Capítulo tres: Los XVI de Jeffrey.

El cumpleaños de Jeffrey fue una de las mejores fiestas luego de las vacaciones de verano.

      El doce de octubre era su día, su «momento de brillar». Jeffrey podía ser una persona exageradamente vanidosa algunas veces, pero cuando esa cualidad salía a flote, las cosas solían salir bastante bien. La casa de Mario estaba vacía aquel día, sus padres habían salido de viaje por negocios y claro, él ofreció su mansión. Jeffrey invitó a muchos —incluso gente que no conocía, pero que era conocida por Mario—, por lo que a el dueño de la casa no le importó realmente. Mario Blackmore era como un rey de las fiestas.

      Christian fue, sólo por ser el cumpleaños de su mejor amigo. Realmente no le gustaban las fiestas y el intenso ruido, prefería lugares más calmados y silenciosos. Se encontraba sentado en uno de los muebles de la sala que estaban apartados en las esquinas para dejar espacio a una improvisada pista de baile, la música sonaba fuerte y mucha gente rondaba de un lado a otro, riendo, gritando y bebiendo. Christian sólo estaba ahí sentado, con una lata de soda en la mano, sin en realidad haber tomado nada de esta; alguien le tocó el hombro y él se sobresaltó, girando con rapidez su cabeza a la derecha.

      —Creí que no vendrías —era Becky Stewart, gritando debido al volumen de la música.

      Christian frunció el entrecejo, sentándose recto. Becky lo miraba con una ligera y amable sonrisa, los rulos de su cabello negro terminaban en mechones rojos que resultaban ser alguna «moda» en su grupo de amigas. Becky y él no hablaban mucho, sólo habían tenido unos cuantos roces y se saludaban de vez en cuando, pero jamás entablaban conversaciones, sólo cuando estaban en grupos de trabajo y Christian debía explicarle algo o viceversa, aunque las veces que eso pasaba, ella sólo estaba enganchada a Jeffrey.

      —Bueno… es la fiesta de Jeffrey —le respondió, también gritando y asintiendo ligeramente—. Claro que estoy aquí, es mi mejor amigo.

      Becky Stewart se rió.

      —Por supuesto, Jeffrey es un encanto —mencionó entre risas y le dio un pequeño empujón a Christian, mientras él fingía reír también.

      Lo primero que pensó fue que ya estaba lo suficientemente ebria como para decir tontadas. Hubo un silencio incómodo y Becky se removió en el sofá, acercándose a Christian.

      —¿Quieres… algo de tomar? —fue lo único que se le ocurrió preguntar.

      —Gracias —Becky le sonrió y mostró un vaso que tenía en la mano, medio lleno—. Estoy bien.

      Asintió y se levantó del sofá, escapando indirectamente de Becky. Se dirigió hasta la sección de comidas en una mesa en el patio de la mansión de Mario, donde se encontraba la piscina, tomó unos cuantos dulces y tomó de su soda en lata, no tenía ganas de alcohol esa noche. Jeffrey se acercó a él con una sonrisa de oreja a oreja, llevaba puesta una camisa roja y pantalones negros, sus ojos parecían más verdes y tenía las mejillas medio sonrojadas, tal vez por el alcohol o el frío… o los dos.

      —¿Qué piensas, compañero? ¿Te gusta? —preguntó.

      —El ambiente está genial —Christian asintió, llevándose a los labios la lata de soda y tomando un sorbo—. Escogiste buena música.

      —Oh, no, fue Josh, él sabe de esas cosas —murmuró y se llevó un puñado de palomitas a la boca—. ¿Eso es todo lo que tienes que decir?

      Christian hizo un gesto de aprobación y asintió lentamente, volviendo a tomar soda.

      —¿En serio? ¡Vamos, hermano! —Jeffrey frunció el ceño y soltó una risa irónica—. ¿Qué estás haciendo? ¡Es mi fiesta! Ve a bailar con alguna chica, lánzate a la piscina y toma cerveza. No tomes soda y muevas la cabeza al ritmo de la música mientras miras a la gente sentado en un sofá.

      Christian soltó una risa y negó, volviendo a tomar un sorbo de soda.

      —Lo siento, no puedo evitarlo.

      Jeffrey tomó un vaso de plástico y lo llenó de cerveza, entregándoselo a Christian. Él no tuvo más opción que agarrarlo y chocarlo con el vaso de su amigo.