NICHOLAS
Termino de delinear los ojos de la Karol de mi dibujo.
Procedo a escribir su nombre con el método palmer, lenta y muy delicadamente.
De la nada, se escucha un quejido y un fuerte golpe, los cuales hacen que el corazón me salte en el pecho.
Es Karol.
Corro a lo que me dan las piernas e irrumpo en la habitación con un gran portazo.
La primera imagen a mi vista es la de la pelinegra tirada en el suelo, bastante pálida.
<<Jesucristo bendito>> es lo único que mi mente logra articular.
Me lanzo de rodillas en el suelo para verla.
Recuesto mi cabeza en su pecho con el objetivo de escuchar sus latidos. Éstos son normales pero algo débiles.
La tomo en mis brazos.
¿Será que esto fue causado por las nuevas especias que le agregué al almuerzo?
El hecho de que lo que le esté ocurriendo sea por mi culpa, me aflige a un punto crítico.
Mi respiración se hace bastante pesada y errática. Siento mis manos y espalda sudar. Lágrimas bajan por mis mejillas.
Maldita sea, he entrado en pánico.
Reacciono velozmente y saco mi celular del bolsillo de mi mono.
Marco el número de emergencias, temblando.
-911, ¿En qué podemos ayudarle? –Pregunta rápido una mujer
-M-mi novia se ha desmayado, está pálida y s-sus latidos son algo débiles. Necesito una ambulancia –Suelto con la voz más quebrada que mis cuerdas vocales hayan podido emitir en la vida
Me quiero golpear por lo que acabo de decir ¿Mi novia? ¿En qué rayos pensaba?
-¿Dónde están ahora?
-E-en la casa XX XXXX XXXXX, calle XXXX –respondo rápido
-Una ambulancia va en camino ahora mismo. Permanezca en la casa, si es posible, en la entrada para salir más rápido hacia el Hospital.
-Está bien –digo colgando.
Bajo cargando a Karol hasta la entrada.
Literalmente, cuento los segundos. Han pasado cinco minutos y no hay señales de una ambulancia.
Trato de calmarme aunque sea un 1% y espero.
La ambulancia llega. Abro la puerta y dos enfermeros entran con una camilla.
Recuestan a la pelinegra cuidadosamente en la misma y salen con velocidad para entrar en la ambulancia.
Los sigo veloz y entro en la ambulancia.
Uno de los hombres cierra las puertas y el vehículo arranca con potencia.
Me agacho y me siento junto a ella, quien ha agarrado un poco de color, dejando levemente la palidez. Tomo su mano y le beso el dorso, como si fuera la porcelana más delicada.
-¿Qué crees que pueda haber ocasionado el desmayo? –Me pregunta uno de los jóvenes de blanco con una libreta de notas pequeña y un lápiz
-No lo sé pero, sospecho que fueron unas especias en la comida las que lo causaron –digo recordando cuando preparaba el almuerzo
-¿Las había usado o ingerido antes? –Pregunta el otro
-No –digo serio
-Lo más seguro es que sea una intoxicación o una mala reacción ante los alimentos –dice el primero en preguntar anotando todo en la libretita
-Sí. Eso parece –comenta el otro.
Yo por mi parte, sólo le ruego a Dios que sea lo que sea, salga fuera de Karol apenas entre en ese hospital.
No dejo de pensar en ella. Si me pongo a hacer memoria, recuerdo que Karol no desayunó está mañana y fue muy poco lo que comió en el almuerzo. Lo único que la vi ingerir para desayunar fue un batido espeso y verde.
Preguntaré a los enfermeros si eso puede ser algo perjudicial y clave para la situación.
-Ella no comió nada en la mañana. Sólo tomó un batido bastante espeso y verde, parecía dietético. Del almuerzo, ingirió apenas unas cucharadas, por lo que descartaría lo de las especias –digo mirándolos
-Si ese batido era dietético y lo bebió en ayunas, lo que está pasando es que seguramente perdió la energía y pocos nutrientes que conservaba en su organismo, posiblemente también, causándole una deshidratación –dice el rojizo enfermero
-Los síntomas son jaquecas y cefaleas casi avanzadas, palidez, cambios en los latidos del corazón y, desmayos. ¡Sí! Eso es. Lo que tendremos que hacer es realizarle un lavado estomacal para extraer de ella todo lo que quede del batido, ponerle suero y cuidar que se alimente bien por al menos dos días –me mira sonriente
-Gracias a Dios –decimos el otro enfermero y yo.
El Señor me perdone el atrevimiento, pero no me aguanto. Me inclino hasta estar cerca del rostro de Brooks y planto en sus labios un casto y corto beso. Acaricio sus mejillas con mis dedos pulgares y le sonrío como un idiota.
-¿Cuánto llevan de relación? –Pregunta el joven de cabellos rojos
-Treinta y cinco minutos con veintitrés segundos –digo mirando mi reloj
-¿Es una broma? No me digas que…
-Sí. Usé esa pequeña mentirilla blanca y a pesar de que la conozco muy poco, sería el mayor tesoro estar siempre a su lado, besar sus labios y quizás ir más allá… *Me interrumpen*
-Ya entendimos –dicen ambos al unísono con una sonrisa ladina
-O sea que, ¿Es la primera vez que, la besas? –Pregunta el rojizo con ternura
-En efecto –digo sonriendo idiotizado
-Qué bueno que está desmayada, de lo contrario te hubiera dado una cachetada que te reiniciaba la vida –dice el rubio riendo
-Quizás sí, quizás no… Uno nunca sabe –dice el pelirrojo.
Rio ante sus comentarios y me siento un poco menos preocupado.
Llegamos al hospital. Reeves y Gardner, como según lo que parece se llaman los dos enfermeros, bajan la camilla. Bajo y los sigo.
Dejan la camilla con Karol en un cuarto del quinto piso y cuando intento entrar, me sacan.
-¡Ey! Soy su única compañía, tengo que estar con ella –dijo con algo de molestia