De Un Sueño a la Realidad

Capítulo veinticuatro: ¿Por qué?

Cuando llegó agosto, Christian pasó al programa de literatura de la universidad del instituto. Tuvo que acostumbrarse a un nuevo camino, después de desayunar y ducharse, un bus esperaba a los estudiantes en la entrada de la Torre Principal, para así llevarlos a las instalaciones de la universidad. Tenían sus clases correspondientes y cuando terminaban sus horarios, el bus se encontraba mucho antes de las seis fuera de la universidad, para regresar de nuevo al instituto.

      Agosto resultó ser el mes de la música, así que, no importaba que, casi todo el tiempo había música en el instituto. A Christian le gustaba, por un lado, era tranquilizador y fantástico. Uno de los eventos más importantes resultó ser el Día de la Música Clásica, hubo concursos, en el que uno de ellos participó Conan y ganó el primer lugar. El chico se sentía muy orgulloso de sí mismo y agradeció a Christian por darle aquel consejo, de dejar ir todo.

      Un día, Christian no tuvo clases, así que se quedó en el instituto. El modo de entrenamiento de la misión que tenían los muchachos había cambiado. Todos los días, después de cenar, bajaban al sótano de la Torre Europa y entrenaban durante aproximadamente un par de horas, aunque con más trabajo; todos estuvieron de acuerdo y cuando las clases comenzaron, abordaron con ese método.

      Cuando se hizo de tarde, luego del almuerzo, Christian fue hacia la Torre Europa y tomó el ascensor hacia el sótano, donde se encontró con Star, revisando y leyendo en su tableta. Ella lo miró cuando atravesó la puerta y la cerró, sonriéndole como saludo.

      —Buenas tardes —dijo y volvió su mirada a la tableta—. Es temprano aún.

      —Estoy un poco aburrido —murmuró el castaño, sentándose al lado de Star en la mesa donde se encontraba—. No pensaba hallarte aquí.

      —Bueno, Mike me envió un mensaje diciendo que había actualizaciones de todo nuestro progreso en los entrenamientos, así que estoy revisando las fallas para saber qué trabajar más.

      —¿Puedo ver? —preguntó Christian, curioso.

      —Claro —sonrió la chica y puso la tableta en una posición cómoda para que ambos pudieran observar. Christian vio el documento de Jimmy, tenía una foto de él y diversas cosas escritas debajo de esta—. Este chico Baker es bueno, ha tenido un rendimiento impresionante, es ágil, pero cuando se trata de fuerza, algo falla —deslizó el dedo y se fue al siguiente documento—. Jamie, Conan y Adam también tienen buena agilidad, fuerza y velocidad, pero de los tres, Gref y Gaibor son los que deben mejorar sus reflejos.

      —¿Y las mujeres? —preguntó el castaño.

      —Sí, iba en camino a eso —asintió Star, señalando la foto de la hermana de Conan—. La flexibilidad de Jennifer le da bastante ventaja en la agilidad de su cuerpo, pero debe mejorar su puntería. Por otro lado, Ariza y Caylee son muy buenas disparando, tanto balas, como flechas y cuchillos, pero les falta más velocidad en lo que se respecta a los golpes.

      Christian asintió.

      —También tengo de Chicago —canturreó Star en un tono bajo.

      —Adelante —dijo Christian, volviendo a poner la vista en la tableta mientras Star buscaba los documentos de Chicago.

      —En resumen, Jeffrey y Andrea son los que han progresado más que todos. A Jeremy le falta velocidad, a Mario puntería y a Cassandra le cuesta esquivar los ataques.

      —Faltan dos —comentó Christian, frunciendo el ceño—. Josh y Sebastian.

      Star apretó la mandíbula.

      —No… no tengo idea por qué no habrán enviado sus archivos —susurró, mirando a Christian—. Lo siento.

      —No te preocupes —dijo el castaño, aunque sospechó algo raro en Star—. No es tu culpa —y le sonrió.

 

Pasaron varias semanas y un día, cuando Christian despertó, no se encontraba en el instituto. El sonido del monitor de signos vitales fue afinándose en su oído y el muchacho se levantó de la camilla del hospital, se quitó la cánula nasal y la venda de su brazo, no estaba sangrando o algo parecido, seguía como siempre, con la cicatriz que había quedado tiempo después de que sucedió aquello. Llevaba puesta una bata de hospital y la habitación era justo como haber vuelto a Chicago. Alguien llamó a la puerta, Christian reconoció la secuencia de golpes y corrió para abrirla. Matt apareció allí, con su habitual amable sonrisa.




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