¿Cómo su hermano se atreve a contradecirle? Lo ha dejado como un imbécil en frente de esa mocosa. Jerome farfulla entre dientes, alejándose de ellos. No piensa acompañarlos. ¿Y si ella la nueva empleada del hostal? Con solo pensarlo, un escalofrío recorre por su cuerpo. Una cosa es ser invitada, y la otra es ser trabajadora fija. Jerome no soportaría al hecho de convivir con esa joven.
Además, Jerome tiene la seguridad que su madre no la contratara. Ella ha estado buscando una recepcionista desde hace meses, pero cualquiera jovencita interesada en la oferta de trabajo ha sido vilmente rechazada. Según Miranda, ninguna es lo suficiente buena. Es demasiada exigente y perfeccionista, y su empleada debe compartir esos ideales. La joven es torpe y desordenada. Sí, no la conoce, pero con solo mirarla, puede confirmarlo.
Jerome camina sin rumbo. Tal vez se irá a dar una vuelta por el bosque. Le desagradan los paseos en los bosques. Pero todo le vale con tal de no tener que soportar a esa chica. Como quisiera estar debajo del agua, disfrutando de su natación. Suelta una pequeña carcajada al pensar que tal vez en su vida pasada ha sido un tritón. Él siempre ha hallado su paz interior en el mar, nadando hasta que sus preocupaciones, sus miedos se evaporen.
Pero ya no tiene ni ganas de pasear. El sol se oculta entre las nubes, y la tristeza inunda por el cielo.
Nikolas carraspea su voz incómodo por el comportamiento de Jerome. Más tarde, tendrá una seria conversación con él.
—De verdad, me siento apenado con la actitud de mi hermano. Perdón…
Callie sale de su ensoñación. De nuevo, ha estado soñando despierta que no se ha dado cuenta de la ausencia de Jerome. Cuando Nikolas le ha sonreído, no sé que le ha pasado, solo ha sentido atrapada en la magia de esa fascinante sonrisa.
La joven tiene una vena romántica y soñadora. Ha sido el testigo del amor eterno y sincero de sus padres. James y Lucinda se amaron con tanta intensidad, que en el interior de Callie, desea experimentar ese amor puro e intenso. Aunque conociese el amor de su vida, no se daría cuenta porque es demasiada lenta de entendimiento.
—Oh, no te preocupes. Está bien.
—Por cierto, soy Nikolas y él es Jerome. Un gusto, señorita…
—Callie. Soy Callie.
Los ojos de Callie se entrecierran y sus labios se curvan dibujando una radiante y enorme sonrisa. Nikolas nota como sus latidos laten con tanta rapidez, sus manos se le sudan. Se siente deslumbrado, y por completo atraído por Callie. El imán del amor es así. Encuentra al ideal sin previo avisa, y es imposible separar o destrozar esa conexión.
Nikolas se siente raro por culpa de este desconocido sentimiento, tomando el control de su corazón. Recién la conoce, y ya se siente cómodo con su presencia. Nunca le ha ocurrido algo de esta manera. Suele sentirse intranquilo y extraño cuando está con alguien que no fuese su madre y su hermano. Tiene amigos. No es un completo asocial, pero cuando está con sus amistades, se siente apegado.
Callie lo mira con esos ojos verdes brillantes. Nikolas la observa detenidamente, de arriba abajo. Ella es bajita, algo regordeta con curvas prominentes. Tiene un rostro pálido y pequeño, una boca carnosa rosada y una nariz algo chata. No es guapa, pero es linda y adorable. Es como una pequeña hadita.
Nikolas rompe la conexión que ha nacido entre ambos jóvenes, bajando su mirada.
—Encantado de conocerte, Callie. ¿Vamos?
—El gusto es mío, Nikolas. Sí, vamos.
Nikolas al verla cojear, se acerca a Callie cortando la distancia entre ellos.
—¿Estás segura que no necesitas mi ayuda?
Callie sacude ligeramente su cabeza.
—Sí, estoy segura.
Callie coloca su bolso en su espalda. Nikolas la mira con interrogación, como si quisiera asegurar por completo si está bien.
Las mejillas de Callie se vuelven algo rojizas. Siempre ha sido quién se preocupa por los demás, y es la primera vez que alguien se preocupa por ella. Sus padres jamás lo han hecho. Para ellos, siempre ha sido una niña alegre, risueña y enérgica. Callie vive en su propio donde no hay preocupaciones ni dudas. Porque eso es lo que realmente quiso demostrar a todos. Pero en realidad, su existencia está rodeada de miedos y temores. Odia ser débil ante los demás. No le gusta esa sensación de depender de alguien más. Por eso, para no preocuparles, muestra siempre su lado optimista. Aunque a veces, quisiera ser comprendida por alguien y poder mostrarse tal como es, con sus miedos y sus inquietudes.
—Bueno, ¿nos vamos?
—Sí claro. Vamos.
Ambos jóvenes emprenden el viaje hacia el hostal. Al principio, ninguno de los dos ha sido lo suficiente atrevido para iniciar una conversación. Callie no sabe qué decir, y el silencio la incómoda. Siempre ha sido muy charlatana, hasta con los mismos desconocidos. Pero hay momentos donde se vuelve muy introvertida. Nikolas está acostumbrado al silencio, pero quiere hablar con ella. Solo hay un pequeño problema, y es no saber cómo empezar la charla. ¿Le gustará leer o escuchar música?
—¿Te gusta leer? —dicen al unísono.