Deo
Marla duerme y yo aprovecho para acariciar un poco su vientre, mi pequeña Nara se mueve emocionada y sé que pronto su madre despertará con hambre. Por eso, tomo una ducha rápida y me levanto para ir a prepararle su desayuno, hago huevos con verduras, tostadas y un poco de té. Sé que eso le ayuda con los mareos y las náuseas matutinas.
—Buen día, amor. —saluda entrando en la cocina.
—Buen día, ¿cómo amanecen las mujeres de mi vida? —Le pregunto dándole un beso suave.
—Con mucha hambre.
Se sienta y yo pongo su desayuno delante de ella. Comemos en silencio, ella hace pequeños sonidos indicando lo mucho que le gusta la comida, y yo me siento complacido de poder proveerlas.
—¿Quieres ir a nadar un poco? —Me pregunta cuando hemos terminado.
—Lo que mi esposa quiera. —Lo que más quiero es verla feliz.
Nos cambiamos por unos bañadores, y salimos rumbo a la playa. La arena blanca y algo caliente nos cubre los pies con cada paso que damos, tomo su mano y nos adentramos en el mar. Nadamos uno al lado del otro y su pancita se ve adorable bajo el agua.
—No corras, te puedes caer y hacer daño. —grito detrás de mi esposa.
—¡Atrápame! —grita feliz mientras se aleja de mí.
—Siempre. —corro detrás de ella riendo, pero me alarmo cuando la veo caer de rodillas—. ¿Estás bien?, ¿te hiciste daño? —pregunto cuando la alcanzo.
—No, estoy bien. —sigue riendo y me uno a ella después de asegurarme de que realmente esté bien.
—Te amo con todo mi corazón, Marla —digo embobado por su sonrisa. Siento como ilumina todo a su alrededor.
—Yo también te amo —su sonrisa se borra un poco y su mirada se apaga—. Vamos, tenemos hambre. —La ayudo a levantarse para evitar que haga esfuerzos.
Trato de omitir la preocupación que siento en estos momentos, puede que la esté abrumando mucho al decirle a cada momento que la amo, solo quiero que no tenga dudas de ello. La he notado extraña desde que nos casamos hace dos días, trato de convencerme de que puede que se encuentre algo estresada y solo debo darle tiempo a que vuelva a ser ella de nuevo. La misma Marla de la que me enamoré.
Camino a su lado de regreso a la casa, estoy siempre cerca de ella en caso de que necesite mi ayuda para caminar o cualquier otra cosa, es lo menos que puedo hacer por ella, después de todo, lleva a mi hija dentro.
—¿Qué quieres almorzar? —le pregunto cuando ya estamos cerca—. ¿Algún antojo? —me hace ilusión que los tenga.
—Quiero ensalada, ¿por qué nuestra bebé no puede pedir comida grasienta? Solo me hace querer comer cosas sanas. —Me rio ante el puchero molesto que hace.
—Nuestra pequeña Nara sabe lo que es mejor para ustedes. —gigo orgulloso.
—Al menos una de las dos lo sabe. —su comentario me confunde, pero antes de que pueda preguntar la figura de mi hermano en la casa llama mi atención.
—Darius, ¿qué haces aquí? —pregunto sin entender su presencia en nuestra luna de miel.
—Vine de paseo, unas mini vacaciones antes de regresar a la empresa. —dice mientras abre la nevera buscando que comer—. Espero que no les importe. —expresa mientras come una manzana.
Miro a mi esposa que luce algo incómoda y tensa, lo que menos quiero es que mi hermano la ponga en esa situación, pero es mi hermano y lo perdí durante cinco años, no quiero que se sienta mal o rechazado.
—Claro que no, cuñado. Solo espero que no te incomodemos. —Se adelanta Marla a responder.
—Ni notarán que estaré aquí. Vine a disfrutar de lo que Santorini ofrece, si me entienden. —mueve las cejas para indicar la intención de su visita.
—Seguro, disfruta. —Le digo mientras tomo las cosas para prepararle la comida a mi mujer.
—Me iré a recostar, amor. Estoy algo agotada. —manifiesta ella con cara de malestar.
—De acuerdo, te llevaré la ensalada cuando esté lista. —Le doy una sonrisa mientras la veo caminar hasta nuestra habitación.