Que difícil es a veces comprender, la sensación nauseabunda e insuficiente de un ser. Robots. Me sentía un robot. Caminar, por modo avión, oír, pero no escuchar. Saber todo tanto, y al final, no entender nada. Al final, mirar por la ventana empañada ya no huele al delicioso porvenir de la lluvia. Huele a mareo, a sentimientos nauseabundos. Ya es imposible saber si es porque me tengo que comenzar a bañar tres veces al día, o si es mi corazón condenado a la taquicardia, me perfuma mi sangre. El olor a miseria, se termina encontrando dentro de mis venas.
Que a ver, no suena tan ilógico, una joven, con tanta mochila pesada y tantas heridas en la piel (casi siempre )autoprovocada...algo podrido tiene que salir de ahí. Pero esa es otra historia.
Algo, puedo afirmar, el contemplar mi malestar, hizo y hace, que aprenda a transitar y solucionar. Aunque el matiz se torne simplemente raro, aunque la bola de fuego fugaz recorra mi cuerpo, algo tengo que aprender, algo tengo que saber, entender. Quedarse en mi esencia, no recaer, no contemplar en mi, la decadencia.
Era un simple día gris, un día de mierda.
(Análisis de un texto escrito a esa fecha, que la tecnología tercermundista no me permite mostrar)