- ¿Está todo en orden por aquí, soldado? – pregunta un hombre muy alto, de cabello rojizo, ojos verdes y una cicatriz que le cruza desde la ceja izquierda hasta el tabique de la nariz, revisando minuciosamente los papeles proyectados en una pantalla holográfica que el otro soldado de menor rango le muestra.
- Afirmativo, general Vudoyra. Los soldados ya fueron dispuestos de acuerdo con la última distribución especificada en la junta de coordinación y planeación. Cada vehículo tiene un piloto, un copiloto, un escuadrón de 4 soldados en el exterior del remolque y otros 2 en el interior, custodiando los contenedores.
El general Vudoyra, así como todos los soldados que se mueven de un lado al otro dentro de la Real Caverna de Minerales del Imperio, usan un uniforme como los del Clan Kukri y Khopesh, pero este es en tonos rojizos, rayando en vino y guinda, recalcando el hecho de que la sanguinaria fama del Clan Bowie sobrepasa por mucho al de los demás clanes, ya que éstos no son espías, cazadores, negociadores o antiterroristas, sino soldados específicamente entrenados para la guerra.
- Perfecto, no puede volver a suceder lo de la vez pasada. El Emperador fue muy claro en que no debemos volver a cometer el mismo error.
Después de cerrar la pantalla, el general de unos golpes a uno de los vehículos en la parte trasera del remolque para indicar que puede avanzar.
- ¡Listos, todos a sus estaciones! – ordena Vudoyra y todos los soldados comienzan a subir a los vehículos.
- General, con todo respeto, ¿no debía comunicarle a la general del Clan Kukri de esta misión? – el soldado joven le sigue el paso al general, quien está enfocado en la revisión del quinto vehículo en la fila.
- Prefiero no involucrar a las brujas de ese clan en asuntos de seguridad. Desde que Cobra murió, ese escuadrón se ha vuelto un desastre. ¡Listo, el que sigue!
El joven soldado suelta un áspero suspiro ante la respuesta del general.
- ¿Algún problema, soldado Bedoya?
- Las personas que asaltaron el cargamento anterior fue un grupo de tres brujas, una especie de hombre lobo y un par de humanos. ¿No cree que necesitamos a las expertas en la cacería de esas criaturas para lidiar con cualquier contratiempo que surja en el camino a la refinería?
- Estaremos bien sin esas mujeres.
- ¿Seguro? Aun estamos a tiempo de convocar a algunos elementos. Coralillo y Cecilia son una buena opción.
- ¡Listo! ¡Último vehículo revisado! – anuncia el general.
- ¡Entendido mi general! ¡Soldados, en formación! – ordena otro soldado que está de pie en una especie de estación de vigilancia en la entrada de la Caverna.
- Estaremos bien porque el Emperador ya nos dio bandera verde a destruir todo aquello que parezca sospechoso, inusual o que solo sea incómodo. Ahora, te sugiero que tomes tu lugar en el convoy aéreo, soldado.
- Señor, no entiendo su animadversión por involucrar a los elementos del Clan Kukri. Cuando Cobra estaba al mando, nunca tuvo problemas porque ellas…
- Eso era porque Cobra era una excelente militar, espía y estratega, así como líder y compañera. Si ella estaba involucrada, era seguro que la misión resultaba exitosa…
- Le recuerdo que no todas las misiones que ella dirigió resultaron exitosas… la mataron en la última. – interrumpe el soldado al general. – General, entiendo que no es lo mismo trabajar con Cobra que con Mamba, pero debemos hacer lo que podamos con lo que tenemos.
El general Vudoyra se concentra de lleno en el soldado, como queriendo intimidarlo para que se callara.
El soldado Bedoya baja la mirada mirando al suelo para luego volver a levantar el rostro lanzando una sonrisa de resignación.
- Yerik, tarde o temprano, tendremos que trabajar con las nuevas líderes del Clan Kukri… e inclinarnos ante la nueva futura emperatriz.
Yerik Vudoyra ha abandonado todo rastro de emoción o nerviosismo por la misión para reemplazarlos con una mandíbula temblorosa y puños dolorosamente rígidos, rezando internamente porque la última situación mencionada por el soldado Bedoya, su mejor amigo, no llegara a suceder.
Las puertas de la Real Caverna de Minerales del Imperio se abren lo suficiente para dejar salir a los siete vehículos terrestres con sus correspondientes cuatro remolques y así poder adentrarse al camino más corto hacia la Refinería de Cuadrilla, localizada en las montañas del norte del Imperio Nornodiano.
El general Vudoyra, junto con tres soldados van custodiando el cargamento desde el aire en cuatro aerodeslizadores con forma de avispas llamados Hornets.