Niccolò Paganini nació en Génova el 27 de octubre de 1782 y falleció en Niza el 27 de mayo de 1840. Como se ha nombrado en la introducción, ha sido el mejor violinista que haya existido, también tocaba la viola, la guitarra y componía y ha marcado una etapa importante de cambios musicales. Falleció a causa de varias enfermedades que se explicarán seguidamente.
Un dato importante es que nació en una época de supersticiones, por lo que esto ayudó en su carrera.
Cuando Paganini era muy pequeño, su padre, Antonio Paganini, se dio cuenta de su gran talento y le dio clases de violín, pues él aparte de dedicarse al comercio marítimo era violinista. Cuando Antonio le enseñó todo lo que sabía, buscó a otros maestros.
Tenía los dedos y los brazos más largos de lo normal, lo que le permitió hacerse construir un arco más largo y abarcar más espacio en las cuerdas; este hecho era causa de una enfermedad que se desarrollará con el aumento de su edad.
A los 9 años hizo su primer concierto en el que interpretó una obra propia e impresionó tanto al público que éste recogió fondos para que fuera a estudiar con un profesor de prestigio: Allesandro Rolla, en Parma. Cuando Rolla le escuchó tocar le dijo que él no tenía nada que enseñarle.
Debido a su carácter tan aventurero y apasionado, se independizó y comenzó sus giras en 1805 muy joven para lanzarse al mundo de la música empezando por Lombardía, pero hasta 1813 no se le consideró un virtuoso del violín.
En 1827 realizó un concierto bastante importante para su carrera. Fue un concierto propio, compuesto por él en Nápoles. Tuvo gran éxito y ahí realmente demostró su talento al ser él el autor e incluir nuevas técnicas que parecían imposibles hasta el momento.
En 1828 viajó aViena y dio 14 conciertos, donde debutó marcando un antes y un después en su carrera. Siguió preparando conciertos y en 1829 y 1831 se reunió con Goethe, Heine y Schumann. Paganini tuvo gran influencia sobre estos artistas, quienes vieron inspiración en él. Después empezó a viajar por Inglaterra, pero ya empezaba a sentir demasiado la fama y el coste de las entradas era muy elevado, excesivo, por lo que el público estaba descontento. Aun así la gente hacía todo lo posible por verle tocar, pues aparte de ser un violinista prodigioso, tenía una forma muy peculiar de tocar por su conformación biológica especial y por su tal distinta manera de interpretar la música.
Heinrich Heine (1797-1856), el gran poeta alemán con quien se reunió en 1829, se ocupó de plasmar en 1830la manera de interpretar de Paganini:
"...Por lo que a mí se refiere, ya conoce usted el otro lado de mi afición musical, la capacidad que tengo de ver la figura adecuada de cada nota que oigo sonar; y así sucedió que, con cada movimiento de su arco, Paganini ponía ante mis ojos imágenes y situaciones visibles, y en una escritura plástica de sonidos me contaba todo género de historias estridentes, que desfilaban ante mí como un fuego coloreado de sombras, en el que él mismo, con su música, era el protagonista..."
"...Si Paganini me pareció ya harto extraño y fantástico, al verle venir (...) ¿qué sorpresa no habría de producirme en la tarde del concierto su estremecedora y extraña figura? (...) En la sala había un silencio religioso. Todos los ojos estaban clavados en la escena. Todos los oídos se preparaban para escuchar.
Finalmente apareció en escena una figura oscura, que parecía haber salido del infierno; era Paganini con su traje negro de etiqueta, frac negro y chaleco negro, de hechura horrible, como quizás lo prescribía la etiqueta infernal en la corte de Proserpina, unos pantalones negros que caían temerosos por las piernas flacas. Los largos brazos parecían alargarse más aún cuando, con el violín en una mano y en la otra el arco -con el que tocaba casi la tierra- hacía el artista al público sus inverosímiles reverencias. En los esquinados contornos de su cuerpo había una rigidez terrible, y al propio tiempo algo cómicamente animal, que inducía a reírse; pero su cara, más cadavérica aún por la chillona iluminación de las candilejas, tenía una expresión suplicante, tan estúpidamente humilde, que una compasión tremenda sofocaba nuestro deseo de reír. ¿Habrá aprendido estos saludos de un autómata o de un perro? Esa mirada suplicante, ¿es la de un enfermo moribundo o acaso la mueca burlona de un avaro astuto? ¿Es un hombre vivo a punto de fenecer y que va a divertir al público con sus convulsiones, como un luchador moribundo, o un muerto que ha salido de la tumba, vampiro del violín, que, si no la sangre del corazón, extrae de nuestros bolsillos el dinero almacenado?..."
Estos fueron los conciertos que realmente marcaron su carrera, después de viajar a Inglaterra ya era un supremo del violín y siguió viajando por toda Europa.
Compuso obras, sonatas y conciertos para violín y guitarra principalmente. Sus composiciones abarcan todos los niveles, desde iniciación (como La danza de las brujas) o al máximo virtuosismo (los 24 caprichos). Sus obras más importantes son: los conciertos para violín N°1 y Nº3 en re mayor, Opus 6, el Concierto N°2 en si menor, Opus 7 "La campanella" y sus caprichos. Estos últimos inspiraron a compositores como Liszt, Brahms y Rachmaninov.
Esta es toda su carrera, en cuanto a su vida personal, ya no fue tan suprema. Al comienzo de su carrera, como de pequeño había sido pobre, dinero que caía en sus manos, dinero que derrochaba. Lo utilizaba en el juego y en las mujeres, aunque también invertía en violines; sólo se compraba Stradivarius, Guarnerius y Amati. Le molestaba mucho que le invitasen a comer para luego tener que ejecutar algunas piezas gratis, entonces cuando le invitaban y le decían: «No olvide el violín», éste respondía: -Mi violín no come nunca fuera de casa.