A pesar de la aparente tranquilidad, percibo el nerviosismo de Lee.
¿Lee nervioso?
Imposible, al menos que el fin del mundo llego.
Por su lado, Luca es más opaco que una noche sin luna.
Los conozco, sí, los conozco bien.
¿Traición? ¿Cómo pude ser tan ciega?
Cuando siento las manos de Lee atar las mías, todo se descarrilla. Escucho, sin entender, la conversación de Lee y Luca con la impresión de estar a kilómetros de aquí.
¿Qué ocurre, Lee, Luca?
De pronto, el nerviosismo de Lee se convierto en pánico, y … ¿miedo? Lee de verdad tiene miedo. Con tranquilidad intento respirar con regularidad cuando esa voz cae como un látigo, abriendo viejas heridas; recuerdos de un pasado enterrado por la felicidad y el dolor de mi vida con Alessandro.
Entiendo, ahora comprendo lo que me une a Lee, Luca y Alessandro: todos somos al final de cuentas víctimas de nuestros padres. Víctimas de nuestro legado. Simples daños colaterales, un vulgar peón en un esquema complejo y maquiavélico.
Siempre contemplé mi pena, mi pasado, mi pérdida, sin detenerme a pensar que detrás de tanto poder y riqueza podía existir una tragedia igual de grande que su amistad. La rabia me llena los ojos de lágrimas y tiemblo, no de miedo -en absoluto- tiemblo de enojo y odio. El sabor a venganza ha sonado. Lee, Luca, Alessandro intentaban protegerme, ahora lo sé.
Antes creía que mi verdugo estaba enterrado a metros bajo tierra, al igual que mi madre, mi hermano y mi… Un momento, ¿¡Alessandro muerto!?
Mi corazón se detiene para estamparse en mis sienes, pierdo el equilibrio, respiro y mis latidos vuelven. ¡¡Qué le han hecho!!
Miro a Lee y a Luca, sus rostros no delatan ninguna expresión. De pronto, sus palabras vuelven a la mente. No es el momento de perderlo. Ahora más que nunca debo ser firme.
Alessandro… Una frialdad se infiltra en mis venas. No es un sentimiento agradable, todo lo contrario, es totalmente destructivo. Nunca he logrado proteger a nadie. No dejaré que estos restos de humanos arruinen las vidas de las últimas personas que cuentan para mí en ese mundo podrido. No me queda nadie más que proteger, no podré vivir conmigo mismo si les llegará a suceder algo.
Me niego. Si salgo de ésta con vida será porque los tres hemos sobrevivido.
Nunca más seré testigo de la muerte de un ser querido. Nunca.
Tú y tú, les haré pagar por todos los males que han hecho.
Bajo el impulso de la pérdida de Alessandro me libero del agarre de Lee y avanzo hasta el mismo demonio.
—SIM3 infectará pronto todo el sistema del Grupo 3. Dentro de pocos días no les quedará… nada.
—¡¡Cállate!! ¿¿Qué diablos dices?? —me grita Luca.
—Tú —ordena el padre de Alessandro, apuntándome con su dedo— repite lo que has dicho.
—¿Acaso estás sordo? —pregunto, reprimiendo las ganas de arrancarle los ojos ahora mismo.
—¡¡¡Catalina!!! —vocifera Lee hecho una furia.
—Vendrás con nosotros —sentencia Guillermo; y de la mano le ordena a los guardias llevarme fuera de aquí.
Así de sencillo fue. Ahora no sospecharán ni de Lee, ni de Luca. Giro, los miro con unca sonrisa, pero sus semblantes me dejan helada. Detallo los rasgos de sus rostros disformes por el miedo. Sus ojos agrandados parecen salirse de órbitas. Las manos de Lee contraídas en puños de acero al punto que sus nudillos se vuelven blancos. Todo su cuerpo vibra de enojo, listo para atacar como un tigre listo para devorar su presa. De inmediato, Luca lo retiene.
Vuelvo a sonreír. Si antes tenía mis dudas, ahora lo sé.
El guardia vestido de traje me agarra por el brazo llevándome con el Grupo 3 hacia un futuro incierto. Rodeada por cuatro armarios vestidos de negro junto con sus dos maestros, las ganas de voltearme me toman desprevenida. Quiero despedirme. Quisiera poder apaciguar el enojo y la desesperación de Lee. Me gustaría abrazar a Luca por última vez. Cierro los ojos, las puertas del elevador sellan mi destino. Y bajamos hasta el mismo infierno.
Salimos del elevador, Richard se devuelve, me mira, me desprecia, me odia. No dudo un solo segundo en devolver el mismo trato. De pronto, siento una mano impactar mi mejilla derecha. El escozor me hierve, y del impacto, mi labio inferior se revienta, se hincha dejando paso al sabor a sangre. Sí el cabrón me dio con todo el gusto.
—Eso, es por mi hijo, maldita perra. Ya verás, te ahorcaré como bruja que eres. Te ahorcaré junto a la tumba de mi hijo. Hasta que la muerte los separé, ¿no?
Verlo con ese lente nuevo me es tan irreal como revelador que no logro reprimir una carcajada.
—Tu sombra es la que mató a tu hijo, yo no —contesto sin pesar.
Su rostro se vuelve lívido. Me ignora, y salimos del edificio.
Afuera, se escucha a las cigarras y los grillos festejar la noche caliente y la suave brisa. Todo se siente muy tranquilo. Alrededor nuestro, esa calma me demuestra una vez más lo injusto que es la vida. De improviso, un coche fúnebre llega. ¿Alessandro? Me atraganto, mis pies dejan de responder. Recuerdos martillan mi mente, todo se mezcla, las noches se confunden, las personas también.
Sin oponer la menor resistencia, entro en el mismo coche que el Grupo 3 y nos ponemos en marcha.
Encerrada entre dos guardias, Richard y Guillermo al frente, no me muevo.
—¿Cómo pasó? —exijo saber.
Sin respuesta alguna, ellos me ignoran.
—¿¡¡Qué ocurrió!!? —grito al patearlos con fuerza.
Nadie se mueve, nadie me contesta. Los dos buitres se concentran en estudiar los números en la pantalla de su Tablet. Aprovecho el momento y detallo mis probabilidades de escapar. Nulas.
La ciudad se aleja, el coche fúnebre de Alessandro está detrás nuestro. De pronto realizo la situación en la que estoy. Y rezo, no por un milagro, no. Imploro por justicia divina. Cierro los ojos, mi corazón se rompre en miles de pedazos, claro como si eso fuese posible. Podría aceptar vivir separada de Alessandro por siempre. Inclusive, podría dejarlo ir por otra. Todo, menos eso. Todo menos saber su cuerpo frío encerrado en una caja de madera en un coche andante. El solo saber que él ha dejado ese mundo me deja sin aire que respirar.