Capítulo Final
Zeus se dirigió, hacia el hospital más cercano y cuando llegó ninguna enfermera podía darle información y eso lo tenía desesperado, llamó de nuevo a Erick, no había señal, salió de allí desesperado.
.
.
En una habitación.
Hera abrió los ojos lentamente, le dolía la cabeza y se sentía atontada por el golpe, tocó su vientre, sintió a Héctor cómo se movía en su interior, todo fue muy rápido, iba pasando la carretera con otra chica cuando las dos fueron golpeadas, ella tuvo suerte de no caer en medio de la vía, iba más adelante; fue un leve roce, sintió el golpe y se desmayó, un hombre la había llevado para el hospital y la ambulancia a la otra mujer.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó el médico.
—Bien, ¿y cómo está mi bebé? —le preguntó angustiada.
—Perfecto, para ser sincero es un milagro que haya golpeado un auto y estés con rasguños, una pequeña partida en la cabeza.
—¿Y cómo está la otra chica? —le preguntó preocupada.
—Otra con suerte, según su bebé estaba muerto y le hicieron una cesárea, la bebé se está recuperando, igual ella. Para mí que cuando fue el impacto, ella sin proponérselo te abrazo, logrando que el daño fuera menos. Definitivo tienen un ángel que las cuida.
Hera no dijo nada.
—Bueno, voy a avisarle al joven que te trajo que ya estás bien —dijo él alejándose.
—Puede decirle que venga. Quiero darle las gracias —le pidió Hera agradecida.
—Claro que sí.
El joven entró y Hera se le quedó mirando.
—Muchas gracias —habló ella con sinceridad—. Si no, hubiera sido por usted, no sé qué sería de la vida de mi pequeño Héctor y la mía, ¿cómo te llamas?
—Mi nombre es Leonel Smith —contestó él mirándola—. Solo fue suerte, iba a buscar a mi prometida.
—Igual, quiero darle las gracias —dijo mirándolo—. Se lo agradezco mucho.
—Está bien.
Leonel se salió de la habitación.
Hera miró cómo Leonel se retiró, pensó que era un hombre demasiado extraño.
.
.
En la sala de espera.
Zeus entró de nuevo al hospital, vio un médico y se acercó.
—Disculpe —dijo acercándose—. Mi esposa, Hera Markus. ¿Está aquí? —le preguntó desesperado.
—Sí —contestó—. Está en la habitación #2 —le dijo señalándosela.
Zeus no corrió, se fue con rapidez adonde se encontraba su mujer, cuando abrió la puerta la encontró con los ojos cerrados y se imaginó lo peor.
—¡Hera! Dios mío —exclamó revisándole el golpe y mirándola—. Si te pasa algo, no sé qué sería de mi vida, mi cielo. Por favor, no te mueras, Te amo. Por favor, no nos dejes.
Hera se quejó.
—Déjame dormir, Zeus —le pidió ella sonriendo—. Me duele la cabeza.
Zeus la llenó de besos en toda la cara y en los labios, ella solo sonreía de felicidad.
—No sabes, lo preocupado que estaba por ti —le confesó—. Me asusté mucho, tu amiga me dijo que estás muy mal.
—Lo que pasa, es que Ivy no estaba conmigo —le explicó ella—. Estaba otra chica a mi lado, quién fue que recibió el golpe y me dijo; el médico que estoy estable, Héctor y yo estamos muy bien, estamos en observación solo para prevenir.
—Gracias a Dios —dijo Zeus besándole los labios—. No sabes, lo preocupado que estaba.
Hera lo miró, debía de estarlo, si estaba muy asustada, que sería él que estaba ignorando de lo que ella estaba viviendo, debía de estar muy abatido, lo miró con ternura.
—Abrázame con cuidado —le pidió, él obedeció y la abrazó con cuidado, y sintió cómo su mujer soltó un llanto—. Tenía mucho miedo —sollozando—. Pensé que Héctor moriría —Zeus le acarició la espalda con amor.
—Cálmate, amor —le susurró en el oído—. Lo importante, que estás bien y que nuestro hijo no le paso nada malo.
—Sé que fue una mujer —dijo ella separándose un poco—. Por qué los paramédicos decían que la otra joven murmuraba mucho, que era una pelirroja. ¡Fue Petra! —dijo aterrada.
Zeus no se sorprendió, unas semanas antes se había enterado por la bocona de Sofía lo que le habían hecho a Petra, la muy anormal de su hermana se sentía orgullosa de lo que hizo. En una parte le agrado, su temor creció más al imaginar que en algún momento esa mujer le hiciera daño a Hera y ese día había llegado, no logró su cometido, pero si los planes de ella hubieran salido a la perfección, ahora estuviera desesperado. Sin esposa e hijo, solo por una maldita loca que estaba atrás de él por puro capricho, tenía que estar preparado, estaba seguro de que Petra no se quedaría quieta.
—Cálmate, amor —habló Zeus para tranquilizarla—. No pasará nada, yo estoy aquí contigo —dándole un beso en los labios.
Hera sintió alivio y cerro nuevamente los ojos.
—Descansa, platicaré un poco con el médico.
Hera abrió los ojos, asustada y negó con la cabeza.
—Me quedaré contigo —le dijo con suavidad.
Ella le regaló una leve sonrisa.
.
.
Tiempo después.
Hera fue dada de alta, después de estar horas en supervisión médica. Zeus no quería avisarle a su familia, para que no se asustaran, pero fue imposible la prensa se enteró, comenzó el escándalo, sus hermanas y cuñadas le iban a explotar el celular, no sabía qué decirle a una cuando entraba la llamada de la otra, les pidió que se quedaran quietas que Hera se iría para su casa.
Cuando llegaron a su casa, él le compró una silla de ruedas para su esposa, no quería que caminara por nada del mundo, Helena al ver a su madre, salió corriendo a recibirla y le dio un beso en la mano.
—Estoy bien, pequeña —notando cómo tenía los ojos llenos de lágrimas—. Mamá está bien, solo fue un susto.
—Mami —murmuró queriendo abrazarla, no podía—. Qué bueno, que estés bien.
—Hermanita —dijo Clío llorando—. Gracias a Dios que solo fue un susto.
—Sí —afirmó Fedra sintiéndose mal, si no hubiera sido por ellas, Hera no estaría así—. Perdónanos.
#2561 en Novela romántica
#656 en Novela contemporánea
amor amistad, diferencias de edades, romance segunda oportunida
Editado: 26.05.2023