Ni siquiera han sentido las horas correr, disfrutaron de la deliciosa cena, sonriendo y compartiendo todo lo que ha sucedido con ellos desde la última vez que se vieron frente a frente, ya han corrido casi dos meses desde entonces y tal parece que la idea de que esta vez la visita durará un poco más de tiempo no solo permitía hacer planes más extensos, también daba la sensación de felicidad disparada.
La comida para Helmut tuvo el mejor sabor, él se sentía completamente especial, sobre todo después de escuchar lo que las chicas habían pasado para hacerla, como la tenían planeada con anticipación y sobre todo lo genial que se sentían de saber que había sido del agrado del caballero.
Si bien él era el invitado, no dejaron que lavará los trastes como había indicado, así que entre los tres lo hicieron, compartiendo en la cocina mientras sucedía, para luego trasladarse al salón donde la parte favorita de Diane empezó, si bien Emma pensó que Helmut podría estar demasiado cansado para entregar obsequios, pronto descubrió que el caballero también estaba ansioso por vivir esa parte.
El mismo retiró la mesa que estaba elegantemente entre los sillones para tener más espacio y así, con cada maleta que se iba abriendo el lugar pronto se fue tornando un caos, había dos chiquillos emocionados compartiendo entre juguetes y ropa, más una encantadora pelirroja quien gozaba de ver a su hija tan feliz y cómoda, aun cuando la hora de dormir estuviera por llegar.
Fue la misma Diane quien se puso de pie cuando escucharon la voz de Amara saludando a su llegada a la casa.
—Abuelita, ven, ven—le pidió tomándola de la mano y llevándola al salón.
La mujer solo se puso a reir, negando al ver como el elegante salón estaba casi volcado, había ropa amontonada en un sillón, ropa nueva, varios pares de zapatos esparcidos en la alfombra, juguetes a medio abrir y las maletas dispersas en cada rincón.
Al notarla Helmut no dudo en ponerse de pie, por lo que Amara ingresó, saludando a su hija primeramente y luego al apuesto caballero quien le dejó un beso en la mejilla.
—Bienvenido hijo, ¿Cómo estuvo el viaje?
—Un poco extenso, pero estoy feliz de ya estar por acá—respondió Helmut, viendo unos segundos a Emma quien solo sonrió con debilidad—¿quiere que le preparé algo de cenar?
—Oh no, no, tú debes estar cansado, no te preocupes—el rubio solo se puso a reir—veo que están adelantando la navidad.
Emma se puso a reir.
—Le traje algunos obsequios a mis chicas—Amara no pudo obviar el rubor que recubría las mejillas de su hija cada vez que el rubio elegante ante ella hablaba de esa manera.
—Y también hay para ti abuelita—indicó Diane segura, tomándole la mano nuevamente—ven, ven a ver lo que Elmo te trajo.
—Okay, okay, veamos que me trajo Elmo.
Helmut solos se puso a reir dándole el espacio a la chiquilla para que llevará a su abuela hasta los sillones donde ellos se han acomodado, cuando se encontró con la mirada de Emma, esta simplemente se acercó a su espacio, tomándolo por sorpresa cuando lo rodeó por la cintura abrazándose a él, hasta restregar de manera juvenil su rostro contra el pecho masculino.
—Debes estar cansado.
—No aún, además no te he dado todos tus regalos—Emma volteó a verlo.
—¿Seguro no estas cansado?
—Tranquila, estoy bien, muy bien en realidad, me hace bien de todas las formas posibles y conocidas estar con ustedes Emma—le indicó viéndola de frente, hasta acunarle el rostro—creo que aún no soy capaz de medir con exactitud el grado de felicidad que me proveen, pero te juro que nunca lo he sentido por nadie.
—¿Por nadie?
—Por nadie preciosa bombón—se acercó despacio a ella, besándole la mejilla—es un placer verme rendido ante los poderes de esta preciosa chica super poderosa.
Emma solo se puso a reir, poniendose de puntillas para abrazarlo por el cuello, pegó un chillido cuando Helmut con seguridad y tomándola de la cintura la elevó completamente, cargándola hasta el sillón donde los dos se dejaron caer, riéndose a carcajadas, de esa manera que a Diane le gustaba tanto.
—Mira abuelita—le indicaba la niña, sacando entre la pila de ropa un precioso abrigo rojo borgoña—este es tuyo, mamá y yo tenemos uno igual, ¿puedes medírtelo?
—Claro que sí, es muy hermoso.
—¡¿Verdad?!—soltó Diane emocionada, dando un brinco cuando su abuela se puso de pie y retiró su chaqueta colocándose el abrigo—y si salimos, podemos usarlos las tres y vamos a parecer ¡las tres mosqueteras!—ánimo viendo con brillantes ojos a su abuela—Elmo, ¿nos puedes llevar a cenar para que usemos nuestros abrigos?
—Claro que si—respondió este seguro—mañana tengo una cita con tu mami, pero el sábado vamos los tres, yo seré el príncipe que las tres mosqueteras van a proteger.
Las chicas simplemente se pusieron a reir, Diane admiraba a su abuela desde su lugar, halagándola mientras Amara le posaba con su abrigo nuevo, encantador y de una marca lujosa que reconoció de inmediato.
Al sentirse satisfecha Diane no dudo en buscar entre la ropa los obsequios de su abuela, pronto parecía que ella había sido quien empaco todo porque se movía segura ente las maletas seleccionando lo que Helmut había indico era para su abuela.
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Editado: 25.12.2022