Pero no, en realidad no logro entender nada, y me desespero, y me abraza ese noseque, y tengo miedo. ¿Mamá? ¿Papá? Ay, ya no puedo. Me mareo, me auto-consuelo, pero es falso, me paralizo. Y un grito, rompe el silencio.
Nada que decir, nada que hablar. Se siente en el pecho, en la voz y el caminar, soy nocturna en este mar de luciérnagas, me pierdo en la sinfonía de la vida, por las hojas secas que me han nublado la vista.