Salió con rapidez del comedor sin que la escucharan. Sus oídos debieron engañarla, Alexander no podía estar enamorado de ella, no podía por más que fuera correspondido. No estaban destinados a estar juntos, eso era una horrible y dolorosa catástrofe.
—¿Y ahora qué? —se preguntó—. Ahora ve y finge demencia —se respondió.
Cogió valor, intentó respirar con tranquilidad y no poner cara de «sé tú secreto».
Dio unas respiraciones profundas y entró con decisión al comedor, los interrumpió con el ruido de sus zapatos.
Alexander se giró para mirarla y ella se sentía de gelatina, su corazón le latía a mil por hora. Esa mañana no estaba así, durmió con él y todo bien, pero después de escuchar su declaración involuntaria, parecía un ternero recién nacido, con suerte y se paraba.
—¿Y Diana? —preguntó Alexander, pero ella no le contestó, estaba ida—. Milena, ¿está todo bien?
Al hacerle esa pregunta él la tomó de las manos y eso la despertó.
—Sí, sí está todo bien —exclamó nerviosa.
—¿Y Diana? —reiteró la pregunta.
—Oh, maldición. No está todo bien por su culpa —gruñó hacia Travis, sentado en la cabecera de la mesa—. Se fue, Diana se fue ,Travis, te abandonó.
Travis se levantó como un resorte, la miró con sorpresa.
—Eso no puede ser —vociferó—. Diana, ¡Diana! —Trotó hacia las escaleras.
—Se fue, Travis —repitió Milena.
El rubio miró con desazón la escalera, no podía creer que ella lo dejó. El celular de Alexander comenzó a sonar, era Henry quien lo llamaba.
—Disculpen, iré a atender —comentó al salir de la mansión.
Nadie parecía haberle hecho caso.
—¿Por qué lo hizo? —preguntó confundido.
—Porque tú la menospreciaste, Travis, no le diste su lugar y anoche fue la gota que derramó el vaso, está destruida por tu causa. ¿Cómo pudiste ser tan irreflexivo con ella?
—¿De qué hablas, Milena?
—Del noviazgo de ustedes. Ella no se consideraba tu novia, se consideraba la amante del millonario hombre, dueño de las telecomunicaciones inglesas.
—¿De dónde quitó eso? Ella lo es todo.
—Si lo fuera todo, debías al menos presentarla como tu novia. Pero no, nunca se lo pediste.
—¡Pensé que lo sabía!
—Pensaste mal. Para una mujer es importante pedirlo y eso no es solo en mi país, sino también aquí. ¿A qué mujer no le gusta ser apreciada cuando la presentan como su novia? Tú presumiste que ella estaba feliz con su papel de acompañante que hacía a tu lado.
—Ella es mi novia.
—Nunca se lo pediste, así que no lo es.
Travis se agarró del rostro, frustrado, por aquella tontería iba a perder a Diana, eso no podía ocurrir.
—La buscaré. —Tomó las llaves de su coche.
—Hazlo y pídele que sea tu novia, sácala de ese calvario de no saber si tú la amas —expuso y tocó el hombro de su amigo.
—Alex se sacó la lotería contigo —masculló, le dio un beso en la mejilla para luego echar a correr.
Milena quedó sonriente y lagrimeaba, era tan bonito ver cómo dos personas se amaban tanto y por una pequeñez sufrían con intensidad.
En el jardín Alex charlaba con Henry.
—Henry, ¿de qué humor está mi madre? —preguntó Alexander.
—Pues no del mejor, hoy me corrió de la casa por décima vez en la semana y eso que la semana tiene siete días.
—Pues eso no es bueno, ¿crees que quiera conocer a Milena? —inquirió dudoso.
—Si quieres matarla hoy, tráela o si quieres que muera Milena también, tráela. Ella solo está esperando a que aparezcas para decirte todo lo que le hiciste sufrir en ese tiempo. ¡Ah, otra cosa! Ya sabe que mañana vas a trabajar, llamó al hospital para saber si cuando volvías.
—¡Eso sí es mala suerte! Veré cómo hago para que no vea a Milena hoy, creo que es lo mejor, debería engatusar a nuestra madre un poco para presentársela.
—¿Eso va en serio, Alexander?
—Creo que sí, si ella no acepta, claro.
—Entonces mi madre tiene los días contados—gritó efusivo.
—Henry, intenta no parecer emocionado por su muerte, podrían pensar que eres la mente siniestra tras ese plan —bromeó.
—No puedo evitarlo, necesito ver cuando empiece a faltarle el aire, solo por diversión, lo juro.
—También yo, te veo en unas horas, iré a dejar mis cosas.
—Te veo pronto. Adiós.
—Adiós, Henry, —Colgó y metió el celular en el bolsillo del jeans.
Miro un rato el paisaje, pensó en cómo le diría a Milena que era mejor que no conociera a su madre.
—¿Todo bien? ¿Nos vamos? —preguntó ella al alcanzarlo en el jardín.