Culpable

16. Condena

Lo primero que escucho al despertar son gotas de agua chocando contra el piso.

La obscuridad en el lugar no me permite saber nada acerca del entorno que me rodea, así que intento permanecer en la misma posición-no es que sea demasiado difícil porque no creo que tenga la fuerza para moverme-.

Agudizo el oído en un pobre intento de encontrar alguna pista para saber dónde estoy, pero no hay nada que me ayude.

Estiro con mucho cuidado mi brazo derecho hacia enfrente y doy con una superficie metálica, parece lo suficientemente resistente, así que con mucho esfuerzo me arrastro hasta ahí para quedar sentada con la espalda recargada sobre el metal.

Mi boca está seca, tanto que me cuesta bastante despegar mi lengua de mi paladar, aun así puedo distinguir el sabor a sangre en ella.

Mis ojos se acostumbran poco a poco a la falta de luz y empiezo a distinguir siluetas en lo que antes me parecía solo una cortina negra. Todo lo que veo son cajas de madera apiladas por todo el lugar.

Apoyándome de la superficie detrás de mí encuentro la forma de ponerme de pie. Por alguna razón me duele la pierna derecha, no puedo ni siquiera recargar mi peso en ella sin sentir una punzada.

Lentamente me desplazo sin dejar de tocar la pared metálica, la lógica me dice que en algún momento tengo que dar con la entrada del lugar.

Siento que algo vibra en mi bolsillo y la emoción invade mi cuerpo. Meto la mano en la bolsa de mi pantalón.

Mi celular está apagado, y cuando presiono el botón de encendido sigue sin dar señal alguna de vida.

Escucho una especie de cadena chocando contra una de las paredes metálicas, lo único que atino a hacer es esconder el aparato detrás de una de las cajas antes de que la puerta del lugar se abra.

La luz que entra me deja ver todo con claridad, estoy dentro de una especie de contenedor, la idea se instala en mi cerebro fuertemente.

El muelle, estoy en el muelle.

  ─Así que estás despierta al fin─un hombre regordete llama mi atención, su sonrisa se ensancha cuando nuestros ojos se encuentran─, creí que la droga te dejaría noqueada durante más tiempo.

Parpadeo un par de veces procesando toda la información que hay en mi cerebro ahora mismo. Mi respiración se corta cuando veo como comienza a caminar hacia mí.

  ─Eres una chica muy bonita─sus ojos negros comienzan a oscurecerse aun más─, lástima que no podamos tocarte─se detiene a unos cinco pasos delante mio─, aunque, sí lo hiciera, ¿quién se enteraría?

  ─Ben...─otra voz llega hasta nosotros, un chico en la entrada mira la situación recargado en la puerta y con los brazos cruzados sobre el pecho─, el jefe lo dejó muy claro.

  ─Ya, ya... solo quería recuperar esto─se acerca a mí y una de sus manos se dirige a mi pierna, mis ojos bajan hasta ahí también y se abren exageradamente cuando lo entiendo.

Él toma el mango de la daga y me da la impresión de que la entierra más antes de sacar la cuchilla de mi pierna.

El dolor me hace perder el equilibrio, termino cayendo al suelo del contenedor golpeando mi brazo en el proceso.

La sangre comienza a brotar y eso provoca que Ben se ría. 

  ─Trata de mantenerte con vida, aun tienes algunas visitas más tarde y sería muy descortés de tu parte morir antes de que puedan divertirse contigo.

Se van dejándome en completa obscuridad de nuevo.

Cubro con mi mano la herida mientras decido qué es lo que debo hacer. Rasgo la manga de mi blusa y utilizo la tela para amarrarla alrededor de mi pierna. Probablemente no sea suficiente, pero supongo que podrá ayudar por unas horas.

Recuerdo el celular escondido detrás de la caja y vuelvo a tomarlo con la esperanza de que esta vez funcione.

Aprieto una y otra vez el botón, sin embargo, se niega a funcionar.

Por favor, por favor, por favor.

Como si alguien en el cielo se hubiera apiadado de mi situación, la pantalla se ilumina.

Hay algo que no me cuadra en todo esto, tengo que admitir que me parece sumamente extraño el que hayan dejado el celular en mi bolsillo. Intento no darle demasiadas vueltas mientras abro la bandeja de mensajes para redactar uno nuevo.

Cuando el contenedor vuelve a iluminarse por la luz del día, sé que estoy perdida. Mi vista se eleva hacia la persona que ha abierto la puerta.

  ─Tienes que ser más cuidadosa, sí alguien sabe que no te quite el móvil, será mi fin─asiento y devuelvo mi celular a mi bolsillo─, parece que te las has arreglado bien sin ayuda─mira mi pierna─, aun así te traje esto, creí que te ayudaría.

Me tiende una caja de cartón y la tomo con desconfianza. Su contenido me desconcierta tanto como el hecho de que esté ayudándome.

  ─¿Por qué?─no sé sí comprende mi pregunta, pero mientras se da la vuelta para salir responde con un tono de tristeza que no creo haber oído en algún otro lugar.

  ─Tienen a mi madre, y mamá es lo único que me queda─cuando llega a la salida sus ojos me encuentran de nuevo─, me aseguraré de que nadie más entre, ¿bien?... ella vendrá dentro de dos horas, no sé exactamente lo que quiere de ti, pero ha pedido que le consigan una pistola.



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En el texto hay: literaturajuvenil, amor desamor, inglaterra

Editado: 16.10.2018

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