¿de quién es el bebé?

8. Borracho y cariñoso.

— ¿Te imaginas? — Preguntó Sara a su hermano, mientras cargaba con Camilo en brazos. 

— ¿El qué? 

En el garaje, Álvaro lijaba a mano la madera de la cuna. 

— Que Camilo fuese hijo de Rubén y que yo acabe siempre su madre cuando me case con él. 

Álvaro miró a su hermana. 

— Eso no pasará. Aunque se diera el caso de que él te viera como mujer… — Le dijo y la señaló. — Aún no le gustarás, te falta culo y tetas. 

Sara puso cara seria. 

— ¡Estoy creciendo! 

— Exacto. Porque aún eres una niña. — Respondió Álvaro y se puso serio. — Deja de soñar. 

— Te detesto. 

— No lo hagas, es tu único hermano. — Le dijo su padre, entrando por la puerta que conectaba el garaje y la casa. 

— Mejor haber sido hija única. 

Sara se fue indignada a la casa

— ¡Ten cuidado con el niño! — Le gritó Álvaro. 

— Es madera buena… — Oyó a su padre y Álvaro lo miró para verlo sonreír. — La dejaremos como nueva. 

— Siento molestarte con esto. 

— No es nada y harás la mayor parte. Sigue lijando. 

— ¡Sí! 

Álvaro se puso a ello con rapidez, cuanto más rápido trabajara más pronto tendrían la cuna para Camilo. 

— No te preocupes, yo cuidaré de él. — Habló Lucy, haciéndose cargo de Camilo y de su bolsa. 

— Gracias, tía Lucy. — Le agradeció Álvaro y besó a Camilo en la cabeza. — Vendré a recogerlo mañana por la mañana. 

— Rubén me ha dicho que tienes que salir a hacer cosas, puedes venir más tarde, por mí no hay problema. — Lucy le sonrió y Álvaro le devolvió la sonrisa. 

Cuando llegó al bar Bambú, Álvaro se sentó junto a una mesa ocupada por Rubén y otros amigos y amigas. 

— Hola a todos. — Los saludó sin más. 

Rubén estaba separado de él por una silla ocupada por otro chico, pero se miraron entre sí. 

— ¿Qué es eso de qué sois padres? — Preguntó una chica sentada al otro lado de la mesa. — ¿Es verdad o otra de las bromas de Rubén? 

— Es verdad. — Dijo Álvaro y para demostrarlo puso su teléfono en el centro de la mesa. — Se llama Camilo, solo está por ver quién de los dos es el padre. 

Todos sus amigos se lanzaron a mirar una fotografía de Camilo en el teléfono. 

— ¿Cómo no sabéis de quién es? — Preguntó Amaya, la misma chica. — ¿No hubo una nota o algo? 

Rubén y Álvaro negaron a la vez. 

— Pues… — Otro chico, Diego, que estaba sentado entre Álvaro y Rubén, agarró el teléfono de la mesa y lo colocó al lado de las caras de los dos. Primero de Álvaro y luego de Rubén… — No le veo parecido físico a ninguno, la verdad. ¿Seguro que es vuestro? 

— Lo dejaron en nuestra puerta ¿no? — Dijo Rubén. 

— Vamos a hacer unas pruebas de ADN para salir de dudas. — Habló Álvaro, que recuperó su teléfono de las manos de Diego. 

— Y estaréis deseando que sea del otro, ¿no? — Se rió Diego. — Un niño a esta edad puede hacerte viejo en un instante. — Agarró su vaso con cerveza y miró a Rubén. — Se acabaron las borracheras… — Giró la cabeza mirando a Álvaro. — Y las chicas… 

— Tendrán más problemas que esos. — Dijo Sandra, otra amiga que los miraba con la cara apoyada en sus manos. — Mi hermana tendrá un bebé pronto y no deja de gastar dinero, que si la habitación, que si la ropa, que si los pañales… Aún no ha nacido y ya está arruinando económicamente a sus padres. Compadezco a el que sea de los dos.

Álvaro miró a Rubén que ya lo miraba. 

— No todo tiene que ser así. — Intervino Eduardo para esclarecer el panorama. — Hay muchas ayudas que un padre soltero puede solicitar. 

— Puedes ser su trabajador social y echarles una mano. — Dijo Sandra. 

— Eso no lo decido yo, además… De momento hago solo trabajo de oficina. — Eduardo se colocó sus gafas bien y les dijo a los dos. — Pero puedo informarme de todo por vosotros y poneros al tanto. 

— De momento no. — Negó Álvaro y se levantó. — Voy a por algo de beber. 

— Te acompaño. — Dijo Rubén, poniéndose en pie y mirando a los demás. — ¿Queréis algo? 

— Unas patatas. — Pidió Amaya, enseñando que no quedaban en un plato. 

Rubén agarró a Álvaro de los hombros y lo llevó a empujones hacia la barra. 

— No hagas mucho caso. — Lo animó Rubén. 

— No les falta razón. — Opinó Álvaro, quitándose las manos de Rubén de los hombros. — ¿Por qué le has dicho a tu madre que tengo cosas que hacer mañana? 

— Para que puedas salir a buscar trabajo o lo que sea sin llevar a Camilo, dudo que alguien se interese en contratarte sí vas con un bebé. 

— Gracias. 

Rubén le sonrió y le pasó un brazo por encima de los hombros. 

— Vamos a quemar la noche y beber hasta ponernos ciegos, ¿sí? 

— Pretendes que vaya a buscar trabajo con resaca. 

Rubén bajó su brazo. 

— Bueno, tomemos algunas copas nada más. — Se rió y Álvaro negó. 

Unas pocas copas se acabaron convirtiendo en copas de más para Rubén. Álvaro salió del coche de Eduardo y con la ayuda de él se cargó a Rubén borracho al hombro. 

— ¿Necesitas que te ayude a llevarlo arriba? — Le preguntó Eduardo, cerrando la puerta trasera de su coche. 

— No, usaremos el ascensor. Gracias por traernos. — Le respondió Álvaro.

— Nos vemos entonces. 

Eduardo volvió a subir en su coche y Álvaro llevó a Rubén hacia el edificio. Entraron por la puerta de la comunidad con dificultad y Álvaro suspiró cuando consiguió entrar después en el ascensor. 

— No has quemado la noche, pero te has puesto ciego. — Le dijo Álvaro. 

— Lo siento… — Habló Rubén y Álvaro lo miró. 

— ¿Qué sientes? 

— Le pedí perdón a la vecina y la invité a venir esta noche al bar, pero no ha ido. — Rubén intentó mantenerse en pie por él mismo y Álvaro, que no lo soltó, miró la puerta del ascensor que se abrió. 

— Te dije que no lo hicieras. — Miró a su amigo y le apretó la muñeca que colgaba sobre su hombro. — Vamos. — Lo aferró también de la cintura y lo llevó fuera. 



#2088 en Novela romántica
#739 en Chick lit

En el texto hay: romance, drama, gay

Editado: 17.05.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.