La sangre hirvió bajo mi piel, me acerqué a él y no me senté. Apoyé mis manos en la mesa y lo escupí en la cara, él se corrió unos centímetros hacia atrás exagerando su asco y luego limpiándose con la manga de su camiseta, se veía tan patético.
— ¡¿Qué demonios?! —gritó
— ¿Qué pensabas, Alec? —alcé mis cejas mirándolo con toda la valentía que había acumulado en el auto, con esa valentía que había tenido para meterme en esto. — ¿Pensabas que ibas a tenerme de tu lado? ¿Pensaste que sería tu fiel compañera de viajes? ¡Por favor!
—Reí — ¿Realmente eres tan estúpido para creer que sacrificaría a Caín por ti?
— ¿De qué demonios estás hablando? —frunció el ceño.
— ¿Todavía no lo entiendes? —pregunté con ironía. — ¡Nunca estuve de tu lado! ¡Hijo de puta! —Le grité en su cara. Sus expresiones cayeron a pedazos en cuanto le confesé eso, estaba confundido, y es así como quería verlo después de todo. —No soy como tú pensabas, Alec. Ahora te irás a la mierda, te pudrirás en la cárcel porque me encargué de reunir cada cosa de ti para entregársela a la policía.
— ¡Eres una perra! —me gritó. Quiso levantarse de la silla, pero las esposas en sus tobillos lo detuvieron. — ¿Cómo te atreviste a hacer algo así? ¿Qué hay de tu odio, de tu rencor? — ¿Qué rencor, Alec? —alcé mis cejas con sarcasmo, su rostro estaba rojo de odio y si no fuera por las esposas que llevaba ya estaría ahorcándome.
— ¡No me interesa! ¡Caín morirá de todas maneras en esa puta clínica! —alzó su voz.
—Así quería verte —sonreí mirándolo —débil, frustrado, enloquecido, patético, idiota —empujaba mis palabras lentamente metiéndome en su piel —después de haberte visto con aires de superioridad, soberbio, creyéndote el rey del mundo... Bueno, patético siempre has sido, pero ahora todos lo sabrán porque todos sabrán que el puto de Oliver Ryder jamás existió, que siempre fuiste tú queriendo asesinar a Caín Bennet, siempre fuiste tú detrás de todos nuestros problemas, detrás del secuestro de Dante, de la muerte de Ian, de mi hija y la cárcel de Jaxon, siempre tú —Comencé a acercarme a él lentamente mientras sus ojos no dejaban de seguirme, esta vez comenzaba a sentirme yo enloquecida y quería golpearlo. — ¡Has arruinado todo, maldita sea! —le grité y él rápidamente se sobresaltó. Le di un puñetazo y él rápidamente me sostuvo de las manos para que no siquiera golpeándolo — ¡Maldito! ¡Te odio! —grité desgarrándome la garganta. Pero de pronto entre dos policías me sacaron de la sala forcejeando conmigo. Me sentaron en una silla de afuera en donde estaba Corinna.
—Cálmate —me dijo el policía que ya conocía. Era un hombre de alrededor de 30 años, tomó mis hombros con fuerza y se quedó mirándome fijamente —Necesito que te tranquilices, él ya está aquí y no saldrá jamás, Cailín —aseguró.
—Gracias —las lágrimas rápidamente comenzaron a recorrer mis mejillas, él me abrazó y luego sentí también los brazos de Corinna alrededor de mi cuerpo —No sé qué habría hecho sin tu ayuda, Joseph.
—Agradécele a Corinna —me sonrió el hombre.
Miré levemente a Corinna y ella estaba también llorando, pero me sonrió y le devolví la sonrisa.
Lo habíamos logrado.
—Está bien, no lloremos más —me sequé las lágrimas rápidamente notando que el maquillaje se me había corrido, pero era lo que menos me importaba en ese momento —Vamos a ver a Caín.
—Vámonos —se puso de pie.
Salimos de la comisaría y nos dirigimos a mi auto, ella condujo hasta la clínica y nos bajamos juntas enfrentándonos a todos los comentarios de los periodistas que ahí había. No se irían hasta saber que le estaba ocurriendo a Caín.
Nuevamente me dirigí al pasillo en donde nadie quería verme, pero Corinna estaba conmigo y ella me contendría si me derrumbaba nuevamente. Choqué de frente con los ojos de las cuatro personas que ahí estaban, digo cuatro, porque Darell había llegado y se encontraba sentado a un lado de Anthony. Dios, iba a matarme.
— ¡Te dije que te largaras! —me gritó Anthony. Su voz se escuchó como un eco en todo el lugar, Corinna me apretó el brazo, pero intenté mantenerme fuerte ante sus reacciones.
—Anthony yo...
— ¡¿Yo que?! —Siguió alterado —yo, yo... —repetía con enojo — ¡Ya vete!
—Necesito que me escuches, yo tengo una expli...
Darell Bennet se puso de pie mirándome lo que cortó mi discurso. Vestía formal, nadie se habría dado cuenta que él en realidad era un reo.
Se acercó a mí, tomó mis hombros con ambas manos mientras yo imaginaba mi muerte asfixiada por las grandes manos de ese hombre, pero sólo me acercó a él y me abrazó con fuerza dejándonos a todos en estado de shock. Lo entendí de inmediato ¿Cómo Darell Bennet no iba a enterarse de lo que estuve haciendo? Recibí su abrazo, pero rápidamente las lágrimas cayeron por mis mejillas derrumbándome, llorando con desgarro. Todo se había ido a la mierda con ese disparo, y realmente eso no era parte de mi plan.
—Lo lamento tanto —lloré con desespero mientras Darell se alejaba poco a poco de mí.
—Sé lo que estabas haciendo, seguí tus pasos, Cailín —Escuché su voz serena —Y sé que la balacera no estaba dentro de tus planes.
—Sabes que jamás podría hacerle daño a Caín —continué llorando.
—No estoy entendiendo nada —se integró Dante mirándonos, Anthony estaba aún más en shock que él.
—Mientras ustedes idiotas, se encuentran aquí insultándola y destruyéndola más, Cailín lo único que hizo fue meter a la cárcel a la peor pesadilla que Caín tendría en años, y todo esto de la balacera sólo ha sido un puto accidente —habló Darell.
Bajé la mirada, y de pronto, los brazos de Dante llegaron a mí rodeándome. Me senté en el sofá de la sala de espera mientras mi primo me abrazaba y acariciaba mi brazo, pero ya estaba lo suficientemente desesperada. Anthony no me había dirigido la palabra, él todavía estaba culpándome del disparo a Caín.