Cien días para volver a ti

Estrella 2: Supernova

Sábado veintidós de abril. Kamille no tenía clases los sábados, pero le tocaba hacer trabajo voluntario en el departamento de biotecnología desde las siete de la mañana hasta el mediodía. Luego trabajaba en la tienda de Terry desde las tres de la tarde hasta las once de la noche.

     ―Kami, despierta―llamó Clara―. Anda, ya apagaste todas tus alarmas.

La chica de cabello oscuro emitió un leve gruñido mientras se enderezaba lentamente sin abrir los ojos. Despertarse nunca había sido un problema para ella. El mundo la había bendecido con un reloj biológico muy efectivo. Sin embargo, el peso de su nueva vida la dejaba exhausta. Despertar a las seis de la mañana resultaba cada vez más complicado.

     ― ¿Hoy también tienes clase de violín? ―inquirió aún sin abrir los ojos.

Clara estudiaba música, o como ella prefería llamarlo, Licenciatura en artes e interpretación musical. Era buena con varios instrumentos, lo cual no dejaba de impresionar a su amiga.

     ―No, hoy me toca violonchelo―respondió la morena―. ¿Desayunamos juntas?

Kami abrió los ojos y miró su reloj. Eran las seis y un cuarto. Sí tenía tiempo, pero no le quedaban tickets para usar en la cafetería. Hacía un mes que se había quedado sin tickets y tampoco le alcanzaba el dinero para comprar más. No le había contado a nadie que había suspendido, así que tampoco nadie sabía acerca de sus problemas económicos.

A pesar de los años, Kamille no perdía esa mala costumbre de tragarse todos sus problemas y guardarlos para sí misma. Aunque estuviese de pie en el mismísimo infierno, ella prefería estar allí por su cuenta y buscar la salida por sí misma, que arrastrar a sus amigos allí.

Cuando le preguntaban por qué trabajaba, simplemente decía que quería ahorrar un poco para gastos personales o emergencias. Desde que perdió la mitad de su beca, la chica de cabello oscuro había aprendido a valorar mucho más todo lo que tenía. Había entendido cómo era tener que elegir entre pagar las cuentas o comer, lo que era tener que inventarse excusas para rechazar las invitaciones porque no tenía dinero para salir con sus amigos. Si alguno de sus amigos sospechaba algo, no se lo habían mencionado.

     ―Ve tú, yo comeré algo de camino al laboratorio, ya estoy un poco retrasada―rechazó sonriendo como si no pasara nada.

     ―De acuerdo, nos vemos luego entonces―se despidió Clara mientras se envolvía una bufanda de lana en el cuello.

El frío del invierno no se había ido del todo aún, a pesar de que ya había comenzado la primavera. Además de que la amiga de Kami era una de esas chicas que sienten frío incluso con la brisa más ligera.

 

 

Kamille

Cuando comprobé que mi amiga se había ido, saqué mi caja de sopa de mi armario y eché una lata en mi mochila. Había una pequeña cocina en el piso inferior del edificio. Bueno, no era realmente una cocina. Solo era un cuarto con una nevera y tres microondas. Cuando llegué estaba vacío, casi nadie usaba ese cuarto los fines de semana.

Mi habitación estaba en el segundo piso, así que me quedaba bastante cerca. Estaba realmente agradecida por el piso que me había tocado, me hubiera vuelto loca si hubiese tenido que bajar cinco pisos de escaleras todos los días. Sentía un poco de lástima por las chicas que vivían en el quinto piso. Todo sería más fácil con un elevador, pero la universidad consideraba que era innecesario malgastar dinero en un elevador para un edificio de solo cinco plantas. Claramente, ninguno de los directivos vivía en el quinto piso.

Luego de terminar de comer mi sopa furtivamente, me dirigí directamente al laboratorio. El profesor Bell me había dicho específicamente que necesitaba el laboratorio de biotecnología impecable ese día, porque el campus recibiría un nuevo grupo de investigación. Según había escuchado, se trataba de estudiantes del DTC, el Douglas Technology Center, una prestigiosa universidad de ciencias que se hallaba a unos ochenta y cinco kilómetros de distancia en la ciudad de Vancouver.

Sentía un poco de envidia hacia esos chicos. Debían ser muy sobresalientes para poder recibir este tipo de bienvenida de un profesor tan reconocido como lo era Bell. Ojalá yo también pudiese sobresalir de esa manera. Si tan solo pudiera ser como ellos, yo también podría formar parte del equipo especial del profesor, y no solamente hacer el papel de asistente para obtener créditos extra. Dios definitivamente tenía a sus favoritos.

No había nadie aun cuando llegué. Bueno, apenas eran las siete menos un cuarto. Los alumnos nuevos supuestamente llegaban a las ocho. Lo que sí encontré fue una nota del profesor Bell colgada de un microscopio. 

“Wheeler, me surgió un asunto urgente que atender hoy. Por favor, recibe a los muchachos en el laboratorio y llévalos a los dormitorios.” Decía.

Bueno, quizás no eran tan importantes como había pensado en un principio. De todos modos, mis nervios explotaron inmediatamente como una supernova. ¿Yo, recibir al equipo especial del profesor Bell? ¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Qué debía decir? ¿Por qué me pasaban estas cosas a mí?

Respiré hondo, esforzándome por permanecer tranquila. Todo estaba bien, solo tenía que decir hola.




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