Bowie

CAPÍTULO 8

Volac está en el mismo callejón abandonado de las calles de Cartafagia donde había quedado de verse con su distribuidor, fumando impacientemente y frotando su mano enguantada con látex en el enterizo de piel. Si no fuera por la máscara, los drogadictos verían su expresión de furia y la confundieron con un demonio.

La mujer mira hacia un lado y hacia el otro, cuando suena su celular.

- ¿Diga? - su expresión cambia completamente al escuchar la de la persona del otro lado del comunicador. - No, aun no tengo el dinero… ni la mercancía.

La voz de la otra persona también está distorsionada, haciéndola más lúgubre y amenazadora.

- Si, él la tiene.

La mujer apaga el cigarrillo enterrándolo en la suela de la bota, mientras escucha los regaños provenientes de la bocina.

- Sé que me equivoqué, lo sé. Pero es el mejor cocinero y minero que tenemos, ¿qué quieres que haga?

La otra persona comienza a sacarla de sus limitadas casillas.

- ¿Sabes qué? Hazlo. No me importa si le pasa algo, yo se lo advertí. Si hay necesidad, arranca el dinero y la merca de sus manos, ya no me interesa. Buscaré a alguien más.

Algo le dice la otra persona, que la hace dejar de moverse y escuchar atentamente las palabras salientes de la bocina.

- No, el siguiente movimiento lo haré yo. Es un cargamento custodiado por el clan Bowie. Todo deber ser perfecto y ejecutado con la mayor precisión posible, no podemos darnos el lujo de hacerlo con novatos.

El socio de Volac no parece convencido.

- Está más que confirmado. Es un clan muy duro, sí; pero es mejor que lo vaya custodiando ese y no el Kukri, esas malditas son muy difíciles de matar, créeme. Lo digo por experiencia.

Volac saca un nuevo cigarrillo que se pone directamente en los labios para encenderlo apresuradamente, sin siquiera olerlo ni saborearlo como siempre lo hace.

- Es en tres semanas… - suelta el humo por la nariz. - ...entonces nos reuniríamos dentro de un mes. - la mujer vuelve a recargarse sobre la pared, ya más relajada. - ¿Crees que es fácil quitarle los sellos de rastreo imperiales? Necesito esa semana de gracia para desactivar y cocinar.

La boca de la mujer se tuerce en una sonrisa.

- Sí, sí… también esa parte la haré yo… o pueda que convenza a una amiga que tengo en el clan Kelewang. - contesta con más tranquilidad que antes. - Oye…

Volac se voltea a ver a unos drogadictos que están arrinconados en una esquina, riendo eufóricamente.

- ¿Tienes algo más con lo que atormentarme o ya terminaste?

La respuesta de su interlocutor la hace aún más feliz.

- Bien, porque tengo ganas de divertirme un rato y estoy viendo a un par de juguetes que quiero estrenar. Seguimos en contacto.

Después de colgar, Volac termina su cigarro con tranquilidad, saboreando el tabaco con una devoción casi religiosa. Una vez que se ha acabado el cigarro, se mete la colilla en la boca y, mientras la va masticando, camina en dirección a los drogadictos.

- Dolor, llanto, es mi diversión, ya perdí la inocencia… - va cantando a la vez que los tacones de sus botas crean un contrapunto al golpear contra la piedra. - Niños, pueden venir a jugar…

Las manos de la mujer sacan de unas fundas que tiene en la espalda, un par de navajas españolas que adquieren el doble de largo al desplegarse, dando como resultado un par de escalofriantes espadas de metro y medio. Antes de que los pobres adictos pudieran entender que el líquido rojo que estaba brotando de su cuerpo no era parte de sus alucinaciones, ya eran parte de un macabro juego de Volac. 



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En el texto hay: androides, necromancia, magosybrujas

Editado: 23.06.2021

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