Penúltimo capítulo a su disposición
Cuando salí del lugar en donde estaba Caín, caminé temblorosa hasta el ascensor que me dejó en el piso en donde se encontraban todos. Fui acercándome poco a poco a ellos hasta que los vi a todos de pie escuchando a un médico. Me integré a la conversación para escucharlo.
—La cirugía se complicó un poco, pero pudimos estabilizarlo —nos contó. La enfermera no estaba mintiéndome —Él sigue con riesgo vital, y ahora se encuentra con coma inducido. Es muy importante que se mantengan tranquilos, sé que difícil, pero la fe mueve montañas —nos regaló una sonrisa, pero nadie sonrió.
— ¿Cuándo podremos verlo? —preguntó Anthony.
—Por ahora no —respondió. —Él está en recuperación, pero dentro de dos días o tres podrán entrar a verlo, pero turnándose, no puede entrar más de una persona.
——
Llegué al condominio, miré al conserje que ahí se encontraba. Levantó su vista del periódico y me observó con confusión.
—Cailín —dijo.
—Necesito entrar —contesté.
— ¿Cómo se encuentra Caín? —Me preguntó mientras levantaba la barrera para dejarme pasar.
—No como todos esperamos —respondí complicada —gracias por preguntar —sonreí sin ganas.
No quise seguir conversando y rápidamente me dirigí al edificio, estacioné el auto y luego me bajé. Abrí la maleta del auto y bajé mi gran maleta, saludé al guardia del edificio evitando que me preguntaran una vez más por Caín y subí en el ascensor hasta el departamento, mis llaves seguían conmigo, nunca las dejé. Entré en silencio y un aire frío me dio una bofetada, el departamento estaba silencioso, ordenado y con todas las puertas cerradas. La nostalgia se apoderó de mi cuerpo, justo en ese lugar había sido obligada a cortar a Caín.
Tomé una bolsa de basura que se encontraba encima de la congeladora, y caminé hasta la que era mi habitación. Miré en silencio a alrededor, no había ninguna foto nuestra colgada en la muralla, todo lo que nos pertenecía o tenía alguna relación en cuanto a nosotros había desaparecido y aunque me costaba asumirlo, lo entendía. Me senté en la cama y me quité los tacones, que luego de unos segundos los metí dentro de la bolsa de basura, comencé a quitarme la ropa con molestia y repugnancia. No me importaban las chicas que les gustaba vestir así, por ellas estaba bien, pero mi molestia y repugnancia iban dirigidas a que no estaba siendo yo misma, no podía. Toda la ropa que no me pertenecía fue directamente a la bolsa de basura. Luego de unos minutos, me senté en frente del espejo de la habitación y de mi maleta saqué mi líquido desmaquillante. Mojé una pequeña toalla con el líquido transparente y comencé a quitar todo rastro de lo que no era, de lo que no me pertenecía. Me quité hasta las pestañas postizas que había sido obligada a ponérmelas. Miré mis uñas por unos segundos, tomé el quitaesmalte y comencé a limpiar cada rastro de pintura roja, las corté y luego me quedé mirando al espejo durante unos segundos, sonreí en silencio, ya me sentía en casa.
Miré mi cabello negro una vez más, cortísimo. Rápidamente quité todos los pinches que sostenían esa maldita y real peluca que Corinna había conseguido. Me quité la malla de mi cabeza y dejé caer mi cabello hasta mi cintura.
Me di una ducha lenta, me sentía vacía y podía imaginar lo vacío que se había sentido Caín durante el último mes y todo lo que había padecido recostado en esa gran cama vacía. Lo extrañaba, y lo extrañaba tanto. Sentía unas horribles ganas de que estuviese detrás de mí lavándome el cabello con shampoo, o que me gritara desde afuera que no me saliera de la ducha porque se vendría a bañar junto a mí.
Comencé a secarme en silencio, hasta que me quedé fijamente mirando el test que Thomas me había comprado. Si era verdad lo que estaba sintiendo, debía saberlo lo antes posible.
Me removí inquieta con el aparato en mi mano, hasta que finalmente marcó.
Positivo.
Mi vida dio un vuelco, no pude sonreír, no pude sentirme feliz por eso. De hecho, lo que más me sentía era culpable y realmente no deseaba tener un bebé, no deseaba darle vida a un ser. El terror se apoderó de mi cuerpo, ni siquiera podía llorar. Tomé el teléfono, y llamé a Bree, ella de inmediato me contestó como siempre lo hacía.
—Necesito verte, Bree —le dije.
— ¿Qué ocurre? —su voz sonó confundida.
—Estoy embarazada.
— ¡Pero es una gran noticia! —la escuché chillar.
—Caín está con riesgo vital, Bree.
—Lo sé, pero... —Su voz se cortó —Ven a verme ahora, estoy en la consulta.
Me vestí rápidamente con la ropa que si me pertenecía, el guardia y conserje me observaron como si de otra persona se tratase. Los ignoré, no quería darle explicaciones a nadie, el único que merecía mi explicación era Caín y si debía esperar hasta que abriera sus ojos para contarle, así sería.
——
Me encontraba tendida en la camilla mientras Bree analizaba si todo se encontraba en orden dentro de mi vientre, ambas estábamos serias.
—Es muy pequeño —me dijo.
— ¿Aún puedo... —Iba a preguntar, pero la mirada asesina de Bree se quedó fijamente en la mía.
— ¿Estás hablando en serio? —frunció su ceño molesta. — ¿En serio quieres abortar luego de haber tenido un aborto hace unos meses atrás?
—No quiero tener un bebé, Bree. No ahora —mis ojos se llenaron de lágrimas.
—Todo pasa por algo, Cailín. Tal vez el viene a mejorar todo —me sonrió intentando tranquilizarme.
—Sé que Caín esta grave, pero al menos piensa que no puedes deshacerte de lo que ustedes crearon con amor, Cailín.
Había sido con amor, pero en un mal contexto. Contexto en el cual estaba obligada a hacerle parecer a Caín que no lo quería, que no lo quería en mi vida más.
— ¿Al menos me dejarás decidir? —alcé mis cejas, sequé mis lágrimas.
—Claro que si, Cailín —respiró profundo.