¿Sabes? Nuevamente soñé contigo. Hablamos. Fue como si el accidente nunca hubiera existido. Hablábamos de temas triviales, nada en especial.
Todo se sentía realmente agradable, y me sentí feliz en lo absoluto. No tuve la sensación de despedida, no sentí que te ibas. Al contrario, sentí que eso era una pequeña preparación para lo que vendría. No exagero si te digo que, cada noche, me acostaba emocionado ante la idea de volver a soñar eso. Y así sucedió durante una semana.
Durante siete noches te tuve conmigo. Pude hablar gran parte de lo que no había podido hablar contigo durante todo éste tiempo. Incluso jugábamos, bromeábamos. Hasta en mis sueños tu risa era igual de contagiosa. Y de tan necesitado de ti que estaba, llegué a creer que podría vivir así. Quizás no te vería en carne y hueso, tal vez no te podría besar, abrazar ni tocar... pero podría hacerlo en los sueños, y eso era algo con lo que me hubiera conformado.
Y sí, sé que suena como que ya he perdido la cabeza, y no lo negaré; yo mismo me siento así a veces. Pero, más allá de que razoné lo ilógico que sería mantener una relación a través de mis sueños por más enamorado que esté; no hubiera sido posible de realizarse de todas formas.
En la noche que se supone que soñaría por octava vez contigo, te desestabilizaste. Y me gustaría poder decir que todo mejoró luego de eso… pero no.
Las cosas se pusieron cada vez peor, tú estabas cada vez peor. Tus padres estaban dolidos, pero aún así estaban resignados. Creían que ya era hora de dejarte ir. Evelyn, por otro lado, a pesar de haber dicho poder aceptarlo, en realidad no lo hacía. Ella se negaba a permitirte abandonar la lucha.
Creo que el dolor que sentí todos estos meses contigo en un estado de coma, no se compara ni llega a igualar el dolor que siento ahora. Y créeme que creí que jamás nada superaría todo ese sufrimiento, porque para ser sincero, muy dentro de mí estaba seguro de que lo lograrías.
Creí que lograrías despertar.
Pero creí mal. No despertaste y jamás lo harás; ahora es imposible y demasiado tarde para despertar. Me duele demasiado, no puedo dejar de llorar. Nadie puede.
Es reconfortante ver que somos muchos quienes estamos sufriendo demasiado tu partida. Aunque era de esperarse; siempre fuiste una persona amada por muchos.
Créeme cuando te digo que escribir ésta nota está siendo más difícil de lo que creí. Perdón por la desprolijidad, aunque no lo leerás. Quizás sea en vano seguir escribiendo esto, nadie más que yo sabrá lo que dice. Pero no quiero dejar inconclusas éstas notas. Siento que si no escribiera ésta carta, parecería que lo lograste; y no fue así.
Además, sé que a ti te hubiera gustado.
Así que, como probablemente ésta sea mi última carta, quiero aprovechar para decirte algunas palabras, aunque no mucho. Hay ciertas cosas que quiero guardarlas para el funeral.
Sólo quiero decirte que te amé más de lo que creí poder amar. Y siempre te amaré. Hemos crecido juntos; cada paso que dimos lo hicimos juntos. Desde la primera vez que viajamos sin un adulto como acompañante, hasta nuestra primer relación sexual. Y, si le agregamos algo de humor negro, también hemos tenido nuestro primer accidente automovilístico juntos.
Aunque de humor no tiene nada si uno de nosotros no sobrevive; y mucho menos si quien sobrevive soy yo y no tú.
Me gustaría que aquellas palabras que alguna vez te condenaron, hoy se conviertan una vez más en una declaración prueba de una promesa:
Te amo, Kira.
Gracias por haber sido tan genuina. Incluso cuando nos peleábamos hacías todo lo posible para que tus palabras no sonaran agresivas, y eso es algo que siempre admiraré de ti. Me hubiera gustado que tu estadía en el mundo, por así decirle, hubiese durado más. Pero me alegra el saber que, estés donde estés, ahora estés en paz.
Sería inútil firmar con un "Despierta, Kira", ¿no?
Te extrañaré, jamás dudes eso.
Descansa, Kira.
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Editado: 07.11.2020