Decadentes

C9

– ¿Justicia de qué?

– ¿Justicia de qué? – Fruncí el ceño

– No lo sé muy bien

– Está bien – Puse mis pies en la tierra mirándolo a los ojos. – ¿Piensas que juntarte con esos amigos malos puede que sea tu problema?

–Si –me miró –Antes de conocerlos yo estaba bien.

– ¿Él les pide matar personas?

– Si.

– ¿Lo has hecho?

– ¡No! –Exclamó. Estaba mintiendo, se le notaba a kilómetros –Yo no soy malo, ellos sí. Él me quiere utilizar, pero me he estado escapando de todos sus encuentros. – A ver Will, cálmate –Puse la libreta en mis piernas –Lo primero que debemos hacer es buscar el comienzo de este problema.

–Lo sé

– ¿Cómo los conociste?

–En el taller mecánico, él llegó...

– ¿Quién?

–Mi jefe –Bajó la voz, me quedé en silencio para que continuara con su historia. –, comenzamos a hablar sobre autos y terminó diciéndome que podría darme un trabajo, acepté ya que me estaba yendo muy mal. Estuve un tiempo arreglando motores de sus amigos o cómplices, hasta que me ofreció más dinero por otras cosas –Su voz se cortó y se quedó inmóvil, cerró sus ojos y vi cómo sus puños se cerraron.

–Está bien, puedes detenerte –Le dije, pero él comenzó a respirar rápidamente haciéndome sentir temor.

– ¡No quiero matar personas! –gritó.

–No debes hacerlo, Will –Hablé intentando regular mi voz, no quería mostrarme temerosa ante la crisis que estaba dándole, pero de un momento a otro se puso de pie y le dio una patada a la mesa de centro quebrando un vaso y haciendo que algunas hojas cayeran desordenadas a la alfombra.

Me puse de pie de inmediato, temiendo que su crisis se intensificara y salí de mi oficina tras sus gritos y golpes a mis cosas. Le pedí a algunos médicos que me ayudaran con Will, y tras inyectarle un calmante, entre tres personas lo sacaron de ahí. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho y las náuseas eran inevitables.

Luego de conversar por un momento con uno de los médicos que lo había tranquilizado, volví a mi oficina temblorosa mirando todo el desorden. No alcancé a estar cinco minutos sola cuando la puerta se abrió a mi espalda, era mi jefa.

–Cailín –Bajó su voz en cuanto su mirada hizo contacto con la mía.

–No hay problema Kate –Le dije.

–No debería haberte asignado a Will, haré que no tome hora contigo.

–Puedo atenderlo, Kate. Es sólo que debe haber un guardia ahí afuera, me siento algo desprotegida –Confesé.

–Está bien, Cailín. Pero ¿Cómo te sientes? ¿Quieres un vaso con agua?

–Por favor –Le pedí.

Me senté lentamente mientras el suelo daba vueltas bajo mis pies, respiré profundo con mis ojos cerrados y cuando los abrí, Kate estaba tendiéndome un vaso.

–Gracias.

Mientras me relajaba Kate me contaba algunas cosas del trabajo, pero sabía que sólo lo hacía para tranquilizarme. Ella se ha visto preocupada por mi integridad, en realidad siempre ha sido preocupada por todos sus trabajadores, pero hace un énfasis conmigo por estar embarazada. Me dijo que no me preocupara por el desorden y que si no tenía más horas agendadas podía retirarme, y así fue.

Recuerdo que las primeras horas que agendé cuando comencé a trabajar me tocó con un hombre con depresión, le daban crisis de pánico y siempre tenía que acudir a médicos para que lo vieran, en ese entonces no me afectaba tanto, pero ahora siento todo a flor de piel y lo único que quiero luego de un día catastrófico es llegar a casa y sentirme protegida con un abrazo de Caín por la noche.

Tomé un autobús que me dejó fuera del gimnasio en donde Caín entrenaba, saludé al guardia que ya me conocía, la recepcionista me indicó en donde estaba Caín y hasta allá me dirigí.

Miré a Caín que estaba en una rutina de ejercicios, él no me vio, pero Anthony que estaba abajo del ring me saludó con un abrazo.

– ¿Cómo estás? –Me preguntó. – ¿Cómo te has sentido?

–Mareada, pero todo bien –Le sonreí. – ¿y tú junto a Kim?

–Bien gracias a Dios –Me respondió. Su mirada se fue a Caín que seguía en su rutina de ejercicios. – ¡Ya baja de ahí! –Le gritó. Caín se detuvo en seco, volteó a mirarlo y luego su mirada se fijó en la mía, me sonrió y de inmediato se bajó del cuadrilátero.

– ¿Cómo estás? –Besó mis labios evitando abrazarme, odiaba que lo abrazara o besara cuando estaba sudando.

–Bien ¿Qué tal el entrenamiento?

–Duro –Bufó.

–No seas marica, esto no es nada –Escuchamos a Anthony, ambos reímos. –Terminó el entrenamiento –Miró su reloj. –Mañana tienes una pelea de práctica, te quiero aquí a las diez de la mañana.

–Aquí estaré –Asintió.

Anthony se despidió de Caín y luego de mí.

Acompañé a Caín a los camarines, él se metió a una ducha mientras yo estaba sentada afuera.

– ¿Por qué has salido más temprano? Iba a pasar por ti luego de entrenar–Escuché la voz de Caín desde adentro de la ducha.

–Se acabaron mis horas agendadas –respondí. –Tuve un día algo difícil y Kate dejó que me fuera antes.

– ¿Qué ocurrió?

–Un paciente –Me encogí de hombros, aunque él no me estaba viendo.

– ¿Te hizo algo?

–No.

No suelo contarle a Caín sobre mis pacientes ni tampoco de sus problemas, ya que siempre le he dicho que al llegar a nuestro espacio, quiero que se olvide de que él es boxeador y de que yo soy psicóloga. Aunque Caín me cuenta todo lo que hace en boxeo y me insiste en que le cuente mi día, le preocupa a quien veo y lo entiendo, pero en este momento de verdad quería contarle y recibir un "Tranquila, sabes que puedes encontrarte con cosas así" o algo que me hiciera sentir mejor.

– ¿Entonces? –Continuó.

Cerró la llave de la ducha y vi que sacó la toalla del muro para secarse, no respondí hasta que lo vi salir de la ducha con un short deportivo. Se sentó a mi lado mientras seguía vistiéndose.

–Sólo era un hombre que tenía problemas de agresividad –Le conté.




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