Pensó en qué le pondría, ¿que era una bruta al volante? No podía hacerlo.
Milena: Un bruto chocó mi vehículo y se lastimó, estaba muy distraído y no tenía a quién perjudicar más que a mí.
Alexander leyó con atención el mensaje, a ella la habían chocado, en cambio a él lo chocaron, menos mal no era el mismo accidente, imaginar que era la loca significaba entrar en esa computadora, agarrar su delgado cuello y apretarlo.
—Menos mal no eres ella.
Alexander: Por un minuto pensé que fuiste la loca que me llevó por delante, pero bueno, fueron accidentes distintos.
—Por cómo lo dices, te dieron duro, amigo.
Milena: Pobre de ti, hay mucha gente inexperta al volante, no te hizo mayor mal, supongo.
— Pues un vergonzoso esguince.
Alexander: Solo fueron unos raspones más que otras cosas, mi motocicleta está bastante dañada, pero creo que el seguro me lo cubrirá.
— ¡No hables del seguro! El mini quedó muy abollado y me dolerá desembolsar esa plata.
Milena: Entonces, ¿el doctor necesita una enfermera? (Caritas sonriendo).
— En serio que no quiero ninguna enfermera, aún no pude librarme de la última con la que me enredé. —Luego se le ocurrió el típico lance por Internet.
Alexander: Creo que necesito una que me haga masajes, me duele todo. (Muchas caritas sonriendo).
— Ja. Interesante, si fueras guapo como al que atropellé estoy segura 1ue ya me tendrías haciéndote masajes, pero sin ropa —murmuró Milena en tono jocoso—. ¡Dios, Milena, como si fuera que no has visto hombres en tu vida!
Milena: Pues tienes muchas enfermeras a tu disposición, llama a una, si te duele todo lo mejor es que te inyecten un calmante, ¿no lo crees?
— ¡Fría! Me estaba insinuando.
Alexander: Eres cruel, pensé que tú podrías cuidarme en estos momentos de incapacidad (caritas tristes), aprovechando que estás en Londres.
—¡No seas ofrecido! —Se sonrojó por completo. No podía ser que empezara con un chat hot con un doctor inglés, aunque la idea no le desagradaba, ¿qué de malo había en seguir la corriente?
Milena: Estaría encantada de ir a cuidarte, por más que no sea una enfermera, creo tener las dotes necesarias para eso.
Alexander leyó su mensaje y una sonrisa se le dibujó en la cara.
—Pues...
Alexander: ¿Dónde te estás quedando? Así te digo si mi casa queda cerca.
—¡Oh, por Dios, no! ¡Qué le pongo, qué le pongo! —masculló, mientras se levantaba y recorría la laptop—. ¡Piensa! Usa tus neuromas, Milena, no están de adorno, un hombre te invita a que lo cuides, no lo conoces y no sabes si es guapo. ¡Miente!
Milena: No sé cómo se llama dónde estoy y ahora no tengo vehículo, el lugar que rento está alejado de la calle principal, estoy a creo más de una hora de Londres.
—Excusas.
Alexander: existen los taxis. Lo que sucede es que no quieres conocerme. (Caritas tristes).
—Juegas sucio.
Milena: Tú ya viste mi foto, pero yo no sé nada de ti. ¿Cómo eres?
— ¡Pequeña pervertida! Soy negro.
Alexander: Alto, ojos azules, rubio yendo al pelirrojo, guapo, inteligente...
Milena no paraba de reír con su descripción.
—Creo que te faltó humilde.
Milena: Creo que en algún lugar no forma parte de tu dechado de virtudes la humildad. (Muchas caritas sonriendo).
—Lo consigo en una tienda.
Alexander: ¿Es suficiente para que vengas? No me dedico al tráfico de órganos ni nada por el estilo, soy un simple doctor, traumatólogo, para ser específicos.
—¡No pensé que me llegarías a caer tan bien!
Milena: ¿Qué te parece si nos encontramos en unos días frente al Big ben? Le pediré a mi guía que me diga cómo llegar, probablemente vaya en taxi, es más seguro después de un accidente, ¿no lo crees?
—Está bien —gruñó desanimado. En varios días estaría aún impedido de manejar su motocicleta para darle una vuelta, además al día siguiente ya se iría con Travis.
Alexander: Me parece justo que cuides la integridad de la gente, no como mi loca del trasero bonito. ¿Te parece en una semana? Creo que estaré más recuperado. Oh, qué malo soy. ¿Cuánto tiempo te quedas?
—Tendremos mucho tiempo para conocernos.