Me quedé pensativa por unos segundos, el enojo no se iba de mi cuerpo y los celos me estaban matando. No hablaría con él, no. No tenía ganas de escuchar explicaciones ni menos referentes a una mujer como Chloe. No tengo nada en contra de ella, pero nuestro primer encuentro no fue el mejor, tampoco me agrada que llame a Caín para decirle que se vaya y ahora ver que está en el departamento y Caín contestándome mientras se pone una camiseta me están sacando de quicio. No quiero escuchar nada más de ella y espero que nunca más se cruce en mi camino porque no me importará que sea la jefa de Caín y la dueña de una de las marcas deportivas más grandes del mundo.
–Ya deja de pensar cosas malas –Escuché la voz de Rose una vez más mientras entraba a la habitación. –Estoy segura que quieres asesinarla, pero debes escuchar a Caín. –No lo escucharé, estoy tan molesta –Reclamé. –Sé que me estoy comportando como una niña, pero es que no puedo soportar verlo ahí así de lejos, sin camiseta y con otra mujer ¿Qué diablos espera que piense?
Mi teléfono comenzó a sonar nuevamente, y no contesté. No iba a hablarle ni aunque mi vida dependiera de ello. Hoy dormiría lejos de mí y aparte sintiéndose culpable.
–Eso que haces está mal –Continuó Rose.
–Ya basta Rose, yo sé cómo manejar mi relación –Le hablé molesta, ella rodó los ojos y luego se quedó mirándome con una mano en su cadera. –Está bien, lo lamento, pero es que estoy muy enfadada.
– ¿Annie se quedará aquí esta noche?
–No, me iré a quedar con Dante –Respondí. –Y dejaré mi teléfono aquí.
–Cailín...
–No me critiques, Rose –La miré. Ella sonrió divertida como si realmente le hiciera gracia mi actitud, pero yo estaba hablando muy en serio, realmente me sentía mal.
Apagué mi teléfono y lo metí debajo de la almohada, metí algunas cosas a una mochila y me despedí de Rose quien se iría más tarde.
Llegué a la casa de mi primo y afortunadamente me estaban esperando, no quise comentarles nada, hasta que mi primo habló cuando estábamos comiendo comida japonesa.
–Préstame tu teléfono, perdí el número de Annie –Me dijo.
–Se me quedó en casa.
– ¿Y apagado? –Arqueó una ceja.
–Sí, no lo cargué.
– ¿Qué ocultas? –Me preguntó.
– ¿Por qué? –Fruncí el ceño.
Zoe nos miraba con curiosidad, Dante me conocía tanto, pero aun así no hablaría.
–Yo tengo el número de Annie –Dijo Zoe. – ¿Quieren que la invite?
–No –Respondió mi primo. –Es por otra cosa.
– ¿Qué demonios? –Bufé.
–Caín llamó a Annie preguntándole por ti y justo ahora... –Sacó su teléfono del bolsillo y me enseñó la pantalla, tenía una llamada entrante y era de Caín.
–Contéstale, debe querer hablar contigo –Dije metiendo una cucharada a mi boca.
– Hablamos hace dos horas –Comentó.
De todas maneras Dante apretó el botón verde y comenzó a hablar con Caín. – ¿Hola? Sí, ella está aquí –Bufé molesta al oír a mi primo decir eso. –No, dice que lo dejó en casa descargado. Claro, espera un segundo... –Sacó el teléfono de su oreja y me lo pasó a la mala mientras yo le susurraba que no quería hablar con él.
– ¿Hola? –Contesté de mala manera. – ¿Qué necesitas? –Zoe y Dante soltaron una carcajada al oírme hablar así.
–Necesito que hablemos, ya deja de comportarte así.
–No quiero hablar, en este momento estoy ocupada.
–Sabes que tenemos una regla ¿No?
– ¿Cuál? Ya la olvidé.
–Tú la inventaste.
–Pues se me olvidó cuando te vi con otra mujer –Escupí. Dante abrió sus ojos como plato y casi se atraganta con la bebida.
–No digas eso, Dante y Zoe pensarán que me estoy acostando con otra chica cuando no es así.
–Ya basta Caín, no quiero seguir hablándote. No me llames más.
–Cailín, no seas infantil. Chloe sólo vino...
–Chloe, Chloe, Chloe... La pobre de Chloe. No me importa, hablamos otro día.
–No podemos hablar otro día, recuerda nuestra regla.
– ¿Cuál fue esa maldita regla? –Me puse de pie y caminé hasta el balcón.
–Dijiste que no podíamos ir a dormir enojados.
–Pues ya no me importa.
–No deberíamos pelear estando así de lejos, no ahora Blanca nieves.
–Entonces tú deberías evitar meter a otras mujeres al departamento cuando no estoy. Encima estabas poniéndote recién la camiseta ¿Qué demonios quieres que piense?
–No quiero que pienses nada, Cailín...
–No me pidas eso –Reclamé. –Hablamos otro día, adiós Caín.
–Cailín...–Colgué.
Bloqueé las llamadas de Caín en el teléfono de mi primo y luego se lo devolví, él se dio cuenta y las desbloqueó de inmediato, pero Caín no siguió insistiendo. – ¡¿Lo encontraste con otra mujer?! –Exclamó Zoe sorprendida.
–Si –La miré, pero luego vi sus rostros. –Quiero decir no, no exactamente. Sólo estaba su jefa en la video llamada de esta tarde, me explicó algo de su auto, pero no sé, ya no quiero saber nada más.
–Es imposible que Caín esté engañándote con su jefa –Rió.
–Es una morena de un metro ochenta centímetros, curvilínea y con dinero ¿Qué más podría pedir? ¡Mírame! Mido un metro sesenta y algo, delgada sin curvas y encima psicóloga cesante.
–Cailín –Rió Dante. –Nadie podría cambiarte, ni siquiera el mejor boxeador del mundo.
Respiré profundo mirándolo.
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Estuve al menos dos días sin hablarle a Caín. En realidad si hablamos, pero sólo por mensaje de texto, sabía que no debía comportarme así estando tan lejos, pero recordar la escena que había visto a través de una pantalla volvía a hacerme enojar muchísimo. Finalmente Caín se cansó y me mandó un mensaje "Tu ganas, si quieres no hablar conmigo hasta que regresemos a vivir juntos, bien por ti, pero deberías confiar en mí" y aunque mirara por tres o cuatro horas la bandeja de entradas y las llamadas perdidas, él no insistió más ¿Así de fácil se aburría de mí? ¡Él fue quién causó esto!