—Con dolor de cabeza —pregunta Lee, conduciendo por la autopista.
Sin contestar, asiento. A pesar de la medecina, mi cabeza para ser un volcán en plena erupción a tiempo completo.
A veces, como hoy, el dolor es tan intenso que ni siquiera logro caminar. En esos momentos, el único en poder tratar conmigo es Lee. No soporto a nadie más, ni siquiera Luca. Mucho menos a Luca. Cada vez que lo veo, la culpa me carcomina y solo quiero darme una paliza. Con las lagrimas a los ojos, saco mis gafas de sol de mi camisa y me recuesto en el asiento. Esas gafas son una bendición, Luca me las trajo ayer. Más negras que el mismo carbón, apenas dejan la luz atravesar el espeso vídrio. Solo así logro respirar, solo así puedo pasar las crisis.
—No tienes que volver a tu casa, todavía.
Vuelve a insistir Lee como si estuviese conversando sobre el clima. Con una sonrisa, cruzo mis brazos sobre mi pecho. Agradezco sus esfuerzos para no hacerme pasar por un inútil. Sin contestar, ignoro su oferta. Lo cierto es que no quiero testigos. Quiero convalecer solo, sin nadie. Reventar de dolor cuando sea necesario, hundirme de desesperación cuando no pueda más, y patearme el culo en mis días fuertes para seguir adelante. Y la única manera es que nadie se quede conmigo. Es la única forma de lograrlo.
—Solo asegúrate que no me muera de hambre —suelto bromeando, a medias.
No podré cocinar y tampoco soportaré a nadie alrededor mío.
—Te traeré la comida cada semana —asiente Lee con la mándibula crispada.
Por un segundo lo miro, y por dentro quiero encontrar las palabras correctas para animarlo, agradecer todo lo que ha hecho por mí, hacerle entender que siempre estoy aquí. Pero, no encuentro ninguna palabra acertada. Lo cierto es que Lee está sólo, rompiéndose el culo entre Luca y yo, además de seguir al mando del Grupo 3. Y por eso mismo tengo que hacer lo que haré: estar solo.
No quiero ser una carga para nadie. Lee, lo tiene claro. Él no debe encargarse de mi persona, como dije antes, solo necesito comida.
—Enviaré a un equipo de limpieza cuando estarás en fisioterapia. Un chofer 24horas estará afuera para llevarte a donde quieras ir.
—Pensaste en todo —digo, al abrir la ventana para dejar el aire caliente del verano entrar. Seguimos en la pista, cuando de pronto algo me llama la atención—. ¡Para! —le ordeno, sin saber porqué.
—¿Qué pasa? —pregunta Lee, al poner la direccional y estacionarse en la vía de emergencia.
—No sé —contesto, antes de quitarme las gafas. El impacto del sol me corta la respiración. Pero tengo que ir a ver... Con dificultad, abro la puerta, y con calma me extirpo del vehículo. Es extraño, no hay nada. Es solo el borde de una autopista con un sendero al frente. A la par del auto deportivo azul de Lee, miro a la autopista y al sendero como si ese lugar tuviera algún significado para mí. Giro y observo el sendero, y dudo en querer subir esa pequeña colina.
—¿Pasa algo? —pregunta Lee, a la par mía.
—No lo sé —digo, sin lograr descifrar las emociones que me sumergen—. Vámonos —le pido, abrumado.
—Tienes que ser paciente. Todo encajará cuando sea el momento, no te esfuerces.
—Sabes por qué paré aquí, ¿verdad? —pregunto, sospechoso.
Lee no contesta, solo asiente; y se concentra en volver a incorporse en la pista. Después de un cierto tiempo, toma la primera salida hasta llegar al semáforo.
—¿Quieres que te cuente? Si me lo pides, lo haré —vuelve a insistir Lee.
—No, no quiero que me lo cuentes. Ya hemos conversado acerca de esto. ¿Qué te pasa hoy? Sabes que quiero recordarme por mi cuenta. Quiero forzar mi mente a recuperarse. Si lo haces, contaré contigo siempre. Y a lo más seguro me quedaré con tu versión.
—Maldición, Alessandro. Coorperar un poco no te hará ningún daño. Estamos aquí para ti, solo debes...
—¡NO! ¡Acaso vamos a volver a lo mismo! ¡Ya tuve sufiente con Luca, tú también te vas a poner en ese plan! Juro que si sigues, me apartaré de tí también —amenazo, intentando contener el dolor al comprimir mi mano contra mi sien.
—Siempre haces lo mismo, siempre. Cada vez que te toca un momento difícil nos apartas, a mí y a Luca. No es justo Alessandro y lo sabes. Nosotros también te necesitamos. Nosotros también tenemos nuestras mierdas que manejar. Actuas como un niño irresponsable. Y no te preocupes, no diré nada más... Pero, sí, quiero decirte alto y claro, que tu decisión te hará sufrir más.
—Soy un egoísta de mierda, lo sé. Se los pagaré de vuelta, cuando me haya recuperado —explico, al volver a ponerme mis gafas cerrando con eso la conversación.
Sin contestar, Lee frena brusco, y sale del auto tirando la puerta con fuerza.
Él no me entiende, sé que no entiende mi decisión. Maldiciendo para mis adentros solo quiero ponerme en el asiento del conductor para dejar a Lee tirado e irme. Con la rabia a flor de piel, bajo el vidrío del auto hasta abajo: —¿me vas hacer rogar para que vuelves?