ULISES
Tengo la garganta cerrada de tanta flema y no sé aún porque decidí hacerle caso de comprar el helado de el mismo sabor que ella, odio la vainilla y el helado en específico.
He bebido tanta agua que no dejo de ir al baño cada cinco minutos.
También he dejado que me llame Odiseo, sin protestar, a pesar de que es un apodo tan patético.
Estoy pensando en eso cuando el móvil me vibra y sé de quién se trata la llamada.
—Hola, guapetón— sueltan al otro lado de la línea.
—Hola Lana, ¿ya han abordado el jet?
planeaba irme hoy de París, dejando la universidad aún lado ya que solo quería fastidiar al ingeniero, pero terminé sentado en mi auto comiendo helado con la hermana de mi mejor amigo.
Y pensé en lo que tanto dice Ignacio, si las cosas no se dan no tienes porque forzarlas. Y es que la pase bien con la hermana de Ismael.
—ya, te espere y como dijiste si no llego a la hora acordada es porque ya no iré, decidimos despegar sin ti—suelta con reproche.
—Que bueno que pensaste así, pretendo quedarme; algo en mi decidió hacer eso, y ya sabes que me encanta consentirme.
—tu voz suena rara, ¿Qué comiste? — sabe que cuando tomo yogurt o helado pasa esto. —Ulises, sabes que no debes de tomar nada lácteo te hicieron tomarlo a fuerzas o ¿qué? —pregunta molesta, lo que no sabe es que yo solito decidí introducirlo en mi sistema.
—No, todo bien tal vez fue que me moje y me quiere dar gripe. —suelto y no sé porque le estoy mintiendo. Es que no es que me importe lo que crea pero mi regla está en Leal, Honesto y justo.
Y no estoy siendo ni con ella ni mucho menos conmigo, honesto.
—Bueno, no olvides que te quiero y cuídate mucho guapetón, te mando un centenar de besos. —me dice antes de colgar, Lana no es menos que una amiga pero tampoco una novia formal.
No tengo planes de estar con ella en mi vida, y solo pasamos el rato cuando se requiere. Ella siempre me ha demostrado que siente algo por mí, pero yo por ella no siento nada, menos cuando el ingeniero insiste tanto en que ella es la mujer indicada en mi vida.
******
El fin de semana es eterno y me he quedado en el hotel desde la salida con Emma. El dolor de espalda que tengo es más fuerte que de costumbre no puedo ni pararme de la cama el dolor que me taladra, ya es parte de mi pero no me acostumbro.
Quisiera salir a divertirme como de costumbre, pero sé que ese día arriesgue mucho al salir bajo la fuerte lluvia por los helados.
Pero es que verle la cara me movió algo y eso me está saliendo bastante caro ahora, no me gusta arrepentirme ya que todo pasa por algo.
Llegó el lunes, aún tengo el dolor pero lo soporto, me he tomado un Analgésico y parece surtir efecto. Tengo que ir a la universidad y pasar por Emma ya que su chófer enfermó y no hay nadie más que la pueda transportar e Ismael me pidió el favor y es momento de cumplirlo.
Bajo hasta la cocina y me preparo el desayuno, aunque tengo a más de tres chefs dispuestos a hacerlo, la cocina siempre me ha gustado así que decido prepararme algo por mi propia cuenta.
Llegó por Emma, me está esperando con algo de inquietud.
—hola, buenos días ¿gusta que la lleve a su destino? — pregunto cuando bajo a abrirle la puerta, me desconozco siendo así, pero sé que en el fondo soy un caballero andante y sé que solo es eso.
—hola Odiseo, gracias por abrirme la puerta pero los formalismos no me van, si ves esto— me dice mostrándome sus manos y señalando sus ojos. — con ellas puedo tocar y por ende abrir cosas y con estos puedo ver que toco y que abro. Agradezco su intención, pero no le quiero ocasionar molestias. — sube al auto y me deja con la mandíbula apretada y desde luego no dudo en soltar lo que pienso.
—De nada, pero sabes ¿Cuántas chicas tanto en Europa como en América desearían que hiciera lo que acabó de hacer contigo? tendríamos a muchas ahorita en el desmayo total, así que ignorare que odias los formalismos y si tienes suerte lo haré de nuevo. —suelto con despotismo lo último, es que a mí nadie me dice que debo hacer. —y no vuelvas a llamarme Odiseo, ¿queda claro?
—vaya eres todo un Romeo y para corazones, espero que la suerte dure poco. —dice seriamente. —Aunque podemos hacer una tregua— me mira como si acabará de descubrir una máquina de helado infinito y amplia una sonrisa. — tú puedes abrirme la puerta del auto cuántas veces este la suerte a mi favor y en cambio me dejarás llamarte Odiseo. —me tiende la mano como si termináramos de cerrar un negocio y dudo por unos segundos en tomarla.
—hecho, pero el privilegio de usar ese apodo solo será privado al igual que yo abrirle la puerta y cosas que conlleven formalismos o que la irriten. —digo y beso el dorso de su mano y como es de esperarse; sé que le molesta aquello ya que su frente se arruga y se pone seria. Pero como ya dije, yo siempre me salgo con la mía, aquí ambos nos molestaremos, ella negando que la traten como una dama y yo soportando el nombrecito.
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Editado: 15.11.2022