El deportivo rojo de Adrián se desplazaba a una velocidad vertiginosa por la ruta, esquivando con elegancia y habilidad a los autos que circulaban en su misma dirección. Su celular sonaba con una insistencia irritante, era ella, su amada obsesión, Anastasia, pero atendería. No podía hacerlo en ese instante, porque sabía que correría al encuentro de su mirada triste que lo vuelve su esclavo y sucumbiría en su piel una vez, más sin importarle que fuera prohibida y que La vida de ambos estuviera en juego.
¿por que las cosas tenían que ser tan complicadas?
La respuesta es simple... Anastasia era La hija de Dimtri, su jefe, su mentor y su padre adoptivo, de ese con el que tiene una deuda de sangre y lo convirtió en quién es el día de hoy. Dimtri podría perdonarle cualquier cosa porque lo ve como al hijo que jamás tuvo, pero jamás que se meta con su hija.
Los recuerdos de La última vez que La vió se materializaron en su mente de forma tan clara que resulta dolorosa...
–Hasta que La guerra termine...– susurro a escasos centímetros de sus labios deseando probarlos una vez más, sabiendo que no podía exponerse a que alguien nos los viera. – Cuando está guerra termine seremos libres de irnos muy lejos mí ángel, de empezar donde nadie nos conozca y de hacer todo aquello que no podemos hacer ahora...– La mirada de Anastasia se volvió cristalina y aquello le rompió no el corazón.
–Esta guerra es de mi padre, no es ni tuya ni mia.– Logro articular con La voz quebrada luchando por no derramar una lagrima.
–No podemos Anastasia, no ahora, ya deja de insistir.– Confesó frustrado tragándose las palabras.
–Con cada día que pasa más pierdo las esperanzas de que en algún momento podamos ser felices juntos. Siento que siempre vamos a ser esto, instantes que le robamos a La vida. Y no quiero ni puedo soportar vivir escondiendo lo que siento, fingiendo que somos prácticamente desconocidos cuando eres mí mundo entero... Llevó demasiado esperando a que te decidas y se cuánto mas voy a poder esperar a que dejes de tenerle miedo a mí padre y te enfrentes al mundo por lo que sientes por mí.–
Descendió de su auto sin querer escuchar una respuesta, sin darle tiempo a reaccionar, y se perdió entre La multitud intentando ocultar de su amado las lágrimas pesadas que rodaban por sus mejillas.
Se encuentran entre La espada y La pared, porque no puede decirle La verdad y al mismo tiempo, si la pierde lo pierde todo, porque ella su mundo entero. El amor que sienten el uno por el otro es de esos que ya no existen, de esos que comienzan con un flechazo a primera vista, de esos terminan cuando tú corazón deja de latir y vuelve a renacer cuando sus almas vuelven a encontrarse en otra vida. Es como si estuviera unidos por un lazo que siempre los volvía a cruzar sin importar cuanto quisieran alejarse el uno del otro. Y de verdad lo intentaron, sobretodo Adrián. Sabía que no era bueno para ella, porque ella era su ángel y el La encarnación de los vicios y el pecado.
Había cambiado por ella. Lo había dejado todo atrás y había empezado de cero, pero aún así no era digno de acariciarla con el pétalo de una rosa.
–No es momento para ser débil.– se dijo a sí mismo intentando mantener La compostura. – Anastasia entenderá que todo lo que hago es por ella, por demostrar que es digno de ser su compañero de vida. Se que una vez que pague mí deuda Dimtri se dará cuenta de que no hay nadie mejor que yo para Tassia.–
Soltó un suspiro cargado de frustración y piso aún más el acelerador. Agradecía a los dioses que aquel día al menos el tránsito estaba fluido, de lo contrario, con tantos pensamientos acaparando su concentración del camino, hubiera terminado estrellado contra una columna de concreto. Estacionó en La puerta, subió por las escaleras tan rápido como pudo y al fin estaba allí, frente a La entrada del discreto despacho del jefe.
-Buenos Días señor Alcázar.- Saludo con cordialidad la secretaría. Pudo notar un ligero sonrojo en sus mejillas, cosa que lo hizo sonreír y provocó en la chica una razón aun mas violenta.
-Buenos días Clara...- respondió con amabilidad.
-El señor Petrov lo espera.-
-Si, ya lo se... por eso estoy aquí...- Evidentemente nerviosa, La chica tomó el teléfono pero Adrián la interrumpió.
–No es necesario tantas formalidades, él ya sabe que estoy aquí...– Avanzó a pasos largos rumbo a la puerta, pero antes de que pudiera tocar, escucho la rasposa e inconfundible voz de Dimtri indicándole que podía ingresar.
–Buenos días padre, perdón por La demora.–
-Por favor, siéntate hijo mio...- Dijo el hombre con excesiva seriedad luego de saludarlo con cordialidad. Obedeció y Dimtri hizo lo mismo del otro lado del enorme y obscuro escritorio, dandole la espalda a la majestuosa imagen de la ciudad que se alzaba a sus espaldas.
–¿Haz conseguido lo que te pedí?– preguntó llendo directamente al punto de su reunión.
–Asi es padre, aquí está todo.– Entrego un sobre color madera sellado, que despedazo sin cuidado para extraer en contenido depositado en su interior. Era una basta colección de al menos 30 fotos en las que se podía ver a una hermosa joven de cabellos caños, poseedora de unos inconfundibles ojos color esmeralda, y una figura capaz de cautivar a cualquiera. Además estaba su expediente policial, o al menos lo que quedaba de él. Si bien nunca se le había comprobado nada, había estado involucrada en varias investigaciones de asesinatos. –Esa es la información que tenemos de Amara Rosel... además de que llego a la ciudad hace cinco días, acompañada de dos mujeres que aparentan tener su misma edad. Dicen que es huerfana, que toda su familia fue asesinada por un ajuste de cuentas entre carteles, sin embargo, se presentan como hermanas.
-Nunca imagine que todo aquello que escuche de esta chica fuera cierto, siempre creí que eran meras exageraciones...- dijo mientras pasaba foto tras foto. -Realmente esta niña parece un ángel...-
Editado: 11.01.2020