La casa se sentía más sola que de costumbre. Usualmente tendría que levantarme y prepararme para ir a trabajar, igual que mi madre. Si era día de escuela, tendría que preparar el lonche de Sofi y saldríamos todos temprano. Cada una a sus destinos diarios.
Pero eran vacaciones y Sofi no tenía que ir a la escuela. Mi madre no estaba y no tendría que vigilar que se encontrara bien. Y nos habían dado el día, por lo que no tendría que ir a trabajar.
Había pasado mucho tiempo desde la última vez que me sentí en verdad relajada por la falta de trabajo como hoy.
Sin embargo, estaba acostumbrada a la rutina, por lo que mi cuerpo se despertó temprano a pesar de mi insistencia por dormir más horas.
Sofi se despertó para el momento en que yo me calzaba unos tenis después de haberme bañado.
—¿Qué vamos a hacer hoy? —preguntó tallándose el ojo con la mano. Podía ver que aún tenía sueño.
—Saldré al café a comprar algo para el desayuno. Después de eso podemos ir a comprar el mandado para la semana —me detuve antes de decir algo más dudosa, si algo salía mal y yo terminaba seleccionada, no me lo podría perdonar nunca—. ¿Quieres algo en especial para desayunar? —pregunto cambiando el tema de la conversación.
—¿Me compras un capuchino? —pregunta inclinando la cabeza y moviendo las pestañas rápidamente en un intento por convencerme.
—Buen intento, pero no tienes edad para tomar café —le digo revolviéndole el pelo después de levantarme.
—Pero tú ya tomas café —se queja alejando su cabeza de mi mano.
—Porque soy la mayor —respondo divertida saliendo del cuarto.
Bajo las escaleras y mi vista va a los escombros del día anterior; había dicho que lo limpiaría hoy pero ni siquiera había querido pensar en ello.
Sofi baja detrás mío y se detiene a mi lado viendo lo mismo que yo.
—Está bien, lo recogeré después de desayunar —esbozo una pequeña sonrisa intentando convencerla, no quería que ella lo limpiara.
Termino de bajar las escaleras y tomo mi bolsa revisando que la cartera venga dentro.
—¿Una dona te parece bien? —pregunto acercándome a la puerta.
—Solo si es de azúcar —responde recargándose en el sillón esperando que salga.
Camino de regreso a su lado soltando un suspiro.
—¿Estarás bien sola? ¿No quieres venir? —preguntó con duda. No quería que pensara que la obligaba a salir, pero después de lo de ayer, no me sentía muy segura dejándola sola en casa.
Ella asintió desviando la mirada. A pesar de que me dió una sonrisa, no me sentía muy convencida con su respuesta.
—Bueno, no tardaré mucho. Báñate en lo que vuelvo.
Le doy un pequeño beso de despedida en la cabeza y salgo de la casa de camino a mi trabajo, aunque esta vez no iría para trabajar.
El viaje fue algo lento, como de costumbre, aunque a mí me parecía una eternidad considerando que no quería esperar mucho para volver pronto con Sofi.
En cuanto llegué y entré, pude sentir como los camareros y los cocineros se movían más rápido que de costumbre. Elena me distinguió desde la barra y sonrío para después caminar a mi encuentro.
—¿No recibiste el ultimátum? Hoy no trabajamos —dijo divertida esbozando una sonrisa.
—¿Qué hay de ti?¿No lo recibiste? —preguntó soltando una pequeña risa.
Ella ríe ligeramente mirando a su espalda.
—Bueno, es la fuerza de costumbre —respondió sin darle mucha importancia—. Aunque, en realidad vine por algo de comer.
—También yo. No fuí ayer por el mandado así que… —me encojo de hombros sin darle mucha importancia.
Ella asiente comprendiendo a que me refería. Una de nuestras compañeras se acerca y le entrega una bolsa de papel con su pedido dentro. Elena le agradece y la chica se va sin siquiera dar señales de haberla escuchado.
—Bueno, nos vemos el miércoles Cass —dijo Elena con una sonrisa.
Se despidió de mí y salió del establecimiento.
Su despedida hizo que mi corazón se encogiera. Ella sabía que no tenía intenciones de inscribirme y contaba con verme el miércoles de regreso en mi puesto; aunque yo no sabía si volvería o no.
—Parece que no es la única que está atascada en la rutina —dijo una voz a mi lado derecho.
Voltee encontrándome con Clay mirándome con una sonrisa desde la mesa en la que siempre se sentaba.
—¿Clay? —pregunto sonriendo acercándome a él—. ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó sin poder dejar de sonreír.
—Como ya dije, la fuerza de cos… —se detiene a media frase dejando de sonreír—. ¿Qué te ocurrió? ¿Estás bien? —pregunta levantándose acariciando la mejilla dónde tenía un moretón debido al golpe de mi madre.
—No es nada —murmuro agachando la cabeza soltándome de su agarre.
—Ven aquí —dice seriamente obligándome a sentar en el lugar enfrente de él. Se hinca a mi lado y revisa las heridas de mi rostros, a pesar de que solo eran dos pequeños cortes y el moretón.
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Editado: 29.03.2021