10 meses atrás,
Callie camina hacia su casa. El clima está perfecto para pasar la tarde en el bosque. Observa cómo sus manos brillan por los rayos del sol. Suelta una pequeña risa. La primavera es su época favorita del año. Le encanta dar un paseo entre el jardín, ver como las flores han florecido después de sufrir la frialdad del invierno.
Durante el camino, encuentra en el césped la flor preferida de su hermana menor, Dollie. Se llevan por cuatro años. A pesar de la diferencia de edad, tienen una relación demasiada cercana. Son muy parecidas. Comparten en común muchos pasatiempos. Callie piensa que los lirios representan a su pequeña Dollie. Es persuasiva, elocuente e inocente. Su corazón está lleno de amabilidad y pureza. Dollie es la persona que más ama en este mundo. Como su hermana mayor, la protegerá de cualquier mal. Nada ni nadie le hará daño.
Se agacha e intenta arrancar varios lirios con sumo cuidado. Este detalle hará muy feliz a su hermana menor. Retoma la caminata con tanta alegría, ignorante sobre el futuro caos que sacudirá cada rincón del mundo.
Un fuerte ruido retumba por toda la zona. Callie nota como a su alrededor da vueltas. El cielo azulado de repente se torna grisáceo. ¿Por qué las nubes son rojas ahora? ¿Por qué los edificios están cayéndose al suelo? ¿Serán los terremotos? Pero si aquí nunca ha ocurrido algo así. Callie sabe que los temblores existen en otras zonas del planeta, pero en su país, no hay ningún punto de sismo.
Tapa sus oídos con ambas manos. Es tan insoportable este sonido. Comienza a rezar en silencio. Ella es religiosa. Toda su familia lo es. Cree en Dios. Aunque, en su vecindario, todos son ateos excepto ellos. Aún así, hay tolerancia en su comunidad. Ella respeta que sus vecinos no crean en Dios y ellos corresponden ese respeto.
Corre entre las calles de su ciudad, ignorando a los gritos de temor y caos. Callie solo está preocupada por su familia. ¿Estarán bien? Se pregunta sin dejar de correr, escabullendo la multitud asustadiza.
Toma un bocado de aire al quedarse sin oxígeno después de correr un largo camino. La fachada del edificio aparece ante sus ojos. Es de un diseño gótico, con enormes ventanales. Al parecer, todo se encuentra bien. El piso no está movedizo. Callie intenta calmarse. Estar alterada no le va a proteger. Debe mantener su mente en frío. Una vez que pierde la cordura, no será de gran ayuda.
Suspira aliviada al adentrarse. Todo está como lo ha dejado. Aún así, Callie siente un nudo en su corazón. Su premonición anda advirtiéndola de un posible peligro. Decide no usar el ascensor. Tiene un sonido demasiado estridente y ella ya ha escuchado suficiente ruido para el día de hoy. Sube las escaleras de dos en dos. El piso donde vive se encuentra en la tercera planta. En un cierre de ojos, ya está enfrente de la entrada de su casa. Para su sorpresa —más bien de temor—, Callie encuentra la puerta abierta. Un asqueroso olor inunda sus fosas nasales. ¿Qué está pasando? ¿Y qué es este hedor?
Con el corazón latiendo con fuerza, entra corriendo. Necesita comprobar que su familia está bien. Se queda paralizada al ver el panorama. Las paredes manchadas de sangre. Sus padres tirados en el suelo, cortados entre pedazos. No hay ninguna palabra para definir la escena tan grotesca y sangrienta. Callie se siente perdida, con el alma destrozada y vacío. No sabe cómo reaccionar. Sus emociones se han desconectado por unos segundos.
Callie se cae en el suelo mientras suelta un grito de dolor. La sangre mancha su vestido blanco, sus manos.
—¡Papá! ¡Mamá!
Quiere creer en la ilusión de que esta tragedia solo fuese un sueño. Tiene la mirada desorientada. Cierra sus ojos, rezando hasta que su voz rompe en llanto.
De repente, el rostro de la hermana menor de Callie aparece en su pensamiento.
—¡Dollie! —exclama, poniéndose de pie con tanta rapidez que ha sentido un pequeño mareo.
Callie busca a su hermana menor en todos los sitios de la casa, pero no la halla en ninguna parte. Despeina su castaño pelo del estrés. ¿Dónde se ha metido su hermana? ¿Habrá salido con sus amigas?
Coge su móvil para llamar a las amigas de Dollie, pero se encuentra con la desgracia de que no hay cobertura. Como víctima de un ataque de ansiedad, se mordisquea sus uñas. Suplica a Dios que su hermana esté en un lugar, sana y a salvo.
Callie baja las escaleras para salir a la calle con la ropa sucia de sangre. No quiere estar en casa, volviéndose loca a la espera a su hermana. Va a buscarla en los lugares donde suele pasar el tiempo. Pero en el portal del edificio, el apocalipsis hace acto de presencia. Todo está destruido y sombrío. El aire es sofocante y tóxico. Callie tapa su nariz. No le importa morirse durante el camino pero no regresará a casa hasta encontrar a su hermana.
Ha ido cada rincón que suele frecuentar su hermana menor, pero la búsqueda no ha dado frutos. No quiere rendirse. Tal vez haya vuelto cuando ha estado fuera. Retoma de nuevo el camino hacia su vivienda. Las cosas están peor ahora. Coches volcados, casas derrumbadas, gritos de auxilio de la gente.
Al llegar, se enfrenta con la mayor catástrofe jamás vivido. Su edificio está totalmente demolido. No hay ninguna forma de entrar. Ahora sí que lo ha perdido todo por completo.
Se arrodilla, ocultando su rostro entre sus piernas. Callie muerde el labio inferior de la impotencia. No ha podido hacer nada para salvarlos. ¿Por qué ha tenido que salir? Si hubiese quedado en casa, habrá cuidado de su hermana menor. ¿Ahora qué va a hacer? No soporta ver más esta asquerosa ciudad.