Para la suerte de ambos, el recorrido ha sido corto y en unos minutos, ya se encuentran enfrente de la entrada de la pensión. En el gigante letrero puedes leer lo siguiente «La mansión de Greethen». Callie esperaba encontrarse con una posada modesta, pero cálida. No con una majestuosa y grande mansión. Tiene como 4 pisos. El arte gótico y romántico se hace presente en cada una de las fachadas del local. Se siente como si fuese una princesa adentrándose a un castillo.
El diluvio ha cesado por completo. Ese característico olor de tierra húmeda invade las fosas nasales de la joven. Todo el alrededor está inundado. Hay tantos enormes charcos. Callie salta entre ellos con tal de no marcharse más las zapatillas. Ha estado varias veces a punto de perder el equilibro, pero las manos de Nikolas la ayudan a mantenerse de pie. Es una sensación agradable y afectuosa. Quisiera no separarse jamás de Nikolas, con tal de seguir sintiendo estas emociones.
Callie observa como Nikolas saca de su bolsillo unas llaves. Abre sus ojos sorprendida. ¿Por qué tiene unas llaves? ¿Todos los huéspedes tienen uno? ¿Acaso Nikolas vive aquí? Durante el camino, su mente ha estado en otra dimensión que se le ha olvidado preguntarle donde vivía él. Pero, sorpresa, resultan ser futuros vecinos.
—¿Vives aquí? —le pregunta Callie para salirse de la duda.
Nikolas se gira hacia la dirección de Callie al oír su pregunta.
—Sí. Vivo aquí. Perdón por no decírtelo. Se me escapó hacerlo.
—No te preocupes. Entiendo. ¿Y trabajas aquí o solo eres huésped?
—Mi madre es la dueña.
—¿Cómo? —exclama Callie casi gritando.
Al darse cuenta de su acción, se tapa la boca vergonzosa. Nikolas suelta una risa encantadora. ¡Callie es tan adorable!
—Eso. Jerome y yo somos los hijos de la dueña de la pensión. Siento no haberlo dicho hasta ahora.
—¡Oh! No pasa nada. Es comprensible. Estuvimos todo el rato hablando sobre libros. Así que, todo bien.
Es tan agradable hablar con Callie. Es divertida, alegre, comprensiva, y muy tierna. El corazón de Nikolas late con tanta aceleración cada vez que Callie lo mira con sus ojos verdosos, sonriéndole con dulzura e inocencia.
—Gracias. Bueno, entremos.
Mete una de las llaves en el cerrojo, y la puerta se abre. Nikolas deja pasar primero a Callie y por último a él. Cierra la puerta consigo. Al adentrarse, Callie abre la boca casi babeando. Si por fuera, la mansión es maravillosa e imponente. Por dentro, es sublime y grandioso. Si fuese una pintora, este lugar sería la obra más divina del mundo. Hay varios muebles antiguos de madera con estética victoriana. En medio de las mesas y sillas, hay gigantescas lámparas de pie. No son eléctricas, sino de fuego. Esa diferencia aumenta más esa sensación de estar en otra época. Callie siempre ha sentido ese amor por cosas vintages, viejas. Cuando era pequeña, siempre soñó ser una princesa y vivir en un palacio, rodeada con objetos antiguos, revivir esa experiencia de un baile real.
—¿Callie?
Nikolas llama la atención de la joven moviendo sus manos enfrente de ella.
Callie parpadea varias veces, volviéndose a la realidad. De nuevo, ha estado soñando despierta.
—Oh, lo siento. Me he embobado. Este sitio es tan hermoso. Me siento como si estuviera en un cuento de hadas. ¿Sabes?
Nikolas abre su boca para contestar, pero la voz de Jerome lo interrumpe.
—¿Ya han llegado?
"No le contestes, no lo hagas. Es el hijo de tu futura jefa. Por lo tanto, tu jefe." piensa Callie, pero como siempre, la impulsividad toma el control de su labia.
—No, aún estamos de camino.
Jerome le dirige una mirada fulminante, llena de odio. ¿De verdad, tiene que aguantarla? Encima, su hermano se está mofándose de él. Un día, se vengará de él.
Jerome ha estado a punto de contradecirla, y declararle la guerra en ese mismo instante. Pero decide pasar de ella. Si al final trabajara aquí, ignorará su existencia. Es lo suficientemente maduro para estar jugando al gato y al ratón. Y si tiene que hablarle, será lo mínimo y lo justo.
—Hermano, nuestra madre nos espera en su oficina. Pero cámbiate antes de que te enfermes.
Nikolas asiente ligeramente la cara. Luego se dirige hacia Callie.
—Te veo luego. ¿Sí? Dile a Jerome que te muestre tu habitación. Seguramente mi madre ya te asignó una.
—Nos vemos luego.
Nikolas se va dejando sola a Callie, con la presencia de Jerome.
—¿Y bueno? —inquiere rompiendo el irritante silencio que emana en ese entonces en la atmósfera.
—Tu cuarto está en el segundo piso, número veinte y dos —replica tajante.
¡Qué sujeto más desagradable! Exclama Callie en su mente.
—Gracias —farfulla entre dientes.
Callie no piensa rebajarse ante él. Prefiere perderse que pedirle su ayuda. Desaparece de la vista de Jerome. El joven suspira aliviado al verla no tener que aguantar más su presencia.