Adrián
-¡Auch!- exclamo al sentir el golpe en mi espalda, levanto la vista y veo gesticular un “Lo Siento” a Lana, que se ha quedado estática.
Al observar, detrás de ella está mi princesa, que comienza a hablar sin parar, no me había fijado, pero sí que habla. Me coloco detrás de un arbusto, para ocultarme, pero el dolor punzante de mi dedo es insoportable.
-Huele como a… huele a Hugo Boss- levanto la vista al escuchar a mi princesa. Olfatea por toda la sala, creo que de tanto defender a los perros ya se convirtió en uno.
-Boss de Hugo Boss-
-Wow es buena- digo en voz alta, ganándome una mirada asesina de Lana, que desvía la mirada, al continuar Cata con sus suposiciones.
Trato de sostenerme del arbusto, para observar mejor mi dedo, porque estar descalzo y con el golpe no ayuda, para nada. El arbusto se tambalea un poco.
-¡Mi papá!- exclama, me lanzo al suelo, pero el movimiento hace que me golpee nuevamente el dedo, tomo la camisa y la muerdo porque, no hay dolor más grande que un golpe en el dedo meñique del pie.
Hago varias respiraciones, para calmar el dolor pulsante, me ayudo de mi amigo el arbusto poniéndome de pie y de uno solo, porque ya el otro me duele mucho. Un grito desde la sala, hace que fije la mirada en esa dirección, observo a la mocosa más roja que un tomate y con Cata alzando el contrato laboral. Tomo el arbusto, tratando que me cubra lo suficiente, para no ser visto.
Una abeja comienza a zumbar a mi alrededor, trato de espantarla con mi mano, pero se aleja un poco y luego retorna.
-Fuera- murmuro moviendo mi mano -aléjate insecto del demonio- el animal tiene un serio problema auditivo, porque sigue regresando.
Estiro mi mano, tratando de tomar el único zapato que alcance a encontrar, mientras mantengo la mirada fija donde esta posado el engendro.
-Michu, abejita, michu- muevo el zapato poco a poco, hasta posicionarlo en la mano.
-¡Muere enemiga mortal, muere!- exclamo lanzando el zapato, el cual rebota en el baranda, golpeando mi frente.
-¿Quieres pelea?- pregunto mientras froto mi frente -no vas a poder conmigo-
Veo como se posa en una rama del arbusto, busco el saco que había quedado en algún lugar del balcón, lo tomo y hago una especie de bola, envolviendo mi brazo, sin apartar la mirada del engendro.
-No te muevas… si, así, quédate donde estas- camino lentamente y al estar lo más cerca posible me lanzo para tirarle el saco hecho bola.
-¡Aaaaaahhh!- grito, pero muerdo la bola para que no se escuche, observo y mi pobre dedo a quedado estampado contra la maceta de madera.
El dedo, que ya estaba tornándose en un color entre rojo y violeta, ahora se torna casi negro.
-Voy a perder mi dedo- sollozo sosteniéndome del arbusto para levantar el pie.
En ese momento, el engendro del mal, pasa zumbando frente a mi cara, muevo mis manos alrededor, pero al hacerlo golpeo el arbusto, al trata de enderezarlo, el engendro amarillo con franjas se posa en mi nariz, tomo el arbusto y la golpeo, causándome un mareo por el golpe, al tocarme la nariz, siento que todo esta como más despejado, levanto la vista, observando como Lana en pánico toma a Catalina por los hombros, pero se señala el cuello, como si me fuera a matar.
De repente, siento un pinchazo en mi brazo, una pequeña comezón invade mi garganta, veo a Maggie gritar algo y correr en mi dirección, pero la falta de aire no me deja seguir en pie, la oscuridad me envuelve y lo último que alcanzo a decir es “maten al engendro”.
Escucho muchas voces a mi alrededor, siento el cuerpo extremadamente pesado, trato de abrir lo ojos, pero no puedo.
…
Lana
-Yo sabía que esa pejelagarta lo iba a matar, mira como lo dejo- Solloza, aferrada de la mano de Adrián
-Bueno Cata, no creo que haya sido su intención- justifico sintiéndome culpable, de verlo en esa cama rojo, algo edematizado y con tanto aparatos.
-Sí exacto- Maggie me interrumpe abrazando a Cata, pero dirigiéndome una mirada acusadora -tal vez la pejelagarta, no sabía que es alérgico a las abejas y por eso lo llevo al jardín botánico-
Dios mío, me siento horrible, porque después de leer ese contrato pensé en matarlo, pero no era en serio, era en figurado y ahora verlo así, hace que se me remueva algo dentro de mí.
-¡Lana!, ¿estás llorando?- aparto la vista del inconsciente de Adrián, paso mí mano por la mejilla, preguntando en que momento esa lagrima traicionera escapo y al mirar a Cata, esta se separa de su papá y me abraza.
-No llores, mi papito es fuerte, se que te sientes culpable, por no haberme creído, pero insisto esa mujer debe pagar por todo- menciona con voz cargada de rabia y me abraza más fuerte.
-¿Qué le paso a mi hijo?- Doña Clarissa entra rápidamente a la habitación seguida por una enfermera y dos hombre de seguridad.
-Señora, le dije que no podía entrar- le explica agitada la enfermera.
-¿Y quién va a impedir que vea a mi hijo tu acaso?- responde acercándose a Adrián, pero antes me regala una mirada que si lanzara cuchillos, ya estuviese desangrada.
-Abuela- la llama Catalina al ver la escena -no se preocupe es su mamá, quiero decir es mi abuela, la mamá de mi papá y por ende mi abuela ¿si me entiende?- asienten con la cabeza y salen los tres de la habitación.
-¿Qué le hicieron a mi hijo?- pregunta Doña Clarissa viéndonos fijamente, en especial a Maggie y a mí.
-A ver abuela yo no hice nada, en serio- Cata habla levantando ambas manos y yo niego con la cabeza -una abeja fue la culpable… y una pejelagarto- murmura lo último con rabia.
-Yo tampoco- se excusa Maggie sentándose a los pies de la cama -más bien lo salve, porque de no haber tenido el epipen en el bolso, en vez de hospital estuviésemos repartiendo café-
-¡MAGGIE!- gritamos las tres a la vez.
-¿Qué? por favor, saben que es verdad, ah y que yo sí conocía que el sugargrandpa, es alérgico a la abejas, ahh y por supuesto que gracias a mi insistencia carga un lápiz consigo-