Besar a Claire

La lista

Tragando saliva, tomé con fuerza el lápiz y acomodé la hoja de papel sobre el escritorio. Mi letra era fea, pero de todas formas me esmeré en escribir con lentitud y claridad, quería preservar esa hoja de cuaderno para siempre y tenía que verse bien. Quería que fuera especial.

Las palabras empezaron a convertirse en oraciones y ellas en pequeños párrafos que describían una actividad. Si bien tenía varias ideas en mente, en la hoja plasmé lo importante. Lo que quería que Claire preservara en su memoria para siempre. 

—¿Terminaste? —preguntó Claire, su voz se escuchaba ligeramente distorsionada y lluviosa—. ¿Me vas a dejar verlo? 

—De todas formas, no vas a alcanzar a ver nada —respondí enderezándose en la silla, mirando de reojo el celular que tenía apoyado sobre la lámpara del escritorio—. Y creo que sí, anoté dónde iremos a comer, un lugar para visitar y dos cosas más. 

—¡Pero saca una foto! No te pongas pesado, Ivar. 

—¿Cómo va a ser sorpresa lo que hagamos si lo ves? 

—Faltan dos semanas para el viaje. No voy a aguantar sin saber tanto tiempo. 

—No debiste pedirme esto, entonces. 

Me reí ante su quejido lluvioso de Claire y tomé el celular. Por momentos, la videollamada por momentos transmitió el piso de madera y vistazos sin forma del cuarto hasta que me lancé con un ruido sordo a mi cama. Escuché ruidos sin sentido desde el otro lado de la línea y me tomé mi tiempo para acomodarme y colocar el celular frente a mi rostro. Sonreí con burla, arrugando la nariz.

Claire hacía un puchero y yo me entretuve mirándola. Ese día traía el cabello suelto, caía de forma desordenada sobre sus hombros y ocultaba los tirantes de su polera amarilla. Estaba tirada en el jardín de su casa, cerca de su árbol favorito para leer. Sin querer me pregunté si tendría la piel tibia por el calor y envidié al sol que iluminaba su rostro. Me gustaría tocarla, deslizar suavemente mis dedos sobre su brazo, subir por sus hombros, acariciar su mejilla...

Bufé y alejé esos pensamientos con una pregunta sobre su nuevo estilo. Las mechas fucsias eran nuevas, no recordaba haberlas visto la semana pasada cuando hablamos.

—Mi jefa dijo que no importaba —respondió ella, tocando los mechones con sus dedos. Me sonrió divertida—. Mientras vaya bien vestida y peinada, puedo andar con el cabello lleno de luces sí quiero. 

No es que pueda verla, pero la victoria pareciera brillar en sus ojos verdes. Para ella siempre ha sido importante tener libertad de acción en cuanto a expresión se refiere.  Cuando se hizo las mechas de colores por primera vez, hace más de tres años, me dijo que peleó con sus padres, porque decían que una chica como ella no tenía para qué hacer esas cosas, ni lucir tan rara, solo iba a ocasionar que no la tomaran en serio y podría perder muchas oportunidades.

Nunca lo he entendido. Mis padres siempre me han permitido hacer todo lo que quiero sin problema alguno. Según Claire, la diferencia es que soy hombre y como hombre, puedo hacer lo que se me venga en gana porque “es parte de crecer”. Según yo, es solo porque mis papás son menos restrictivos que los suyos y nada más. 

—¿De verdad no vas a dejarme ver la lista? —preguntó.

Nos hemos quedado callados y yo achiqué su ventana para abrir Facebook en busca de memes. Debería empezar a trabajar en un pendiente que tengo desde la semana anterior, pero mi yo del futuro se las arreglará más cerca de la fecha de entrega. Estoy demasiado cómodo y tranquilo como para estresarme o moverme.

—Vamos Ivar, al menos dime solo una de las cosas que me harás hacer.

—No. 

—Eres odioso.

—Claro que lo soy, pero este odioso ser humano será el que te dará la mejor sorpresa de tu vida y lo pasarás tan bien, que vas a querer repetir.

—Exijo un reembolso si la sorpresa no me gusta.  

—Hablaré con mi gerente para ver lo que puedo hacer. 

Ella se ríe primero, sus ojitos claros se cierran y los hoyuelos de sus mejillas me parecen preciosos. Mi risa acompaña la suya. Somos ridículos, me digo. Yo soy ridículo, queriéndola abiertamente desde hace tantos años y sin ser capaz de decirle nada. Solo mirarla, ahogarme en sus gestos e imaginar lo que se debe sentir tocarla. Ella es un poco más alta que yo, ¿deberé inclinarme para besar sus labios? 

Alejo ese tren de pensamiento diciéndole que me espere unos segundos, dejo el celular boca abajo sobre mi cama y camino fuera de mi cuarto, hasta el pasillo de mi casa, doy varias vueltas sin sentido. Cada vez pienso más y más en Claire y en su calor, en su piel, en sus sonrisas de luz. En su cabello desflecado con mechones fucsias, en sus ojos claros. En toda ella y como no sucede nada más entre nosotros. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.