Corazones, colores y matices

Capítulo 1: Mi primera vez… En una preparatoria

 

 

Cristian Bentley:

El estacionamiento de motocicletas para estudiantes estaba completamente lleno, así que hube de aparcarla detrás de otra, rezando por dos cosas: Que la persona dueña no saliera de clases primero que yo. Y que aquello no fuese motivo de infracción.
La música se escucha a máximo volumen en mis audífonos, mi abuela por lo general cuando me miraba así decía: ¡Cristian! ¡Quítate esa basura de los oídos o quedarás sordo! A lo que yo le contestaba: ¡Abuela, no es para tanto!

Pero era verdad, los problemas auditivos comenzaron después.
La persona encargada de cuidar la entrada se encontraba revisando las mochilas junto con dos oficiales de policía, aproximadamente seis personas frente a mí. Paré la música y comencé a revisar la mochila de forma sutil con la esperanza de que mi hermano mayor no me hubiese plantado marihuana o un foco junto con un encendedor, afortunadamente sólo se encontraban mis cuadernos, un libro, lápiz, un par de bolígrafos; rojo y negro, lapicero, puntillas y un marca-textos.

― ¡Siguiente! ―Gritó uno de los uniformados. Cuando me acerqué y puse la mochila sobre la mesa, comentó: ― ¿Qué tienes en este libro? ¿Marihuana, tabaco?

― ¿Me está ofreciendo o pregunta por ello? ―Comenté en voz alta, sonriendo.

Sonrió ante mi broma, acomodó su cabello grisáceo y continuó revisando la mochila con total normalidad. Pasados unos segundo regresó mi mochila, la tomé y caminé hacia los escalones del templete.

― ¡Siguiente! ―Escuché gritar detrás de mí.

 

 

 

 

 

 

Alison Wake:

― ¡No deberías llegar tarde el primer día de clases, Alison! ―Escuché gritar a mi madre desde la cocina.

― ¡Bajo en un momento, mamá, estoy secando mi cabello!

― ¡Alison Natacha Wake, es tarde! ―Gritó, de una forma no muy amable. ― ¡Tienes cinco minutos para desayunar e irte a la preparatoria!

Dejé mi cabello a medio secar y bajé rápidamente las escaleras.

― ¡Voy tarde, mamá! ¡Papá me dio dinero, tomaré las llaves del auto, desayunaré en la escuela, hasta luego! ―Respondí rápidamente.

Salí corriendo hasta el automóvil, abrí la puerta y subí en él tirando la mochila en el asiento del copiloto. Lo encendí y pasados unos minutos me encontraba atascada en los clásicos embotellamientos matutinos, una sirena por allá, sonidos de claxon, música a todo volumen y personas con el auto lleno de papeles que deben llenar en sus trabajos. Siempre he pensado que trabajar es una pérdida de tiempo, que vivir en sí es una pérdida de tiempo ¿Qué es lo que haces en la vida? Naces, creces, te reproduces y mueres. Te lo enseñan en la primera ¿No? En medio de todo eso está, naces: Eres un condón roto, una bendición no deseada, esa clase de cosas y los problemas que conlleva tener un bebé. Creces: Eres un estorbo aún más grande, un adolescente que va a la escuela tarde y no llegará a la primera hora a causa de estar atascada en un embotellamiento mientras conduce el automóvil de su madre. Te reproduces: Bueno, yo aún no he entrado en esa etapa, tengo la nota de Chica virgen en la espalda. Pero reproducirte ¿Para qué? ¿Para tener que mantener y cuidar a una mini-personita que cometerá los mismos errores que tú? Y luego tú remendarlos. Siento lástima por los adultos, sé que…recién entro a la preparatoria pero, es tan complejo el mundo que quisiera no salir de ella. La preparatoria será una nueva vida, llena de personas de mi edad con pensamientos similares a los míos, chicos guapos, chicos no tan guapos y aquellos a los que no volteas a mirar porque simplemente no encajan en ese lugar; soy parte de esa última categoría. Por último, dentro de las etapas de la vida; mueres: ¿Qué te puedo decir sobre eso? Todos lo saben pero nadie que lo haya experimentado vuelve para contarlo, a menos de que juegues a la Oujia, claro está.

Los automóviles por fin se pusieron en movimiento, conducir era una sensación tranquilizadora, y la preparatoria Black Star quedaba al otro lado de Carbas. Semáforo en rojo. Manejar me hacía sentir libre. Pero ¿A quién podía engañar? Esa sensación que recorría mi cuerpo era un recuerdo; recuerdos de cuando viajaba junto con mi familia en automóvil, cruzando Estados y durmiendo en moteles. De México le traje un enorme dolor en el estómago y no volví a probar el picante en meses, de U.S.A. Bueno, de allí la obesidad de la niñez y es que hay comida barata y de mala calidad en cualquier esquina.
El semáforo se puso en verde.
La humanidad es rara, tienes tu país y en vez de visitar sus Estados y ciudades, viajas a otro…para visitar sus Estados y ciudades. Tenemos nuestro planeta ¿Y qué hacemos? Visitamos otros. Las relaciones amorosas son parecidas, tenemos nuestra pareja ¿Y qué hacemos? Nos metemos con la del otro. Tal vez sea parte del código no escrito de los humanos. Y bueno, esa es mi razón de amar los viajes y odiar la humanidad. Pero soy parte de ella.




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