Atrapada.

✴capitulo 10✴

 

10. Conversación.

Alana.

—Edward, muerdeme a mi y no a Bella. —exclama Dalas con la boca llena de palomitas. Salto del sofá y me asomo al pasillo, comprobando que mi hermano no le haya oído, pues la echaría de la casa por pensar que estamos viendo porno.

Me muero de la vergüenza si eso pasa.

—Callate, que puede escuchar Kyan —susurro gritando a la morena. Esta suelta una carcajada sin emitir sonido alguno, y se mete otro puñado de palomitas a la boca.

A veces me asusta.

—Y eso que no estamos viendo el vampiro sexon — comenta divertida encogiéndose de hombros, ruedo los ojos y me vuelvo a sentar en el sofá algo roto. Cojo un puñado de palomitas y lo meto en mi boca. Marshall ha sido muy bueno en regalarme esto y otros dulces.

—Eres pervertida ¿Lo sabias? —le golpeo con un cojín, provocando que esta se ría por el comentario.

—Hay que serlo en algunas ocasiones —ruedo los ojos y ella me atrae hacia si con uno de sus brazos —¿Que tal besa Marshall? ¿Mete lengua?

Su comentario hace que mis mejillas se enciendan al máximo de los ojos. Desde que me ha dado aquel beso en la heladería, sólo he recibido piquitos de su parte. Por un lado me gusta, pues no me presiona para llegar mas allá de esos simple roces de labios; pero por otro lado quiero mas que eso, quiero un poco mas.

Y a veces, mis pensamientos me asustan.

—Solo me ha dado picos —comento con timidez. Pues si, somos novios y es extraño que para ser novios no nos hemos metido la lengua hasta el fondo.

Dios mio, he pecado.

—¡¿Que?! —su chillido hace que le coloque una mano en su boca tapandosela, pues no quiero que mi hermano salga de su habitación y escuche las conversaciones de besos que tenemos Dalas y yo.

Eso seria el colmo.

—¿Quieres que mi hermano te eche de mi casa? —le grito en un susurro, Dalas pasa su lengua por la palma de mi mano, haciendo que este gesto me impulse a quitarle la mano de su boca y limpiarme con el pantalón de pijama color caqui que traigo puesto —¡Eres asquerosa!

—¿Marshall no te ha besado bien? —niego con la cabeza con mis mejillas sonrojadas. Dalas suelta un suspiro y me palmea un hombro, volviendo su vista a la pantalla —Cuando llegué el momento, te dejará sin labios.

Su comentario me hace reír un poco.

—¿Y si no puedo besarle como el quisiera? —le pregunto con curiosidad, porque al fin y al cabo soy una cría, y a lo mejor Marshall lo está comenzando a ver. Muy en el fondo no quiero terminar con Marshall, en verdad el me gusta y mas si me ha dicho que me quería. Suelto un suspiro ante aquellas lindas palabras dichas por sus rosados labios,

—Cuando el te empiece a besar, Concentrate en el movimiento de sus labios, y siguelos —se encoge de hombros y vuelve a comer palomitas —asi aprenderás a besar.

Ya lo he pillado.

—¿Y lo de la lengua? —mis preguntas son tan tontas que siento que ocupo el primer lugar de las peores preguntas hechas en la historia.

Dalas chasquea la lengua y baila sus cejas con diversión. Presiento que lo que va a decir no me va a gustar, para nada.

—Lo de la lengua es cuando quiera meterte mano. Ahí la cosa se pone caliente —oculta su risa pervertida con un puñado de palomitas.

Menuda ayuda que me das.

Escucho como tocan la puerta de la entrada, anunciando que alguien ha venido. Me levanto del sofá y me dirijo a el rectángulo de madera algo vieja, cuando la abro un sonriente Mirco me da la bienvenida. Lleva una caja de pizza por lo que me hace sonreír a mi también. 

—Hola enana —rovolotea mi cabellos por todos lados, mi nariz firfillea pero no le digo nada, pues siempre hace eso como muestra de afecto.

—Hola rubio —le quito la caja de pizza y la llevo a la salita de estar, escuchando su risa atrás de  mi espalda.

—¿Que ven? —se sienta en uno de los pequeños sofás que hacen juego con el grande, y coge un mechón de mi cabello castaño para halarlo un poco.

—Crepusculo —Dalas le tira una palomita de maíz, dándole en un ojo.

—¡Eh! Que me dejas sin ojo, mujer —se queja. Ambas soltamos una carcajada ante el tono chillón que implementó al hablar. Mi hermano sale de su habitación y se sienta a un lado de Dalas, le quita un puñado de palomitas y se lo lleva a la boca.

—¿No están viendo al vampiro sexon de casualidad? —mi hermano  nos mira con burla, mis mejillas se encienden y me tapo la cara con un cojín. Escucho como Dalas suelta una carcajada. Que guarra.

—¿De donde haís sacado palomitas? —inquiere mi hermano. Miro a Dalas y ella me da una mirada de tranquila, que me encargo yo.

—Las hemos robado —se encoge de hombros. Esa respuesta me hace hundir mi cara entre mis rodillas, escucho una risita por parte de Mirco, y quiero que la tierra me trague.

¿Por qué ella no ha podido ser normal?

—Las ha traído Dalas de su casa —balbuceo como puedo, mi voz sale ahogada por la posición en la que estoy.

Veo por el rabillo del ojo como Kyan asiente mirando a Dalas expectante. Esta le sonríe inocentemente mostrando todos sus dientes, no puedo hacer mas nada que rodar los ojos. Ella no me ayuda en nada, os digo.




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