Besos Sabor A Vainilla

CAPÍTULO 24

EMMA

Abro su obsequio y saco de este un par de brazaletes de oro, el primero que tomo en mis manos tiene a su alrededor varias perlas y en medio tiene un pequeño diamante, discreto pero elegante. El segundo es totalmente liso pero con mi nombre grabado elegantemente, por la parte detrás de encuentra una frase escrita “Nunca lo olvides, Eres tú”. Es un recordatorio, es una frase corta con un sinfín de posibles significados. Si hago la pregunta de ¿Quien es la mejor? Esa oración sería una respuesta. Si pregunto ¿Quien es la mujer más hermosa? Esa seria una respuesta. Y si preguntará ¿Ulises quien es el amor de tu vida? La oración aparecería. Ese significado le doy yo. Es una respuesta, una afirmación, una hipótesis, no sé.

—Ulises…

—Emm, solo quería que usaras algo que brille como tú... —me mira con un brillo espléndido en sus ojos, —Es poco a todo lo que mereces. Así, que no reniegues por favor.

—Gracias, son muy lindos. Aprecio que te hayas tomado el tiempo de hacer todo esto. —digo con una sonrisa. —No me iba a negar, solo quería agradecerte, porque es cómodo todo esto.

Es en verdad muy, muy lindo el detalle y sobre todo que él es el que esta detrás de todo. No me deslumbra con lo material, sino con todo lo que se ha tomado para que esto sea posible. Conozco su horario tan extenso y los Moo y un proyectos que tiene y aun así saca tiempo para esto.

—Me agrada que te guste, solo hago lo mejor para la mujer que Amo.

—No me gusta, me fascina, eres tan detallista… —guardó silencio cuando recapitulo lo que dijo, —¿Qué dijiste?

Mi mirada se dirige a él, estoy anonadada, me siento mareada, aunque ya me lo ha dicho indirectamente, nunca lo había dicho tan directo, no con todas sus letras. Me tomo de la mesa, ya que me destabilizo.

—¿Qué? —me mira con amor y su sonrisa no duda en salir—¿Apoco no sabias que te amo o que eres la mujer que se ha llevado todo el amor que tengo para dar a segundas personas? Ya lo leíste en la pulsera, siempre serás tú.

Me ve como todas las mujeres deseamos que nos mire un hombre; corrección, como deseamos que nos mire el hombre al que amamos, como el hombre que nos ama.

Esa mirada que nos hace sentir que somos parte del corazón de alguien más, esa mirada que te demuestra deseo, esa mirada que te ve como algo indescriptiblemente bello. Y a decir verdad esa mirada te sube el ego, la autoestima y el amor propio porque sabes que si este último no lo sintieras no valorarías esa mirada con seguridad y confianza.

—creo que en este día te he dejado sin palabras, y yo lo que quería era dejarte sin ropa y enamorada. Primera vez que los cálculos me fallan.

—dicen que lo que es perfecto, no tiene nada que discutirse, —me muevo con galantería y me siento en su regazo. —ya solo le falta dejarme sin ropa, enamorada estoy de ti hasta lo mas profundo de mi ser. —le acaricio el pecho y detengo mi mano en su lado izquierdo, el corazón le late lento. Tranquilo, sin ninguna prisa por querer demostrar algo que ya demostró, algo que siente, algo que es.
la dejo ahí por un tiempo, lo miro, lo detallo, el aroma Del Mar viene a mis fosas nasales revolviéndose con su aroma, con el olor de las velas, mi perfume, todo una mezcla perfecta.

—en verdad te amo. —dice Y solo asiento, como si fuera una verdad absoluta, como si fuera todo lo que necesitaramos para corroborar que todo está saliendo bien.

—y yo te amo a ti, ahora volvamos a casa que deseo que cumplas la última petición. —le digo cuando le paso la mano por su cabello sedoso y bien acomodado, ¿cómo una caricia tan simple la puedes sentir tan familiar? Tan comoda.
Nos ponemos de pie, me sujeta de mi cintura y me pega a su pecho. Dándome un abrazo tan cálido, diciendo “no necesitamos nada más que esto”.
Me besa con calma, meticulosamente hace danzar nuestras lengua, la música deja de sonar, le acaricio el pecho y el masajea mi trasero.
—Feliz san valentín.
—Feliz día, Ulises.

Llegamos a la casa y ambos nos desnudamos, me mira con deseo y amor. ¿Tenemos prisas? No, todo está pasando como si fuera de estas cuatro paredes no existiera nada, como si solo fuéramos nosotros, solo Ulises y Emma, nada más una pareja que está viviendo un momento extremadamente íntimo, donde el tiempo no pasa, donde la vida solo se encarga de que hagamos el amor, no hay más. Solo él y yo, por hoy, a esta hora, en este lugar, en este momento Justo.

Me acuesto en la cama y él se aproxima a mi dirección, comienza un juego de besarme de los pies hasta el cuello y cuando llega a este, hace que mi cuerpo y el de él se unan en una sincronía perfecta, gozamos al unísono haciendo que la habitación se llene de nuestro amor y de nuestros jadeos.

Me estremezco, al escuchar su voz en mi oído recitando la palabra que todo mortal desea escuchar, no me canso de eso y cada que la repite en cada embestida me vuelvo a estremecer, llegamos al final juntos y él se deja caer sobre mí, nuestros cuerpos se pegan por el sudor, pero creo que el contacto no se debe a este.

—yo también te amo, —le beso la coronilla.— y creo que te amaré como nunca más podré amar a nadie más.

Me mira como si eso le hiciera el mismo bien que me hace a mi escucharlo de él, nuestras miradas lo dicen todo.

Me pongo de lado y le beso la punta de la nariz, haciéndolo poner nervioso, le doy un par de besos en sus párpados y otro par en sus mejillas.

—Preciosa Emma…

—¿Diga?
—¿Qué haces?
—Te consiento. así que calla y deja hacerlo.
continuo con los besos, voy bajando lentamente hasta su cuello, le paso ligeramente los dientes sobre este, le beso el pecho y bajo una mano cuidadosamente a su miembro, lo sujeto y muevo mi mano en un vaivén de arriba abajo.

—Emm...

—Silencio Ulises.

le sigo besando los hombros, regreso a su boca, le paso la otra mano por su cara, contoneando su perfil.
sigo estimulando y veo cómo intenta no cerrar los ojos, para no prenderse en su placer.
—Anda, disfruta.
—Lo hago.
—Sé como es que te gusta el sexo, no siempre tiene que ser “tierno”, también quiero complacerte a ti. Que ambos disfrutemos de esto.
—Me gusta lo que hacemos.
—Entonces, déjate llevar.
—Si sigues con este juego, de Emma provocadora mente sexi, no voy a durar.
—En el sexo no importa el tiempo, importa cuanto lo disfrutas, ¿De que vale si duramos una hora pegados como conejos, pero no hay disfrute? Más valen cinco minutos que te hagan perder la cordura.




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