Londres, 1996
Enfundada en su uniforme gris tristeza, la señora Bishop miraba a la pareja que se sentaba frente al escritorio mientras terminaban de firmar los formularios.
Abandonaron la lúgubre oficina y caminaron por un pasillo tan gris como todo lo demás; subieron unas escaleras desvencijadas y finalmente entraron a una sala donde había varias cunas. Una asistente se acercó con un pequeño bulto rosa y la señora Bishop le hizo señas para que se lo entregase a la pareja.
Salieron de allí y unos minutos después dejaban atrás el orfanato.
Los Marshall eran una pareja que llevaba ocho años de matrimonio, después de mucho intentar concebir un hijo, y una vez que el médico les había informado que la señora Marshall jamás podría tenerlos, tomaron la decisión de adoptar. La pareja estaba decididamente feliz con su bebita, pero la felicidad les duró poco, pues apenas dos meses más tarde, el señor Marshall sufriría un terrible accidente donde perdió la vida.
Sussex, 1996
En un castillo medieval de estilo gótico inglés, y en medio de una animada reunión donde se podían encontrar desde respetables miembros del parlamento hasta estrellas de teatro, pasando por algunos de los retoños de la nobleza; Kellen se acercó a un individuo alto y con porte majestuoso, que en aquel momento tenía sus ojos clavados en una chica, pero que se volvió antes de que Kellen llegase a él.
Dicho esto se volvió de nuevo a su acompañante, y aunque llevaba unos diez minutos conociéndola, la enlazó por la cintura besándola en forma escandalosa y ella no protestó.
Florencia, 1996
Las imágenes eran tan reales y el dolor era tan intenso, que el hombre dormido se removía entre las sábanas y una fina película de sudor perlaba su frente.
Aun se sacudió intentando liberarse de lo que lo apresaba hasta que finalmente abrió los ojos.
Virgil asintió y Noah abandonó la habitación mientras él recostaba la cabeza en la almohada un momento más. Cerró los ojos y las imágenes desfilaron por su mente de nuevo; no importaba si estaba despierto o dormido, porque siempre habían sido, eran y serían las mismas. Sacudió la cabeza y se puso de pie. Unos minutos después salía perfectamente vestido.
Virgil se frotó las sienes, pero antes de que pudiese hacer ninguna otra cosa, sintió la presencia.
Aunque Abe estaba fuera de la línea visual de Virgil, él podía sentirlo moviéndose por detrás de él, y prefería no verlo, pues aquel ir y venir característico de Abe, solía exasperarlo.
Hasta el momento Virgil no se había movido, pero al escucharlo se giró y miró directo a los ojos de Abe sintiendo que un sudor frío recorría su espina dorsal; sin embargo, él se marchó sin agregar nada más y dejando a Virgil con un sabor muy amargo en la boca.
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Editado: 29.06.2021