baile —tomo la mano de mi esposa y la llevo de regreso hasta la pista de baile.
La tomo en mis brazos con delicadeza y la acerco hasta que su vientre choca contra el mío. Encajamos a la perfección.
—Te amo mucho, las amo mucho —Le doy un beso tierno.
—Te amo mucho más —pone su cabeza en mi pecho y nos mecemos al ritmo de la música.
—¿Puedo bailar con la novia? —pregunta Darius, apareciendo de repente.
—Claro, hermano.
Le entrego a mi esposa y tomo asiento en la mesa central al lado de mi padre.
—¿Pasa algo? —pregunto al verlo pensativo.
—¿Marla y Darius volvieron a ser cercanos? —cuestiona mi padre con los ojos puestos en ellos.
—Supongo que si, sabes que se conocen desde hace tiempo.
—A veces es mejor pecar por mal pensado que por inocente. —exclama, pero no le entiendo.
—¿De qué hablas? —inquiero confuso.
—Tranquilo, yo me entiendo.
Este hombre es un enigma, suele decir expresiones extrañas todo el tiempo así que no le doy importancia.
Cenamos todos juntos y se siente el ambiente festivo entre los invitados. Miro a mi ahora esposa la cual luce algo tensa, incómoda.